El Sermón del Monte
El Sermón del Monte
JESÚS Y EL AYUNO
Mateo 6:16–18
En Mateo 6:16–18 el Señor trata la tercera práctica de piedad religiosa u obra de justicia que él entiende que los creyentes tienen que observar diciendo: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
En la esfera del ayuno, 6:16–18. Jesús da por sentado que los discípulos ayunaban, pues era una costumbre común entre los judíos. Todavía se practica generalmente en el oriente, entre judíos y musulmanes. El ayuno duraba desde la salida hasta la puesta del sol. Levítico 16:31 sirve como texto básico para los judíos, pero el ayuno era obligatorio solamente durante el Día de Expiación.
A pesar de esto, los fariseos ayunaban dos veces a la semana, considerando que era evidencia de una piedad extraordinaria (Lc. 18:12). También Jesús ayunó, por lo menos al comienzo de su ministerio (4:2). La iglesia primitiva practicaba el ayuno (Hch. 13:1–3; 1 Co. 7:5). En este párrafo Jesús no discute la práctica del ayuno, cuando al hacerlo hay un motivo y una manera correctos para realizarlo.
Jesús desea ilustrar el contraste entre la práctica de la piedad por parte de los líderes religiosos de su día, por un lado, y por parte de los súbditos del reino, por otro. Cuando los líderes ayunaban, su propósito era el de hacer un espectáculo de su pretendida piedad, de aparentar dolor, tristeza, abnegación. Era un verdadero show para atraer la atención de la gente. Los discípulos del reino, cuando ayunan, deben hacerlo con el propósito de agradar a Dios, no a los hombres.
Deben evitar toda ostentación, todo deseo de aparentar una cosa que no representaba la verdad. Pero deben ungir la cabeza, señal de gozo prohibida solamente en el Día de Expiación. El súbdito del reino debe practicar su piedad con gozo, con la intención de agradar al Padre y traer gloria a su nombre. Solamente así recibirá la recompensa que Dios reserva para los fieles. En último caso, todo creyente tiene la sencilla opción entre dos alternativas: ser hipócrita y recibir el aplauso del mundo, o ser auténtico y recibir la recompensa de Dios.
Veamos lo que el Señor desea enseñarnos en este mensaje:
I. LA ADVERTENCIA CONTRA LA HIPOCRESÍA
II. EL VERDADERO AYUNO QUE DIOS RECOMPENSA
I. LA ADVERTENCIA CONTRA LA HIPOCRESÍA
(Mt. 6:16-18)
A. LA AUSTERIDAD FINGIDA
1. Jesús volvía a arremeter contra los hipócritas y sus alardes de espiritualidad como los enfrentó y como lo hizo en el tema de la limosna y de la oración, también lo hace en el tópico del ayuno que trata en este pasaje. Jesús no está condenando el ayuno en sí mismo, sino la forma en que se observaba. De hecho aunque el Nuevo Testamento no promociona el ayuno, sabemos que es una práctica legítima de piedad.
2. Acerca de esto el Señor declara: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Cuando el Señor advierte a los hipócritas que fuesen austeros cuando ayunaban está queriendo decir que no actúen haciendo alarde excesivo e innecesario de su práctica de piedad.
3. El austero es aquel que no tiene lujos ni adornos excesivos e innecesarios y está triste, demacrado y con aspecto sombrío: Es aquel que dice he comprado un apartamento pequeño y austero o sencillo. Se aplica a la persona que es severa o estricta en el cumplimiento de las normas morales: Su conducta se caracteriza siempre por ser austera y se mantiene alejado de los placeres y el lujo.
B. LA HIPOCRESÍA DEL AYUNO FINGIDO
1. Jesús no está diciendo que no fuesen austeros, si lo hacen con humildad y piedad real. Lo que está condenando Jesús es la actitud hipócrita de fingir una apariencia austera, no porque lo eran, sino para buscar aprobación delante de los hombres.
2. Los fariseos habían convertido el ayuno en una práctica religiosa, vacía y sin ningún significado que no fuese presumir de espirituales cuando no lo eran. Es por esto que el Señor demanda a los suyos no seguir tal práctica.
3. Jesús aborrece la hipocresía y no ha de aceptar ningún tipo de ayuno que no sea agradable a Dios y hecho con humildad. Ya en el Antiguo Testamento el profeta Isaías en el capítulo 58 le habla al pueblo de Israel acerca de lo que para Dios era el verdadero ayuno. Dios, a través de Isaías cuestiona a Israel en los (vv. 6-7) diciendo: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?
¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?”
