jueves, 29 de diciembre de 2011

18/27 EL PRIMER SERMÓN DEL REINO

El Sermón del Monte
JESÚS Y LA ORACIÓN
                                                                  Mateo 6:5-15

            Ahora pasamos a estudiar Mateo 6:5-15 el cual dice: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Esta es una extensa porción, la cual podemos considerar la parte central del capítulo, y es en este párrafo donde Jesús señala la manera de orar que no es aceptable por Dios, luego presenta un modelo de oración que incluye los elementos y actitudes que sí agradan a Dios.

Ya hemos dicho que las prácticas de piedad religiosa u obras de justicia de las cuales el Señor habla en este capítulo 6 son motivadas, primeramente en el dar limosnas u hacer obras de misericordia, luego en orar y al final en la práctica de ayuno.

Jesús quiere asegurarse que toda oración que hagamos al Padre, a través del Espíritu Santo y en su nombre, sea hecha conforme a la voluntad de Dios y no conforme a hombre.

Veamos lo que el Señor desea enseñarnos en este mensaje:
I.    LA ORACIÓN QUE DIOS NO ACEPTA
II.   LA ORACIÓN QUE AGRADA A DIOS

I. LA ORACIÓN QUE DIOS NO ACEPTA
(Mt. 6:5-8)

A.    EL DRAMA DE LOS HIPÓCRITAS

1.                 Jesús no tenía que mandar a sus discípulos a orar, pues el orar era una práctica común de los judíos. Daba por sentado que oraban normalmente tres veces al día, por lo menos. “Y cuando ores, no seas (seáis) como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. El verbo ser en el (v. 5) es realmente un verbo del tiempo futuro, “no seréis”, pero lleva la fuerza de un imperativo. No tenía que mandarles a orar, pero tuvo que mandarles a “no orar como los hipócritas”.

2.                 No es tan importante el hecho de que ellos orasen en tal o cual lugar, o de pie. Hay oraciones en la calle y en las sinagogas que agradan a Dios. El énfasis está puesto sobre “la intención y la manera” de su oración. Los hipócritas amaban los lugares más conspicuos y donde había más personas para admirar su piedad. No solamente oraban en la calle, sino que marcaban el paso para llegar a la esquina de las calles más importantes justo cuando era la hora establecida para orar.

3.                 El término “calle” significa “lugar ancho y espacioso”, del cual se deriva nuestra palabra “platea”. Tenían la intención de obtener la atención y aplauso de las multitudes en las “plateas”. Hacían de las calles y sinagogas sus “teatros”. Al lograrlo, ya tenían toda su recompensa.

   B.               LA RECOMENDACIÓN DE JESÚS

1.                 En contraste con la ostentación pública de parte de los hipócritas, Jesús recomienda que busquemos un lugar privado, secreto, donde sólo Dios nos vería. El pronombre personal de segunda persona singular, “tu” (v. 6), en contraste con la forma plural en el versículo anterior, indica que se trata de una oración personal, no colectiva.

2.                 El Señor les dice Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. (v. 6b) esto significa que la oración debe dirigirse a Dios con el fin de agradarlo a Él, y no a las multitudes. Dirigirse a Dios, y solamente a Él, en la oración, en privado y en público, requiere una disciplina rigurosa y un motivo puro. El creyente tiene que decidir de una vez si su principal motivo es el de agradar a Dios, o a las multitudes. La fórmula se repite: “Y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público” (v. 6c).

3.                 Jesús no quiso indicar que la oración pública no fuera aceptable a Dios. Jesús mismo oraba en público y también los apóstoles, pero todos ellos mantenían una sólida vida de oración en privado que aseguraba que su motivo era puro al orar en público. 

     C.    LA PRÁCTICA INEFICAZ QUE JESÚS CONDENA
1.                  En los (vv. 7 y 8), Jesús vuelve a señalar una práctica ineficaz e inaceptable para Dios en la oración: la vana repetición. Explica por qué tal práctica es vana e innecesaria. La razón es que oramos a un Dios que ya sabe todo y que está predispuesto a oírnos y socorrernos.
2.                  Dos acotaciones importantes surgen de estos dos versículos:
a.     La primera es que Jesús no prohíbe repetir una oración.
                                                                                       i.      Jesús oró tres veces en el huerto de Getsemaní esencialmente la misma oración.
                                                                                     ii.      Jesús alabó la persistencia en la oración en la parábola de la viuda inoportuna (Lc. 18:1–8).
                                                                                    iii.      También el apóstol Pablo oró tres veces para que Dios quitara “el aguijón en la carne” (2 Co. 12:7, 8). El número tres probablemente debe entenderse no en el sentido estrictamente literal, sino como “muchas veces”.
                                                                                  iv.      El énfasis en el (v. 7) no recae sobre “repeticiones”, sino sobre “vanas”, palabras sin sentido. Shakespeare dice: “Mis palabras suben hacia arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan al cielo.”
b.     Lo segundo que deseamos acotar es el hecho de que vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que pidáis (v. 8) no significa que no debemos expresar nuestras necesidades. Por lo contrario, el hecho de que oramos a un Dios que ya sabe todo debe ser un fuerte aliciente para orar más frecuentemente y con más confianza.

