viernes, 7 de octubre de 2011

47/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Cuadragésima séptima razón
PARA RESCATAR A LAS PERSONAS
DE TODO LINAJE, LENGUA,
PUEBLO Y NACIÓN

“Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos;
Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”.
Apocalipsis 5:9

Estamos ahora viendo la Cuatrigésima quinta razón por lo cual Nuestro Señor Jesucristo sufrió y murió por nosotros. Esta razón está basada en la segunda parte de la sección del libro del Apocalipsis la cual se ha identificado como el prólogo de la tercera parte del libro, la cual se ha identificado como “Las cosas que han de ser después de estas.”

Según apunta el pastor Piper en su devocional: «El escenario es el cielo. El apóstol Juan ha estado ofreciendo una perspectiva del futuro en las manos de Dios. “Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro... sellado con siete sellos” (Ap. 5:1). Abrir el libro significa desplegar la historia del mundo en el futuro. Juan llora porque parece que no hay nadie que pueda abrir el rollo. Entonces uno de los seres celestiales dice, “No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido, para abrir el libro” (5:5). Esta es una referencia a Jesucristo, el Mesías, Él ha conquistado por su muerte y resurrección. Entonces Juan lo mira: “Vi en pie un Cordero, como inmolado” (5:6).
           
Entonces los seres celestiales alrededor del trono se postraron y adoraron a Cristo. Cantaron una nueva canción. Sorprendentemente, la canción anuncia que es la muerte de Cristo lo que lo hace digno de abrir el libro de la historia. La implicación es que la muerte de Cristo fue necesaria para lograr el propósito global de Dios en la historia. “Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos porque tú fuiste inmolado, y con su sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (5:9).

Cristo murió para salvar a una gran diversidad de pueblos. El pecado no respeta culturas. Todos los pueblos han pecado. Cada raza y cultura necesita reconciliarse con Dios. Como la enfermedad del pecado es mundial, mundial es el remedio. Jesús vio venir la agonía de la cruz y habló osadamente sobre el alcance de su plan. “Si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo” (Jn. 12:32). Al planear su muerte, abrazó al mundo entero.

El cristianismo comenzó en el Oriente. Con los siglos ha habido un importante cambio hacia Occidente. Pero cada vez más ahora, el cristianismo no es una religión de Occidente. Esto no es sorpresa para Cristo. Ya en el Antiguo Testamento su impacto mundial fue predicho: “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti” (Sal. 22:27). “Alégrense y gócense las naciones” (Sal. 67:4). Así que cuando Jesús llegó al final de su ministerio en la tierra, hizo explícita su misión: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lc. 24:46-47). El mandato a sus discípulos fue inequívoco: “Id y haced discípulos a todas las naciones(Mt. 28:19).
           
Jesucristo no es una deidad tribal. No pertenece a una sola cultura o grupo étnico. Él es el “cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). “No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:12-13). Clama a Él ahora, y únete a la gran legión mundial de los redimidos.»[[1]]

Veamos esta razón bajo el bosquejo que sigue a continuación:         
I.     LA VISIÓN DEL ROLLO SELLADO
II.   LA BÚSQUEDA DE ALGUIEN DIGNO DE ABRIRLO
III.  EL PROPÓSITO POR EL CUAL ABRIÓ EL LIBRO

Veamos de inmediato, lo que revela el Señor en esta visión:
I. LA VISIÓN DEL ROLLO SELLADO
(Ap. 5:1)

 

A.       VISIÓN DEL ROLLO


1.         Como vemos en esta porción, el apóstol Juan describe la visión de esta manera: “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.” Lo que él describe aquí es un rollo tal y cual se usaba en los tiempos del Antiguo y aún del Nuevo Testamento, donde se sabe que cada libro escrito se presentaba en rollos o pergaminos que en conjunto contenían todo el escrito del autor, en el caso de que sus escritos fuesen muy abundantes.

2.         Este rollo a diferencia de los rollos mencionados tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, era un rollo: “escrito por dentro y por fuera,” además era un rollo que estaba sellado con siete sellos, detalle que si era usual en algunos casos, como en el que se menciona en el libro de Daniel en (12:9).   

3.         Cuando se dice que este libro estaba escrito por fuera y por dentro, lo que se está diciendo es que estaba escrito por delante del pergamino y por detrás del mismo, lo cual no era muy común en las costumbres antiguas, ya que en la generalidad de los casos, los pergaminos se escribían por un solo lado.

