jueves, 27 de octubre de 2011

50/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Quincuagésima razón
 
PARA ALCANZAR SU GOZO
Y EL NUESTRO

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.
Hebreos 12:1-3

Es maravilloso ver como Dios desea que sus hijos experimenten el gozo que Él experimenta y que experimentó su Hijo Jesucristo al sentarse a su diestra. La realidad es que en el día de la reunión eterna estaremos más que maravillados por lo que Dios nos entregará para disfrutar en su gozo por la eternidad.
           
El pastor Piper en su devocional nos declara al respecto: «El camino que conduce al gozo es un camino duro. Es duro para nosotros, y fue duro para Jesús. Le costó la vida. Y puede costárnosla a nosotros. “Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz”. Primero la agonía de la cruz, después el éxtasis del cielo. No había otro camino. El gozo puesto delante de Él tenía muchos niveles. Era el gozo de la reunión con su Padre: “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Sal. 16:11). Fue el gozo del triunfo sobre el pecado: “Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (He. 1:3). Era el gozo de los derechos de estar rodeado con alabanzas del pueblo por quien murió: Habrá gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente, por no decir los millones que se arrepienten (Lc. 15:7).

¿Y qué de nosotros? ¿Ha entrado Él en el gozo y nos ha dejado en la miseria? No. Antes de morir, hizo la conexión entre su gozo y el nuestro. Dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11). Sabía cuál sería su gozo, y dijo: “Mi gozo estará en vosotros”. Nosotros que hemos confiado en Él nos regocijaremos del gozo de Jesús tanto como le es posible experimentarlo a las criaturas finitas.

Pero el camino será duro. Jesús nos advirtió: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn. 16:33). “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?” (Mt. 10:24-25). “Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Lc. 21:16-17). Ese es el camino que recorrió Jesús, y ese es el camino hacia el gozo, su gozo triunfante en nosotros, y nuestro gozo pleno.»[[1]]

La forma de presentar esta exhortación en Hebreos 12 nos traslada el pensamiento a los espectáculos de competencia de la Grecia antigua y lleva nuestra mente a la arena deportiva de cualquier estadio local de una ciudad griega, donde los atletas se preparaban velando porque su vestimenta fuese lo más ligera posible y donde competían para ganar un preciado galardón, mientras las gradas escalonadas del repleto estadio estaban llenas de espectadores, “Nuestro tan grande nube de testigos,” quienes estaban atentos a los pasos de los contendores de tal manera que observaban cada actitud que presentaban durante la competencia y quienes al mismo tiempo vitoreaban a unos y escarnecían a otros.
           
Las imágenes son excelentes, pues no sólo los atletas y testigos estaban presentes allí, sino estaba el árbitro, parado en la meta, en quienes los atletas tenían que poner su vista para no desviarse y para no desmayar. También estaba la estatua de Zeus (el Juez) quien proclamaba a los ganadores. Por último los galardones para entregar en la carrera, las coronas, que eran entregadas a los triunfadores los cuales experimentaban el gozo de la victoria.  

            Veamos el objetivo de esta porción bajo el siguiente bosquejo de estudio:
I.    CORRIENDO LA CARRERA
II.  PONIENDO LOS OJOS EN JESÚS
III. CONSIDERANDO PARA NO DESMAYAR

I. CORRIENDO LA CARRERA 
(He. 12:1)

A.      LA TAN GRANDE NUBE DE TESTIGOS   

1.         Esta porción tiene una evidente y natural conexión con todo el capítulo 11, donde se presentaron todos los héroes de la fe. Hombres y mujeres que en su tiempo determinado corrieron al igual que nosotros su asignada carrera y que ahora se encuentran en el cielo, la meta por excelencia.

2.         Esta tan grande nube de testigos está sobre las gradas del estadio donde corremos todos, aún el mismo autor de la epístola, quien se incluye dentro de los que corren, y están no sólo viendo y oyendo lo que ocurre, sino que como testigos, serán capaces de atestiguar acerca de nosotros.

3.         Estos creyentes han dado testimonio de todo lo que ha hecho Dios con ellos, ahora, por medio de la inspiración del Espíritu Santo a través del autor de esta epístola, que también nos muestra el final de su carrera para que tengamos también esperanza (He. 11:2, 4, 5, 39; Ro. 15:4).

B.      LA ACTITUD PREMEDITADA DEL ATLETA

1.         Un atleta no debe correr por correr, sin haber tenido un eficaz entrenamiento y sin tener bien claro lo que perseguirá con su carrera. En esta porción no sólo se nos declara que debemos correr, sino también la convicción firme de cómo debemos correr.

2.         Debemos plantear ahora que si corremos, debemos despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia, para poder avanzar con paciencia el trayecto que tenemos por delante. No podemos llevar puesto en esta jornada ningún tipo de elemento que nos pueda atar o detener pues la carrera en la que participamos es larga y dificultosa.