3.                  Por otro lado, el hecho de repetir tantas veces al día “el Padre Nuestro”, en forma mecánica, pensando que tal práctica es meritoria, es entender mal la intención de Jesús. El puso un ejemplo de cómo debemos orar, es decir, utilizando los siete elementos de la oración modelo. La notable sencillez de la oración modelo está en agudo contraste con la palabrería de los incrédulos (v. 7).

II. LA ORACIÓN QUE AGRADA A DIOS
(Mt. 9-15)

     A.    LA ORACIÓN MODELO Y SUS ELEMENTOS      
          PARTICULARES

1.                  La oración modelo de los (vv. 9–13) es uno de los pasajes bíblicos más conocidos y más citados del NT. Lucas indica que Jesús entregó esta oración modelo a los discípulos cuando ellos le pidieron: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lc. 11:1).
2.                  Jesús destaca siete elementos necesarios en la oración, los cuales tienen una relación directa con el reino de Dios:

a.   Confianza: “Padre nuestro que estás en los cielos” (v. 9b) es una introducción de confianza. Debemos “llegar confiadamente al trono de la gracia” (He. 4:16). Dios es un Padre al cual apelamos en base a su amor, no con el fin de aplacar su ira. Padre nuestro indica la relación filial que tenemos con el Padre por medio de la fe personal en el Hijo. Los judíos, durante el período del AT, conocían a Dios como Padre (Comp. Dt. 32:6; Sal. 103:13; Is. 63:16), pero nunca en el sentido íntimo y personal como ahora en la era cristiana. También al decir “nuestro”, estamos reconociendo que otros tienen el mismo derecho y acceso a Dios y que son nuestros hermanos. Que estás en los cielos expresa la trascendencia, alteza y gloria de Dios, y pone en equilibrio la inmanencia expresada en “Padre nuestro”.

b.   Reverencia: “Santificado sea tu nombre” (v. 9c) es una expresión de reverencia que evita una confianza excesiva. Hay una tendencia de parte de algunos creyentes de tratarse con Dios con términos demasiado familiares, como por ejemplo, “mi pana”, “mi socio”, o “el Viejo de arriba”. Tal actitud dista mucho del concepto de los profetas (Is. 6:1–8), de Jesús y de los apóstoles (Hch. 9:3–6). Tanta era la reverencia de los judíos ante Dios que usaban con sumo cuidado su nombre, por temor de profanarlo. Esta reverencia les llevó a sustituir la palabra Jehovah por “Señor” (Adonai). Aun en la Septuaginta traducían el nombre “Jehovah” con el término kurios, que significa Señor.

c.   Sometimiento: “Venga tu reino” (v. 10a) expresa el deseo del que ora de que el reinado de Dios se concrete o se haga patente en esta tierra. El término griego basileía se usa con tres significados:
i.    El territorio sobre el cual el rey reina;
ii.    La dignidad real, su majestad y gloria; y
iii.   El ejercicio de su poder soberano, o su reinado efectivo.
En este contexto, es mejor entenderlo con el sentido de la tercera acepción. Su reinado llegará a su culminación gloriosa en la parousía, la Segunda Venida de Cristo, cuando todas las personas y todas las cosas se someterán, o serán sometidas, a Él (Fil. 2:9–11). Pero su reinado llegó en la persona de Cristo (3:2) y está llegando día a día, a medida que más y más personas se someten al reinado de Cristo en sus vidas.

“Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (v. 10b) expresa el deseo de la concreción del reinado de Dios en forma absoluta en la tierra, pues así lo es en el cielo. El verbo significa literalmente “que llegue a ser”. “Voluntad” es la traducción del término griego thélema que significa el resultado del deseo y propósito de Dios, o sea, lo que Él ha deseado. Dios ha revelado su eterno propósito, su voluntad, en la Biblia y supremamente en la persona de su Hijo Jesucristo. El súbdito del reino debe presentarse a su Rey cada día, someterse a su soberanía y prometerle obediencia en llevar a cabo su santa voluntad. En esta forma se concreta el reino de Dios entre los hombres.

d.   Dependencia: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (v. 11a) expresa total dependencia de Dios para proveer para nuestras necesidades. En este versículo Jesús se refiere por primera vez a las necesidades personales. El sometimiento a Dios debe ocupar el primer lugar. Luego, tenemos derecho de pedir aquellas cosas necesarias para llevar a cabo su voluntad. El “pan” representa todas nuestras necesidades materiales: comida, bebida, ropa, techo. Por inferencia, se puede incluir el “pan espiritual” en esta súplica, pero no es la idea básica. De cada día es una expresión difícil, pero probablemente debe traducirse “pan para mañana”. No hay conflicto entre este pasaje y 6:34 (no os afanéis por el día de mañana), pues la manera para evitar la ansiedad por el día de mañana es justamente encomendar nuestras necesidades a Dios hoy (Fil. 4:6).

