domingo, 13 de noviembre de 2011

4/27 EL PRIMER SERMÓN DEL REINO

El Sermón del Monte
BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE
Y
SED DE JUSTICIA
Mateo 5:6

            Estamos entrando en el estudio de la cuarta Bienaventuranza, la que nos habla de aquellos que tienen hambre y sed de justicia, mostrándonos la necesidad de los que viven preocupados por ver en este mundo una verdadera justicia. El pasaje dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. La versión del 2005 de la Liga Bíblica Mundial lo traduce de la siguiente manera: “Afortunados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán completamente satisfechos por Dios”.

Sabemos que las injusticias son fruto del pecado del hombre, es por tanto, que solamente los que son pobres de espíritu, aquellos que lloran por su pecado y los que sean mansos para saberse humillados delante de Dios, son los únicos que podrán experimentar esta Bienaventuranza.

            De esta manera podemos asegurar que las guerras, las amenazas que significan las bombas nucleares y las letales, así como toda la intranquilidad en que viven nuestros países, no serían preocupación, si todos fuésemos verdaderos cristianos amantes de la justicia.

            No hacemos nada con quejarnos de las injusticias de la vida, si no estamos dispuestos a predicar el evangelio de Cristo de palabra y con hechos, pues de otra manera nadie, absolutamente nadie, podrá ver en esta tierra, algún acto de justicia. Por lo tanto, nuestra labor tiene que ser, el predicar el evangelio puro, con toda sencillez y pureza, para que en la medida en que nuestro pueblo se convierta a Cristo, veamos más y más, reacciones justas en los hombres y por tanto en la nación que nos ha tocado vivir.

            La realidad es que todos sienten la necesidad de justicia, pero no todos están dispuestos a ser, lo que hay que ser, para ser saciados y felices por ver un mundo justo y conforme a la justicia de Dios. Pienso que debemos mirar hacia Dios, ver su sed de justicia y la forma en que Dios mismo satisfizo toda medida de justicia, revelando su propia justicia entre los hombres.

Lo hizo entregando a su propio Hijo, el justo por los injustos, para que las demandas de justicia que pendían sobre los hombres fuesen satisfechas en favor del hombre arrepentido, el cual, aceptando la muerte de Cristo, como sacrificio justo a su favor encontrara así la paga de su pecado para ser libre del pecado y de la muerte eterna.
           
Veamos pues, lo que Dios exige para que seamos Bienaventurados.
Bosquejo de estudio:
I.   HAMBRE Y SED
II.  LA JUSTICIA
III. PROMESAS PARA EL HAMBRIENTO Y EL SEDIENTO

I. HAMBRE Y SED

A.      EL HAMBRE Y LA SED DE JUSTICIA

1.         Cuando hablamos de hambre y sed de justicia, hablamos de la necesidad interna y el deseo ardiente que tiene el hombre de ser puro, limpio y sin mancha. Ningún hombre quiere y desea en lo más profundo de su ser, sentirse acusado y culpable. Todos, absolutamente todos nos esforzamos por auto convencernos de que somos buenos.

2.         Esto es algo natural en el hombre, por el hecho de que esta fue la experiencia de nuestros primeros padres cuando fueron creados a la semejanza e imagen de Dios. Antes de la caída, el hombre experimentó lo que era la verdadera justicia divina en él y el producto de ella, que era la felicidad completa.

3.         Cuando hablamos de tener hambre y sed, estamos hablando del deseo ardiente que experimentamos, de vernos libres del poder del pecado, de la esclavitud que él ejerce en nosotros, habiendo entendido que somos pobres de espíritu, que esta verdad nos lleva a llorar por el pecado que mora en nosotros y que reconocemos en humildad y mansedumbre lo que somos.

B.      EL HAMBRE, LA SED Y EL PECADO

1.         El apóstol Pablo nos muestra en Romanos 7 la veracidad de lo antes expuesto. Aquí se nos enseña la manera en que un creyente anhela ser librado del cuerpo de muerte que pende sobre él y la manera en que desea hacer la justicia de Dios sin el ataque del pecado que mora en él.

2.         Todo aquel que vive en el pecado no se sacia de pecar (2 P. 2:14), de esta misma manera en que un incrédulo tiene hambre y sed por el pecado, un creyente tiene que tener hambre y sed de justicia, buscando la santidad en el temor de Dios.

3.         Cuando hablamos de hambre y sed de justicia estamos diciendo que deseamos ser justos ante Dios, sabiendo que esto es lo fundamental para hallar la felicidad y por tanto resolver todos los problemas de injusticia que existen en la humanidad.

C.      EL HAMBRE Y SED DE DIOS

1.         Tener hambre y sed de justicia es tener hambre y sed de Dios. Todo hombre que nace de nuevo y ha gustado de la gracia de Dios, anhela ser justo ante los ojos de Dios, procura la santidad para tener comunión con Dios y dice como el salmista en Salmo 42:1-2 cuando dice: “Como el siervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?”

2.         Tener hambre y sed de Dios implica desear ser positivamente santo para estar en su presencia desde la madrugada como también dice el Salmo 63:1 - “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas.”

3.         Tener hambre y sed de Dios significa tener un deseo constante en la vida de conocer más cada día del Padre y tener un deseo ardiente de vivir en intimidad con él. Andar con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque sabemos que él es luz y no hay tinieblas en él. Además de aspirar a ser como Jesucristo su Hijo quien es nuestro ejemplo supremo.

II. LA JUSTICIA

        A.      LA JUSTICIA Y LA FELICIDAD

1.         Todo el mundo quiere ser feliz, pero la gran tragedia de este mundo es que aunque busca la felicidad, en ninguna parte la haya. Basta con echar una mirada al mundo en que vivimos y encontraremos que todo lo que abunda es tristeza, tragedia y desaliento.