3.         Está claro que primeramente se nos enseña a despojarnos de todo lo que nos “estorba”. No podemos concebir un atleta en traje de gala o con una serie de prendas que le impidan dar pasos con toda libertad y agilidad. Lucas 21:34 nos explica de la misma boca de Jesús lo que son las cargas que nos impiden correr. Asimismo Colosenses 3:8; Santiago 1:21; 1 Pedro 2:1 nos demandan despojarnos de aquello que nos interfiere.

C.      LA CONVICCIÓN MENTAL DEL ATLETA DURANTE LA CARRERA

1.         El atleta, por experiencia, tiene necesariamente que crear convicciones en su mente y en su corazón que le permitan dominar toda clase de deseos que se opongan al propósito establecido, que es llegar a la meta y lograr el galardón. Por esta causa debemos establecer algunas reglas que deben transformarse en convicciones.

2.         Estos principios deben ser declarados de la manera siguiente y conforme a la Palabra de Dios:
a.  Todo atleta tiene que correr con libertad (He. 12:1).
b.  Todo atleta debe concentrarse en el objetivo (He. 12:2).
c.   Todos pueden alcanzar el objetivo (2 Ti. 4:7,8).
d.  Todos deben desear la corona (Hch. 20:24).    
e.   Todos deben correr para ganar (1 Co. 9:24).
f.    Todos deben vigilar de no ser estorbados por nada (Gá. 5:7,8)
g.  Todos tienen que pensar que el premio a ganar es el más sublime de todos. (Fil. 3:13,14).

3.         De igual manera, el que corre entenderá que debe luchar legítimamente como atleta para poder obtener la corona, sabiendo que este galardón es el más grandioso que un creyente puede recibir de Dios. Estas son:
a.  LA CORONA DE JUSTICIA – (2 Ti. 4:7,8)
b. LA CORONA INCORRUPTIBLE – (1 Cor. 9:25)
c.   LA CORONA DE VIDA – (Stg. 1:12 y Ap. 2:10)
d.  LA CORONA DE GOZO – (1Tes. 2:19 y Fil. 4:1)
e.     LA CORONA DE GLORIA – (1 P. 5:1-4)

4.         Recordemos que esta no es una carrera de velocidad, sino de resistencia y perseverancia, por tanto debemos correrla con toda la paciencia del Señor.

II. PONIENDO LOS OJOS EN JESÚS
(He. 12:2)

A.      ALGUIEN A QUIEN IMITAR

1.                  El autor de la epístola nos exhorta para poder resistir con paciencia y nos dice: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Esto es una grandiosa bendición, el tener a alguien a quien imitar y no correr sin saber como hacerlo o hacia donde ir.

2.                  El texto nos recuerda el deseo de todo atleta de alcanzar y aún superar las hazañas de los demás predecesores. Cristo es el atleta por excelencia y aún sabiendo que no podemos superarlo, tenemos que ser como ese que ha hecho lo máximo por alcanzar el galardón.

3.                  Jesús es el que ha hecho realidad nuestra salvación (He. 2:10). Él es el que ha entrado en el santuario celestial como precursor (He. 6:19-20). Él es el que ha abierto un camino nuevo y vivo que nos lleva a este santuario que es nuestra meta (He. 10:20).

4.         Por esto y por mucho más Jesús es considerado como el más grande vencedor, superior a todos los héroes de la fe, por lo cual el autor a los hebreos le guardó un título y un lugar especial.

B.      LA MOTIVACIÓN DE AQUEL A QUIEN IMITAMOS

1.         Ahora se declara lo que motivó a Jesús para emprender la carrera y para llegar a obtener la victoria. El texto nos dice: “…el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”. Él quiere que nosotros tengamos la motivación que Él tuvo para que con gozo alcancemos lo que Él alcanzó.

2.         Podemos pensar en muchos de aquellos hechos que fueron parte de la visión de Jesús en el momento en que iba a la Cruz del Calvario, que luego se convirtieron en causa de gozo, al punto tal de ser la gran motivación por la que él estuvo dispuesto a soportar la cruz y sufrir el martirio “menospreciando el oprobio”. Lo que nos lleva a investigar sobre esta gran motivación.

3.         Podemos decir que uno de estos hechos, era el saber que muchos habrían de creer para ser salvos (Jn. 17:20,21), algo más a considerar podría ser el hecho que estaría sentado a la diestra del trono de Dios y que toda rodilla se doblaría ante Él y toda lengua confesaría que Él es el Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 2:10-11). Son muchas razones o tal vez el conjunto de todas, que produjeron ese gozo inefable que le sirvió como la gran motivación para ser el “…autor y consumador de la fe, sufriendo la cruz y menospreciando el oprobio”.

C.      EL OBJETIVO DE LA CARRERA

1.         Evidentemente que el objetivo de la carrera, de acuerdo a este pasaje es nada más y nada menos que sentarse a la diestra del trono de Dios. Volver a tomar el lugar que había dejado para humillarse y ser semejante a los hombres.