C. LA PRÁCTICA INEFICAZ QUE JESÚS CONDENA
1. Todavía el Señor tiene algo más que decir acerca del drama de los hipócritas, el pasaje sigue diciendo: “…porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. El verbo demudar significa hacer invisible o irreconocible.
2. Esto es lo que el Señor estaba condenando. Los fariseos desfiguraban sus rostros dejándolos de lavar y se echaban ceniza sobre sus cabezas para presumir que eran los más piadosos. Jesús condena esta práctica porque sabía que ellos ayunaban para su propia exaltación y no para la gloria de Dios.
3. Su única pasión era mostrar a los hombres que ayunaban, su única motivación era la gloria que recibían de aquellos adeptos que le seguían o los prosélitos que le aplaudían sus afanes hipócritas de presunción piadosa. El final de todo es que “…de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
II. EL VERDADERO AYUNO QUE DIOS RECOMPENSA
(Mt. 9-15)
A. LA VERDADERA AUSTERIDAD
1. Jesús ahora habla de la verdadera espiritualidad con que hay que practicar el ayuno que agrada a Dios diciéndoles: “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
2. Debemos notar que Jesús hace un cambio del plural al singular. Primero dijo: “Cuando ayunéis, no seáis…” ahora dice: “Pero tú, cuando ayunes…” Destacando que la adoración personal es algo personal y particular. Aunque nos podemos poner de acuerdo en cualquier medio de gracia, tenemos que entender que nuestra práctica piadosa es entre nosotros y Dios.
3. Jesús está aconsejando a su seguidor que haga todo lo contrario de lo que hacían los fariseos. “…unge tu cabeza y lava tu rostro…” Este consejo va directamente a ocultar o a no hacer visible, ni mucho menos presumir ante el público que estamos en un momento de comunión personal con Dios.
B. LA ACTITUD CORRECTA EN EL AYUNO
1. Lo que está diciendo Jesús es que todo seguidor de su doctrina y discípulo de su Reino, debe hacer lo que tiene que hacer voluntariamente para cultivar su relación con Dios sin que necesariamente los demás estén al tanto de este hecho.
2. Cuando Jesús dice “…unge tu cabeza y lava tu rostro…” está diciendo: “Date un masaje o frota tu cabeza, lava o asea tu rostro para que muestres alegría y no la tristeza y el con aspecto sombrío y demacrado que produce el dejar de comer o dormir”. El consejo de estas dos acciones sugieren alegría y no tristeza.
3. Es importante destacar el propósito por el cual Jesús da este consejo a sus seguidores, él dice claramente lo que pretende de los creyentes en su Reino al decir: “…para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto…” Es verdaderamente hermosa la motivación que nos desea infundir el Señor. Mi hermano, recuerda que tu relación es con Dios, no con los hombres.
C. LA INTIMIDAD CON DIOS EN LOS ACTOS DE PIEDAD
1. El texto concluye diciendo: “…y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Al respecto nos dice el Dr. Carballosa en su comentario de Mateo «Esa es una gran advertencia para las reuniones de adoración que tienen lugar en muchos sitios hoy día. Debe recordarse que la adoración es, en primer lugar, algo íntimo y personal entre Dios y el creyente. Se puede adorar a Dios en la quietud del corazón y de la conciencia aun sin proferir palabra. Dios ama la verdad en lo íntimo y aprecia todo acto de devoción humilde cuyo fin sea glorificar a Aquel que es el único digno. Finalmente debe recordarse que Dios tiene en cuenta la actitud del adorador»[1].
2. Jesús ahora concluye volviendo a mencionar la misma frase que utilizó en todo lo que va del capítulo refiriéndose a la recompensa verdadera que el creyente debe anhelar, entendiendo que los hipócritas ya recibieron su recompensa terrenal de vítores y loores terrenales, pero a nosotros nos espera una recompensa imperecedera e inmarcesible en los cielos donde el Señor en intimidad nos dará y publicará abiertamente.
3. Jesús ahora concluye volviendo a mencionar la misma frase que utilizó en todo lo que va del capítulo refiriéndose a la recompensa verdadera que debe esperar el creyente. No podemos de ninguna manera relacionarnos con Dios con una actitud incorrecta o fuera de su voluntad, porque sabemos que esto no será de su agrado.
CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Amados hermanos, Dios espera que todos aquellos que decidamos voluntariamente acercarnos a Él en oración o a través de apartar un tiempo de ayuno para llevar nuestras necesidades a su trono de Gracia, debemos hacerlo con una actitud voluntaria y humilde, lejos de búsqueda de loores y recompensas carnales.
De esta manera, Dios estará complacido con nuestras prácticas piadosas y seremos recompensados en los cielos conforme a su voluntad y le daremos a Él toda la Gloria y la Honra que merece.
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