2.         El gran problema de la humanidad es que busca la felicidad y el ser Bienaventurado, entendiendo que de acuerdo a la Palabra, la felicidad no se busca como un objeto que podemos encontrar o comprar con recursos terrenales, sino que más bien es el resultado de haber encontrado las virtudes que la producen.

3.         Ya hemos visto que en todas las bienaventuranzas estudiadas tenemos que alcanzar alguna virtud, para luego ser feliz por el resultado que esto produce en aquel que logra obedecer las demandas de Dios. Todos queremos ser felices entonces procuremos ser justos.      

B.      LA JUSTICIA Y LOS MEDIOS PARA ENCONTRARLA

1.         La gran tragedia de los hombres de esta tierra, incluyendo a muchos que se llaman creyentes y están dentro de las iglesias, es el que creen que pueden encontrar la felicidad por medio de experiencias que le producen cierto grado de euforia o alegría que con el tiempo sabemos que se esfuma.

2.         Es por esto que vivimos frustrados en la vida al darnos cuenta que los resultados que obtenemos no son los deseados, ni los buscados. El gran problema es que anteponemos la felicidad a la justicia y esto condena al que lo hace, a la desgracia.

3.         Tenemos que entender que la felicidad la encontraremos cuando aprendamos a ser justos y a anteponer la justicia de Dios delante de la felicidad, entendiendo que el medio establecido por Dios para ser felices es precisamente por hacer su justicia.     

C.      LA JUSTICIA DIVINA

1.         El encontrar la justicia divina es tan solamente el saber obedecer y poner por obra las enseñanzas e instrucciones de la Palabra de Dios con el fin de satisfacer las demandas de nuestro creador, en la medida en que ponemos sus demandas en acción con el fin de ser santificados.

2.         El gran problema es que cuando queremos ser felices, somos como el doctor que para curar a un enfermo ataca el dolor y no la causa del mismo, en vez de atacar la causa que produce este dolor para que desaparezca y el enfermo encuentre la verdadera felicidad al verse sanado.

3.         La justicia divina implica Justificación y Santificación, por tanto si queremos ser felices tenemos que invertir nuestro tiempo en ser primeramente justificados y al mismo tiempo santificados por el Espíritu de nuestro Dios, cada día de nuestra vida. Lo que estamos diciendo es que para ser felices tenemos que tener un deseo ardiente de liberarnos del pecado. O sea un deseo genuino de ser justos ante Dios.

III. PROMESAS PARA EL HAMBRIENTO Y EL SEDIENTO

A.      SERAN SACIADOS

1.         Cuando vemos esto en la Palabra de Dios, tenemos que dar muchas gracias a Dios, porque al fin podemos comprender el éxito de la felicidad entendiendo que, el gran problema de nosotros los seres humanos es que no nos saciamos con nada de lo que humanamente podamos obtener y sin embargo aquí se nos ofrece ser saciados. 

2.         Aquí podemos recordar las palabras de Nuestro Señor Jesucristo cuando dice: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás.” Por tanto es necesario que nos aseguremos de no tener hambre y sed de felicidad, sino hambre y sed de justicia para buscar a Cristo y ser como él.

3.         El ser saciado implica no tener necesidad de nada más de lo que hemos obtenido. Lo que nos indica que cuando somos saciados en el hambre y la sed de justicia, no tendremos necesidad de más experiencias que la de la felicidad y la dicha de haber sido saciados. Recordemos que los almacenes de Dios nunca se vacían, sus pozos nunca se secan.

B.      EL MOMENTO DE LA SACIEDAD

1.         El momento de la saciedad de aquel que teniendo hambre y sed de justicia busca la santidad en el temor de Dios, es inmediato. De hecho, el testimonio de todos aquellos que hemos gustado de la gracia de Dios y que entendemos lo que es el hambre y sed de justicia, es que no necesitamos nada más desde que esto fue una realidad.

2.         Entendemos además que aún siendo imperfectos, tenemos otra promesa que es la de la Santificación final, cuando seamos levantados de esta tierra, cuando estemos con Cristo en las nubes, allí el estar saciados será una experiencia permanentemente eterna.

3.         Aquel día todas las manchas del pecado habrán desaparecido, todo deseo pecaminoso será anulado, todo nuestro ser será santificado y veremos la cara del Señor eternamente, esto nos saciará por siempre.


C.      LA NECESIDAD DE SER SACIADOS

1.         Es algo que no tiene por que ser extraño, ya que todo aquel que se acostumbra a lo bueno no quiere dejarlo. Cuantos son aquellos que se pasan la vida luchando para saciarse y mientras más tienen más quieren.

2.         Esta es la realidad de los que son saciados espiritualmente, los que han gustado de la gracia de Dios y han experimentado hacer su voluntad y viven en santidad y honor. La experiencia gustada no la podemos olvidar, ni deseamos perderla, de ahí viene la necesidad de ser permanentemente saciados.

3.         La clave está en permanecer con la sed de la santidad de Dios, todo el tiempo de nuestra peregrinación, para que de esta manera seamos saciados por el Señor y aún cuando él venga nos encuentre haciendo su voluntad perfecta y podamos gozarnos eternamente con él.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Por medio de esta bienaventuranza podemos entender de manera conclusiva, que todo aquel que tiene hambre y sed de justicia es una persona que entiende que, por su condición de pecado, no puede tener comunión con Dios, pero la anhela profunda y desesperadamente, por tanto buscará por todos los medios obtenerla.
           
            Esperamos que usted sea uno de esos, para que sea saciado.

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