Mateo 7:7-12
En esta porción, preámbulo de la culminación del Sermón del Monte, Jesús vuelve al tema de la oración que también trató en (6:5-15), pero ahora con tres imperativos del tiempo presente que expresan acción repetitiva o continua. La triple exhortación de Jesús la hayamos en el (v. 7) y son las siguientes:
· Pedid...
· Buscad...
· Llamad…
Esta segunda enseñanza sobre la oración en el mismo Sermón, el número de versículos dedicados al tema y la triple exhortación indican la importancia que Jesús daba a esta práctica en la vida del súbdito del reino.
En esta ocasión Jesús nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”.
Es evidente que Jesús entiende que la oración es algo fundamental para la vida del creyente y para todo hijo del Reino que cumple la justicia de Dios, porque es la oración el medio de Gracia que se nos ha provisto para poder sostener y profundizar nuestra relación con el Dios de los cielos.
En esta porción veremos cuál es la responsabilidad del creyente frente al deseo que muestra Dios de concedernos y proveernos de todo aquello que necesitamos para vivir una vida bendecida, pero también nos muestra la promesa de Dios de estar siempre atento y apto para proveer respuesta a las oraciones de sus hijos.
Veremos ante tal verdad bíblica, la enseñanza recomendada por Jesús.
I. LA PROMESA DE DIOS
II. EL LLAMADO A LA ORACIÓN EFICAZ
III. UN RECORDATORIO DE LA REGLA DE ORO
I. LA PROMESA DE DIOS
(Mt. 7:7-8)
A. DIOS RESPONDE NUESTRAS ORACIONES
1. Ahora Jesús promete una contestación de Dios a cada iniciativa del hombre en la oración. El texto inicia diciendo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
2. Ahora bien, Dios no promete dar exactamente lo que pedimos, pues Él sabe lo que más nos conviene. Romanos 8:26 nos declara: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
3. Es una realidad que si Dios nos concediera todo lo que pedimos no saliéramos de un problema. Sabemos que Dios ha de responder lo que sea conveniente y conforme a Su Voluntad. Estemos claros que Él siempre contesta la oración sincera, pero a veces contesta “que no o espera”, como todo padre a veces lo hace ante el pedido no muy sabio de su hijito. Siempre nos da lo que es mejor entendiendo lo que nos dice Romanos 8:28 y 2 Corintios 12:8-10.
B. DIOS DEMUESTRA SU EFICACIA
1. Nuestro Señor es maravilloso en enseñarnos esta gran verdad acerca de la eficacia del Padre para responder nuestras oraciones más difíciles, siempre y cuando Él entienda que esta respuesta será para beneficio de sus hijos a quienes ama.
2. Jesús da las razones por las cuales demuestra que el Padre es eficiente para responder cualquier cosa a sus hijos. Notemos cuando dice: “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Lo importante es que sus hijos pidamos y creamos recibir de Él lo mejor para nuestras vidas. Dios es maravilloso y sabe lo que necesitamos, pero quiere que pidamos, busquemos y llamemos.
3. Si comparamos este pasaje con Lucas 18:1-7 que nos habla acerca de la viuda ratificaremos esta gran enseñanza: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
C. DIOS REQUIERE PERSISTENCIA EN NUESTRA ORACIÓN
1. La persistencia en la oración es más bien para nuestro beneficio y no para “torcer el brazo” de Dios. Oramos a un Dios informado y predispuesto a socorrernos. A veces nos contesta antes de terminar de expresar la oración, pero a veces nos llama a escudriñar nuestro corazón y nuestras intenciones.
2. Si comparamos esta verdad con Isaías 65:24 el cual nos dice: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. Entenderemos que la oración persistente nos enseña la necesidad de depender de Dios y nos acondiciona para recibir con gratitud lo que Dios nos da.