2.         Jesús tuvo una ilusión durante el transcurso de la carrera, en la cual, ofreció su vida, fue a la muerte, esperó el momento de la resurrección y ascensión a los cielos para sentarse en el trono, a la diestra de Dios.

3.         El escritor a los hebreos cita nuevamente la escena que se profetiza en el Salmo 110:1 que dice: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. Texto que vemos en otros muchos pasajes del N.T. (Mt. 22:44; Mr. 12:36; Lc. 20:42-43; Hch. 2:34-35; 1 Co. 15:25; Ef. 1:20-22; Col. 3:1; He. 1:13; 8:1; 10:12-13; 12:2).

III. CONSIDERANDO PARA NO DESMAYAR
(He. 12:3)

A.      MIRANDO CON TODO CUIDADO

1.         Ahora el autor de la epístola nos llama a mirar con cuidado toda la vida de Jesús, considerando lo que tuvo que enfrentar. Literalmente él nos está diciendo que comparemos nuestras vidas con la de Jesús, que la tomemos y nos apropiemos del más mínimo detalle de todo su sufrimiento para que sea nuestra motivación.

2.         Dios requiere que cada creyente mire objetivamente la vida de Jesús, que valore cada uno de los acontecimientos que le causaron profundo dolor, de tal manera que podamos entender que antes de que nosotros padeciéramos por Él. Él experimentó el más cruel y vil de los sufrimientos.

3.         El autor de la Epístola a los hebreos no quiere que veamos la vida de Jesús como muchos la ven, de manera superficial, sin propósitos y siendo evidentemente subjetivo, sin la oportunidad de extraer de ella todo lo que nos pueda ser de motivación y consuelo para resistir en nuestra vida cristiana, que nunca se asemejará a lo que él soportó.

B.      LA CONTRADICCIÓN DE PECADORES

1.         Es evidente para todos, por el relato bíblico, que no hubo otro ser en el mundo que fuese más contrarrestado en su doctrina que Jesús, principalmente de parte de los de su propia nación como nos dice Juan 1:11 “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.

2.         Esto nos deja dicho que desde el principio Jesús estaba condenado a tener todo tipo de oposición a sus enseñanzas, principalmente en aquellas que mermaban los intereses del judaísmo legalista y pecaminoso de su tiempo, así como las arcas de los principales religiosos que vivían comprando las conciencias de los prosélitos.

3.         Estos pecadores contradijeron al Señor en todo, convirtiendo esta oposición en toda clase de vejámenes, maltratos y crueles actitudes que marcaron la vida de Jesús con el título de: “El mártir del Gólgota”. Persecución que continuaría en la vida de todos aquellos que abrazaran la fe de Jesús (Jn. 15:18-16:4).

C.      NO HAY LUGAR PARA DESMAYAR

1.         Se dice que cuando un creyente hace un acto de introspección, se ocasiona una especie de fatiga y desaliento espiritual, que le lleva a pensar en abandonar las filas del cristianismo y a dejar la carrera de la fe.

2.         Por esta causa el autor de la epístola a los hebreos nos propone que no miremos a nosotros mismos y a nuestros sufrimientos, pues ciertamente caeríamos continuamente en profundas depresiones que nos mantendrán espiritualmente apagados y con una actitud de conmiseración para con nosotros mismos.

3.         Dios quiere que miremos a Cristo, porque al mirar su vida y sus sufrimientos por nosotros, de inmediato renovamos fuerzas y aumenta nuestro valor para continuar la carrera que hemos emprendido. Esto también sucede cuando vemos los sufrimientos de otros mártires de la historia cristiana (Fil. 1:12-14).

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Es ciertamente grandioso observar el ejemplo de Cristo y de todos aquellos héroes de la fe que como nos dice nuestro texto de hoy, son “nuestra tan grande nube de testigos” en la carrera que hemos emprendido.
Es gratamente motivador que tengamos a quien mirar para no desmayar y así alcanzar la corona de la victoria.
Podemos concluir con las palabras finales del pastor Piper en su devocional cuando expresa: «Del mismo modo que la esperanza de gozo capacitó a Cristo para soportar la cruz, nuestra esperanza de gozo nos capacita para sufrir con Él. Jesús nos preparó para esto mismo cuando dijo: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Mt. 5:11-12). Nuestro premio será gozar a Dios con el verdadero gozo que el Hijo de Dios tiene en su Padre.
Si Jesús no hubiese muerto voluntariamente, ni Él ni nosotros podríamos alegrarnos jamás. Si hubiera sido desobediente, nosotros habríamos perecido en nuestros pecados. Su gozo y el nuestro fueron adquiridos en la cruz. Ahora lo seguimos en el camino del amor. Nosotros consideramos “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18). Ahora soportamos reproches con Él. Pero entonces habrá un gozo sin merma. Todo riesgo que requiera el amor lo soportaremos. No con heroico poder, sino en la fortaleza de la esperanza de que “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.” (Sal. 30:5b).»[[2]]


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 114-115.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 115


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