viernes, 13 de enero de 2012

22/27 EL PRIMER SERMÓN DEL REINO

El Sermón del Monte
EL JUZGAR A LOS DEMÁS
Mateo 7:1-6

Es maravilloso ver como el Señor Jesucristo no perdió de vista ninguno de los aspectos esenciales de la vida cristiana, lo que nos lleva a evaluar el Sermón del Monte como un sermón eminentemente práctico e importante para el andar de un hijo del Reino. Esta es la justicia que debe practicar todo aquel que aspira a entrar en el Reino del Mesías.

Es bueno volver a recordar lo que ya dijo el Señor en Mateo 5:20 cuando declaró: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

Luego que el Señor concluye lo que ha dicho desde las Bienaventuranzas hasta este capítulo 7, no es de extrañarnos que Él siga la misma temática, ahora prohíbe uno de los males más comunes en la raza humana, es decir, el hábito de juzgar con severidad e injusticia a los semejantes.

Este es un mal del cual padecemos muchos cristianos que en circunstancias hacemos juicio a la ligera cuando el mismo Señor advirtió del problema y la injusticia que acarrea juzgar según las apariencias ni no hacerlo con justo juicio.

Ahora el Señor dice en (7:1-6): “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

En este pasaje vemos como los seres humanos somos muy fácilmente dados a ser severos cuando hacemos juicio a los demás, al tiempo que no aplicamos esta misma severidad cuando nos juzgamos a nosotros mismos. Jesús condena esta actitud y nos llama a ser justos en nuestro juicio hacia los demás. Él también dijo en Juan 7:24 - “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”.

Veamos esta enseñanza bajo el siguiente bosquejo:

I.     NO JUZGUÉIS
II.   JÚZGATE ANTES DE JUZGAR                                    
III.  NO DEIS LO SANTO A LOS PERROS

I. NO JUZGUÉIS
(Mt. 7:1-2)


      A.    UNA EXPLICACIÓN DE TÉRMINOS    

1.                  Jesús inicia la sección declarando: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. Como podemos ver en el texto, Jesús no prohíbe toda clase de juicio, pues en el (v. 6), como en múltiples pasajes bíblicos (Comparemos con Jn. 7:24; 1 Co. 2:15; 5:1–13), se requiere juicio para obedecer lo qué se manda.

2.                  El texto indica que Jesús se refiere a juicios personales, no al juicio que emite un juez o tribunal. También el texto indica que la práctica que Jesús prohíbe se realizaba entre creyentes: “¿Cómo dirás a tu hermano...?” (v. 4).

3.                  El término que se usa para “juzgar”(kríno 2919) significa básicamente “separar”, “hacer distinción entre dos o más alternativas”, “decidir o determinar”, “llegar a una conclusión”, “asignar culpa a alguien”, “sentenciar”.


B.    UNA PREOCUPACIÓN REAL    

1.                  En términos prácticos tenemos que entender que el juzgar es el proceso mental por medio del cual uno llega a darse cuenta de diferencias o similitudes en lo que contempla. ¿Qué es lo que se prohíbe, pues, en este pasaje? La construcción gramatical en el idioma original prohíbe la “continuación” de una práctica ya en marcha. Práctica que en este caso no es buena, si no dañina.

2.                  Cuando juzgamos a una persona, podemos hacerlo exagerando los hechos, o subestimándolos, y nos cuesta encontrar el punto medio. Pero no sería extraño que juzguemos a otros para que la gente se ocupe de hablar de tal o cual persona y no se ocupen de hablar de lo nuestro.

3.                  Además, mencionar las debilidades ajenas es a la vez minimizar las nuestras. Lo cierto es que juzgar es usurpar el lugar que corresponde sólo a Dios. De hecho Santiago 4:11-12 nos dice: “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”


C.    UNA PRÁCTICA CONDENADA    

1.                  Jesús está condenando la práctica habitual de censurar a otros. Aparentemente algunas personas tienen la necesidad psicológica de descubrir y divulgar defectos en otras personas. Nadie puede evitar formar una opinión acerca de otras personas y prácticas.

2.                  Desde la niñez se nos enseña la importancia de distinguir entre lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, lo correcto y lo incorrecto. El poder analizar un objeto críticamente, es decir, distinguir objetivamente entre elementos, virtudes, características, es una capacidad necesaria en la vida.

3.                  De todos modos, uno debe tener la humildad como para entender que su juicio acerca de personas es solamente una opinión, la expresión de la cual uno puede y debe controlar. Lo que nos debe mostrar que no necesariamente nuestra opinión sea la correcta. Es como alguien dijo: “Te entiendo, pero no estamos de acuerdo”.

II. JÚZGATE ANTES DE JUZGAR     
(Mt. 7:3-5)

             A.    UN PLANTEAMIENTO CLARO        


1.                  Jesús ahora dice: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

2.                  Con esta declaración Jesús pone en jaque al creyente enseñándole que existen varias razones por las cuales él, como hijo del Reino, no debe practicar la crítica destructiva.

3.                  Debemos entender que uno que practica el juicio destructivo asegura dos cosas: Asegura su propio juicio de parte de otros y de parte de Dios; asegura también el grado o severidad de ese juicio como ya se dijo en el (v. 2).