 

B.       SIGNIFICADO DE LOS SIETE SELLOS


1.         Este papiro, libro o rollo, contiene todo el juicio de Dios, y el apóstol Juan ve que está sellado con siete sellos. En el pasaje de (Dn. 12:9) que citamos en el punto anterior, nos habla de las palabras reveladas por Dios para el tiempo del fin, de las cuales Dios dice a Daniel: “Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.”

2.         Podríamos decir que el rollo que ahora tiene en la mano derecha, el que está sentado en el trono, era el mismo rollo que se dio a Daniel para que lo guardase hasta el tiempo del fin. Pero esta misma imagen que se presenta en Daniel es la misma que vemos en (Is. 29:11,12) cuando dice: “Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado.”

3          La expresión utilizada por el apóstol Juan evidentemente, nos quiere enseñar que lo que aquí estaba escrito, lo estaba en condiciones especiales, de tal forma que nadie podía conocer lo que era el contenido de este libro, pues por el hecho de estar sellado nadie lo podía abrir y más cuando se presenta la idea de los 7 sellos, que sine quo non, presenta la plenitud de esta acción.

 

C.      CONTENIDO DE LOS SELLOS Y LO QUE DESENCADENAN


1.         Mas adelante veremos que los siete sellos al ser desatados dan a conocer de inmediato los acontecimientos que se irán desarrollando dentro del período de la gran tribulación, los cuales se presentan como la primera serie de juicios de Dios y se revelan en (Ap. 6:1 a 8:5).

2.                  Según el dato bíblico, la apertura del séptimo sello dará inicio a la segunda serie de juicios, que toma aquí el nombre de las siete trompetas, las cuales se tocarán en el orden establecido en (Ap. 8:6 a 15:8).

3.                  Por último, la última trompeta nos narrará el desarrollo de la tercera y última serie de juicios, que se denomina en (Ap. 16:1-21) como las siete copas de la ira.

 

II. LA BÚSQUEDA DE ALGUIEN DIGNO DE ABRIRLO

(Ap. 5:2-5)
           

A.       EL ÁNGEL PREGONERO


1.         Después que el apóstol Juan ve el libro sellado que estaba en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, visualiza al ángel pregonero. Este ángel era un ángel fuerte según es descrito en la visión, y no solamente era fuerte, sino que pregonaba lo que veremos a gran voz.

2.         El pasaje que a continuación vemos aquí no identifica el nombre, ni las características personales de este ángel, sino que solamente se ocupa de presentarnos la función que el mismo desarrolla frente a la visión que el apóstol Juan recibe en este momento.

3.         La expresión utilizada por Juan al decir que este ángel pregonaba a gran voz, nos da la idea de uno que vocifera con tal capacidad que todo el universo oía lo que él pregonaba, de tal forma que nadie pudiese decir que no se había dicho lo que él ha dicho.

B.      PROCLAMACIÓN DEL ÁNGEL Y REACCIÓN DEL APÓSTOL JUAN

1.         Las palabras pregonadas por el ángel que el apóstol Juan alcanza a ver están descritas en (Ap. 5:2b), y están declaradas a modo de pregunta, este pregonaba: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aún mirarlo.”

2.         Esta simple pregunta dejó al mundo creado sin habla. Noten lo que se dice inmediatamente después de esta pregunta. Esto es algo impactante e impresionante, de tal manera que cuando el apóstol Juan se da cuenta de  que nadie, ni aún los ángeles, ni los querubines, ni los serafines, ni aún los veinticuatro ancianos, ni los cuatro seres vivientes, ni nada de lo que había sido creado, tenía capacidad o facultad para abrir el libro y desatar sus sellos, este se echa a llorar.

3.         Al apóstol Juan le entra una tristeza profunda, este llora con quejidos, al darse cuenta de la incapacidad de hallar respuesta para la pregunta del ángel pregonero. La idea que se presenta aquí es que al parecer el apóstol Juan pensaba que no se encontraría nadie con poder de abrir el libro, desatar sus sellos y por consiguiente dar a conocer el contenido de lo que ocurriría en el mundo o más bien desplegar la historia del mundo en el futuro.

C.      EL CONSUELO DEL APÓSTOL JUAN POR UNO DE LOS VEINTICUATRO ANCIANOS

1.         Mientras el apóstol Juan se hallaba sollozando, según el texto, era visto por los personajes a los cuales él estaba observando en la visión. El texto nos apunta que de dentro de los que estaban alrededor del trono, y de dentro del grupo de los veinticuatro ancianos, uno se dispuso a venir donde estaba el apóstol Juan para consolarle en su dolor.