3. Ahora bien, debemos recordar que la Palabra misma nos dice en Juan 9:31 “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye”. Lo que pone una nota de equilibrio para aquellos que no reciben (Comp. con Juan 6:40 y 1 Tesalonicenses 4:3), además de haber algunos que no reciben porque piden mal según nos dice Santiago 4:3
II. EL LLAMADO A LA ORACIÓN EFICAZ
(Mt. 7:9-11)
A. CAUSA DE LA ORACIÓN EFICAZ
1. El texto es claro y dice literalmente: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?” Es un error concluir, en base a la insistencia de Jesús en la oración persistente, que nuestro Padre celestial no quiere o se resiste a darnos lo que necesitamos.
2. El texto nos llama a buscar, llamar, pedir, acciones que nos invitan a requerir que nuestro Salvador responda al pedido que le hacemos. Pero la oración no es solo petición; es adoración, confesión, arrepentimiento, fe, perdón, reconciliación, agradecimiento y también la petición. Al cierre de la oración hemos de decir como Jesús: "Pero, no sea como yo quiero, sino como tú" - Mateo 26:39.
3. La construcción en el texto griego en los (vv. 9, 10), donde Jesús presenta las preguntas: “¿le dará una piedra?” y “¿le dará una serpiente?” incluye una partícula de negación (mé 3165) que anticipa una contestación negativa. La traducción que refleja este énfasis sería: “No le dará una piedra, ¿verdad? Y: No le dará una serpiente, ¿verdad?” En ambos casos la contestación sería “que no”.
B. RAZONANDO LA ORACIÓN EFICAZ
1. Jesús vuelve a utilizar el silogismo, que es un método eficaz para enseñar. Este consiste de una premisa mayor, una menor y una conclusión. Aquí (vv. 9–11) se presenta así:
· Premisa mayor: Nosotros, siendo malos, sabemos dar buenas cosas, y no las dañinas, a nuestros hijos;
· Premisa menor: Nuestro Padre celestial, no siendo malo, es infinitamente más bondadoso que nosotros;
· Conclusión: Por lo tanto, “¿cuánto más vuestro Padre dará cosas buenas a los que le piden?” (v. 11).
2. La premisa mayor y la conclusión están explícitas, pero la premisa menor está implícita. Mateo no indica cuáles son las “buenas cosas”, pero en el pasaje paralelo se aclara: “...dará el Espíritu Santo a los que le piden” - Lucas 11:13. Realmente, no hay dádiva más valiosa que Dios pueda dar a sus hijos que la plenitud del Espíritu Santo.
3. Es maravilloso ver en la Palabra de Dios como Él desea que todos se conviertan y vengan al arrepentimiento y pueda enviarle el Espíritu Santo a quienes se lo pidan, y al mismo tiempo es triste ver cómo tantas personas conocen esta oferta y la rechazan.
C. BENEFICIO DE LA ORACIÓN EFICAZ
1. La Palabra de Dios nos muestra la bendición y el gran beneficio de poseer el Espíritu Santo de Dios en nuestros corazones luego que nos convertimos. Sólo teniendo su Espíritu podemos alcanzar el cumplir con Su propia demanda de ser santos como Él es Santo.
2. El mismo Jesús nos habla en Juan 16:7-14 de esta bendición al decir: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
3. Otras muchas más bendiciones encontramos en la Palabra de Dios de la obra del Espíritu Santo en el creyente, el cual podrá con su ayuda juzgar todas las cosas, como nos lo dice claramente 1 Corintios 2:15 - “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie”.
III. UN RECORDATORIO DE LA REGLA DE ORO
(Mt. 7:12)
A. ACTÚA COMO UN HIJO DEL REINO
1. Jesús concluye esta porción diciendo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Esta máxima inclusiva, la cual hemos llamado “La Regla de Oro” se encuentra en varios lugares en las enseñanzas de Jesús, comparemos con Mateo 6:33 y 22:37-40.
2. Este proverbio se encuentra en forma negativa entre los escritos judíos y gentiles. Se pueden mencionar varias citas relacionadas.
Por ejemplo:
· En el libro apócrifo de Tobías (Tobías 4:15), encontramos: “Lo que odias, no lo hagas a nadie”.