               B.   UN ANÁLISIS SINCERO       


1.                  Cuando juzgamos a otros sin misericordia, Dios nos juzgará sin misericordia. La práctica de la crítica destructiva nos abre a la venganza, al desquite, de parte de otros que han sido lastimados, o que no toleran actitudes de una pretendida superioridad espiritual implicada.

2.                  Un espíritu generoso y perdonador hacia otros generalmente despierta la misma actitud de otros hacia nosotros. Es más siempre hemos oído decir acerca de esta realidad - “El que vive en casa de cristal, que no se acostumbre a tirar piedras”.

3.                  Jesús dice: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?” Es real que cuando practicamos la crítica destructiva corremos el riesgo de ver con claridad las faltas insignificantes (“brizna”, v. 3, es una partícula pequeña de polvo) de otros, mientras no observamos las faltas graves (“viga”, o tabla gruesa) en nuestros ojos. La viga (v. 3) en nuestros ojos impide que veamos claramente las faltas de otros.

              C.   NO SEAMOS HIPÓCRITAS  


1.                  Ahora dice Jesús: “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Este es el colmo de la hipocresía, pues pretendiendo “ayudar” a otro, en realidad lo desanimamos, o lo aplastamos.

2.                  Nuestro juicio es siempre parcial, pues nunca tenemos todas las evidencias necesarias para un juicio cabal. Además, somos por naturaleza parciales, arbitrarios y subjetivos en nuestros juicios. Cuando juzgamos a otros, frecuentemente nos juzgamos a nosotros mismos.

3.                  Por otro lado, nuestro juicio de otros puede decir más de nosotros que de la persona que pretendemos juzgar. Es como dice el dicho:
“Dime lo que criticas y te diré de lo que adoleces”.
Y aquel que también declara:
“Cada ladrón juzga por su condición”.
También oímos el que dice:
“Somos diferentes, pero por eso no soy mejor que tú”.
Finalmente, la práctica de la crítica destructiva deja de revelar el amor sensible y compasivo de Cristo, el cual debe ser aplicado cuando hablamos de los demás.

III. NO DEIS LO SANTO A LOS PERROS 
(Mt. 7:6-5)

             A.    UN PLANTEAMIENTO CLARO       


1.                  Jesús concluye este tópico diciendo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (v. 6). Y expresa la necesidad de un discernimiento, un juicio del carácter de los oyentes. La construcción del texto griego indica que “ni debéis comenzar a pensar en dar lo santo a los perros”, o sea la prohibición del comienzo de una acción.

2.                  Jesús emplea aquí el método hebreo de repetición para enfatizar una verdad, usando dos pares de metáforas equivalentes: lo santo a los perros, las perlas a los cerdos.

3.                  “Lo santo” y “las perlas” son términos que se refieren a verdades o testimonios espirituales que estimamos de gran valor. “Los perros” y “los cerdos” eran los dos animales más repugnantes e inmundos para los judíos.

            B.     UNA EXPLICACIÓN DE TÉRMINOS

         

1.                  Los judíos usaban estos términos para referirse generalmente a los gentiles. Sin embargo, es casi seguro que Jesús tenía en mente una aplicación más general: todo incrédulo que no quiere, o que no tiene capacidad para apreciar valores espirituales no se le debe administrar estas verdades o testimonios espirituales porque ellos no las van a digerir en su verdadero valor.
2.                  Jesús está advirtiendo de la reacción de los “perros” y los “cerdos”, los cuales, al ver que en vez de su alimento preferido, algarrobas (mentiras y falacias), le están dando “lo santo” y “las perlas”.

3.                  Es seguro que ante tal desacierto los cerdos y los perros sabiendo que este no es el alimento que les agrada y que comen comúnmente para satisfacer su apetito, se llenen de furia y puedan atacar al que quería alimentarlos con la buena comida.

            C.     UNA ENSEÑANZA FINAL


1.                  En resumen, ¿cuál debe ser la actitud del creyente hacia los demás? Primero, debemos asegurar que nuestro ojo esté libre de “vigas”, o sea, que nuestra vida esté limpia y correcta. Para lograr esto, es necesario un autoexamen a la luz de las Escrituras y en la presencia del Señor quien escudriña lo más íntimo de los corazones.

2.                  Luego, debemos concentrarnos en las virtudes de otros y aun procurar mirar a través de sus faltas para ver las posibilidades de lo que ellos pueden llegar a ser. Sobre la base del (v. 6), debemos usar de buen sentido común y santo discernimiento al presentar verdades y testimonios espirituales a otros.

3.                  Debemos tomar en cuenta la condición espiritual del público al seleccionar la verdad para presentar, el vocabulario y la manera de presentación. A veces es mejor guardar silencio (comparemos con Mateo 26:63 que dice: “Mas Jesús callaba”). La falta de un buen sentido común frecuentemente pone en ridículo el evangelio y hace mucho daño a la causa de Cristo. Tal falta se ve a menudo en programas radiales y de televisión, reuniones al aire libre y en el evangelismo personal.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Jesús nos ayuda a entender claramente del cuidado que debemos tener acerca del juicio que podamos estar haciendo o de la crítica destructiva que podamos proferir en algún momento de nuestra vida a alguien sin ni siquiera vernos íntimamente.
Los seres humanos simplemente no tenemos naturaleza divina inequívoca para expresar una opinión que sea la realidad total de lo que juzgamos, por tanto debemos callar antes de proferir juicio sin tener conocimiento de causa.
Cuando hagamos tal cosa, entonces tendremos la bendición de Dios.


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