e.   Perdón: Perdónanos...” (v. 12) expresa otra necesidad personal perenne: “perdón” de Dios. Ninguna oración es completa sin este elemento. Nuestras deudas expresa lo que debemos a otros. Lucas emplea en este lugar (Lc. 11:4) el término “pecados”, y así debemos entender el término “deudas” de Mateo. Broadus observa que en el arameo, lenguaje natal de Jesús y sus discípulos, el término usado para “deudas” se usaba frecuentemente para “pecado”. De todos modos, creamos una deuda para con Dios cuando no cumplimos lo que debemos hacer; es un pecado de omisión. El pecado de comisión también se considera como ofensa a Dios y como una deuda, según Lucas (Lc. 11:4). Jesús une en forma inseparable el recibir perdón de Dios y nuestra disposición de perdonar a otros (Comp. Col. 3:13). El texto indica que antes de pedir perdón, ya hemos perdonado a nuestros deudores. El verbo nosotros perdonamos (v. 12b) es un pretérito indefinido, indicando acción ya realizada. Jesús presentó el mismo principio en relación con la misericordia (5:7). Lucas agrega a todos los que nos deben (Lc. 11:4), evitando la práctica del perdón selectivo. En la parábola del siervo malvado (18:23–35), Jesús recalca el mismo principio.

f.     Humildad: No nos metas en tentación” (v. 13a) expresa el sentimiento de humildad, virtud que Jesús demostró y exige de los súbditos del reino. A la vez, la frase crea gran problema para algunos. A la luz de Santiago 1:13, ¿cómo puede Dios meternos en tentaciones?

Hay dos maneras de resolver el problema.
                                                                                     i.    El comentarista Stagg dice que Jesús no está insinuando que Dios meta a alguien en tentaciones, sino que es una manera poética para dar fuerza a la afirmación positiva: “líbranos del mal” (v. 13b). Un ejemplo sería: “Dadnos no las tinieblas, sino la luz.”
                                                                                       ii.    Más sencillo sería considerar el término “tentación” como “prueba”, que es una de las acepciones básicas del término griego peirazo (ver sobre 4:1). El Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser “tentado”, o “probado”. Es apropiado que oremos: “No nos metas en pruebas que no podamos vencer con tu ayuda” (1 Co. 10:13). Dios ciertamente permite que seamos probados para fortalecer nuestra fe y recordarnos de nuestra necesidad de andar con nuestra mano firmemente puesta en la de él (ver Ro. 5:3; 8:18, 28; Stg. 1:12–14). Compárese la experiencia de Job y Abraham.

“Líbranos del mal” expresa nuestro reconocimiento del poder soberano de Dios sobre todas las fuerzas en el mundo. “Mal” es un término un tanto ambiguo, pues no se puede determinar si es de género masculino o neutro en el texto griego. Por lo tanto, algunas versiones lo traducen “líbranos del malo.En efecto, no hay gran diferencia entre las dos opciones, pues “el malo”, o Satanás, es la fuente de todo “mal”. Se refiere a todo lo que podría inducirnos a pecar y ofender a Dios.

g.   Adoración: “¡Porque tuyo es el reino...!” (v. 13) es una expresión de adoración, o doxología, con que termina la oración. Este versículo no se encuentra en los manuscritos más antiguos, y por eso se omite en muchas de las versiones recientes. Nuestra versión lo incluye, pero entre corchetes. Una forma abreviada de la doxología apareció temprano en el segundo siglo en la Didache. Algunos consideran que se deriva de 1 Crónicas 29:11 ss.

3.                  Los (vv. 14 y 15) vuelven sobre el tema del (v. 12). “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Aquí, Jesús enfatiza un asunto que evidentemente pesaba mucho en su mente y debe pesar en la nuestra. Es casi una redundancia, como aparece frecuentemente para recalcar una verdad importante. El elemento nuevo que aparece en este pasaje es el uso del término “ofensas”, o más concretamente “transgresiones”, como RVA pone en su nota. Proviene de una palabra griega compuesta que significa “caer al lado de”, “pisar mal”, “pisar en falso”, o “tropezar”. Existen unos ocho términos descriptivos en griego que se refieren al pecado y éste, usado 19 veces en el NT, es uno de ellos.

4.                  En estos últimos versículos Jesús nos deja ver que Dios perdona nuestros pecados y olvida. Los hombres sólo disculpan. Si perdonáramos de veras, cómo Dios lo hace, también olvidaríamos. Los cristianos al pedir perdón por nuestras ofensas deberíamos decir: "Señor, perdona nuestras debilidades y pecados, y sabiendo que tú no te acuerdas más de ellos, haz que la gente también se olvide y que yo mismo también aprenda a olvidar". 

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Terminando esta porción entendemos que, todo hijo del Reino de los Cielos debe entender que Dios es nuestro Soberano y Todopoderoso creador y sustentador y por lo tanto, tenemos que saber cómo debemos referirnos a Él cuando deseamos algo de sus manos.
Si utilizamos tantos epítetos y títulos para referirnos a una eminencia terrenal, cuánto más debemos ser reverentes y conscientes de la posición de Dios para acercarnos a Él y pretender un favor de su persona.
Aprendamos a ser reverentes y respetuosos, a la vez de humildes para poder hallar en Dios el Padre favor y misericordia.

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