· En el Talmud se nos dice que el gran maestro Hillel contestó a una pregunta sobre lo que era necesario para que un gentil llegara a ser prosélito, diciendo: “Lo que te es odioso no lo hagas a otro”.
· Filón dijo en cierta ocasión: “No debe uno hacer lo que le disgusta que le hagan”.
· Confucio, el gran maestro chino, dijo: “No hagas a otros lo que no deseas que te hagan a ti”.
3. Este proverbio se encuentra en forma negativa entre los escritos judíos y gentiles. Se pueden mencionar varias citas relacionadas.
B. LA REGLA DE COBRE
1. La historia de la civilización muestra que cada pueblo trató de regular sus normas de vida. Esto se hizo mediante la confección de leyes, como sucedió en la India con el Código de Manú. De todas las leyes de Manú una se destacaba porque exigía que los hombres debían formar una fraternidad.
2. En China, Confucio había enseñado: "No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”. Además de esto, proclamó la ayuda mutua.
3. En Caldea, 2000 a. de J. C., el código de Hamurabi establecía la igualdad de las penas para las personas de igual nivel social. Decía que si un arquitecto construía mal una casa y ésta se derrumbaba matando al dueño, entonces debía morir el arquitecto también. Era la ley del talión.
4. En Roma se estableció un principio natural de lo equitativo expresando: "Hay que dar a cada uno lo suyo”. Y: "No se debe dañar a otros”.
5. El código azteca de los primitivos habitantes de México es uno de los más completos de América. Establecía penas contra los violadores de las buenas costumbres. Los incas tenían una ley llamada de la "hermandad", que prescribía la ayuda recíproca entre las familias.
6. Podemos decir que tanto los pueblos de oriente como de occidente habían dictado más leyes penales (que condenaban a muerte) que leyes civiles. En su momento parecieron reglas de oro porque procuraban lo que se entendía por justo. Pero eran de cobre, maleables y flexibles. Se aplicaban en algunas partes y en otras no. Pronto, con el tiempo, perdieron su eficacia. Estaban escritas pero carecían de fuerza y aceptación hasta por los mismos pueblos que les dieron nacimiento. Luego no se supo cuál era su verdadero contenido y alcance.
C. LA REGLA DE ORO
1. La regla de oro establecida por Jesús se expresa en un tono positivo: "Así que todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos" (7:12). Rige aún hoy en todo tiempo y en todo lugar. Pero esta regla no ha de ser entendida sólo como una norma de vida. La esencia de lo expresado está revestido con la sensibilidad cristiana.
2. En efecto, quien se relaciona con otro ha de relacionarse en amor. Se debe entender que el cristianismo no es un conjunto de reglas ni de preceptos. Jesús habló así indicando que los cristianos nunca se relacionan con los demás especulando para lograr algo para sí, sino que al relacionarse con los demás siempre buscan a alguien para darles lo mejor de sí.
3. Ya hemos visto que Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (5:17). En los capítulos 5, 6 y 7, Jesús ha venido explicando, desarrollando, ampliando y profundizando la Ley y los Profetas. En el versículo bajo consideración, Jesús resume en una máxima comprensiva todo lo que ha venido enseñando en cuanto a relaciones personales.
4. Este proverbio no encierra todo el deber del súbdito del reino, sino sólo lo que tiene que ver con relaciones personales. También, asume que uno sea discípulo y sometido a las reglas justas del reino, de otro modo la regla no funciona. Por ejemplo, probablemente un drogadicto desearía que, después de haber asaltado a alguien para conseguir dinero para comprar más drogas y haber sido tomado preso, que el juez lo librara para poder seguir asaltando y tomando drogas. Se da por sentado que uno desea ser tratado con amor y justicia, y que se interesa tanto por los deseos de otros, como por los suyos propios, comparemos con Mateo 22:39.
CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
En resumen, Jesús nos dice que si queremos tratar correctamente a los semejantes y así lograr ayudarles, debemos evitar la crítica destructiva (vv. 1–5), evitar el optimismo irrazonable (v. 6) y practicar la oración (vv. 7–11) y cumplir con la Regla de Oro (v. 12).
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