2.         Este anciano de seguro fue encomendado por Dios para revelar a Juan lo que ahora sería un consuelo para él. Este consuelo estriba en lo que nos dice el (v. 5): “Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” Esta información que recibe el apóstol Juan era algo conocido en principio, por él, pero según vemos en el texto, él no había relacionado todo esto con la capacidad del Señor Jesucristo y su obra redentora, para ser el único digno de realizar esta hazaña, porque había vencido.

3.         Cuando vemos esta actitud del anciano al dar esta noticia al apóstol Juan, no solamente esto trajo regocijo a él, sino que trajo verdadera respuesta a la pregunta del ángel pregonero así como al mismo Juan. En el punto que sigue veremos como se nos enseña a disfrutar de las características que hacen digno a Jesucristo de abrir el libro y desatar los sellos que mantenían oculta esta profecía.


Veamos por último:

III. EL PROPÓSITO POR EL CUAL ABRIÓ EL LIBRO
(Ap. 5:5-14)

A.      EL LEÓN DE LA TRIBU DE JUDÁ

1.         El texto que nos ocupa ahora describe las características de aquel que se halló digno de abrir el libro y de desatar sus sellos. La primera característica planteada por el anciano al apóstol Juan es la que lo presenta como: “El león de la tribu de Judá, la raíz de David.”

2.         Esta descripción descrita por el anciano apunta a la profecía pronunciada por Jacob, cuando a punto de morir reunió a sus hijos para declararles lo que había de acontecer con todos sus hijos. En (Gn. 49:9,10) nos dice Jacob acerca de Judá: “Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo; ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.” 

3.          Aquí se plantea que esta profecía tendrá su cumplimiento cuando Cristo, como el León de la tribu de Judá venga sobre Israel y aplaste a los enemigos de su pueblo y vengue la sangre de los redimidos. Ese día para Juan ha llegado al oír de boca de este anciano, quien es el único digno de abrir el libro y desatar sus sellos.

4.         Asimismo, el anciano declara que Jesús es la raíz de David, apuntando a otras profecías dadas en (Is. 11:1-5; Ro. 15:12; Ap. 22:16) donde se plantea que el Mesías prometido ocuparía el trono de David eternamente como dice (Ro. 15:12) apuntando a (Is. 11:10): “Y otra vez dice Isaías; Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él.”

B.      PROPÓSITO DEL LEÓN DE LA TRIBU DE JUDÁ

1.         La dignidad del Señor estriba en que no solamente él es el León de la tribu de Judá, la raíz de David, sino que también él es el cordero inmolado, el cual se entregó voluntariamente en la cruz del Calvario como sacrificio por nuestros pecados. Por este hecho, él se ha encontrado digno de hacer esta hazaña.

2.         Este cordero no se presenta ahora como un simple y manso cordero, sino que se presenta como uno que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Esto nos enseña que este cordero, que ahora se manifiesta para abrir el rollo y desatar sus sellos, siendo humilde para vencer, es fuerte y poderoso para juzgar.

3.         Este cordero está de pie, con vida y preparado para enfrentar a todos aquellos que no han sido obedientes a la voluntad de Dios. Toma ahora el libro y causa gran impacto ante los que allí se hallaban (5:7-10). La implicación es que la muerte de Cristo fue necesaria para lograr el propósito global de Dios en la historia. “Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos porque tú fuiste inmolado, y con su sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (5:9).

4.         Esta visión sugiere que el cordero con siete cuernos que manifiesta su gran poder, también con sus siete ojos muestra su inteligencia y sabiduría, así como la ayuda del Espíritu Santo que mantendrá un ministerio sumamente activo durante el tiempo de la gran tribulación, donde él ayudará a llevar a cabo el plan majestuoso del cordero todopoderoso.

C.      ADORACIÓN A DIOS Y AL CORDERO

1.         El texto concluye en esta porción con una muestra de adoración en el cielo de todo ser que se encuentra en el cielo y en la tierra. El texto lo expresa así en (5:11-14): “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos”. 

2.          Esta adoración al igual que la que vimos en el capítulo 4, viene porque Dios es un Dios vivo y vive por los siglos de los siglos, al igual que lo es el Cordero que fue inmolado, el cual aquí toma el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza que tenía antes de su humillación.

3.         Esta porción nos recuerda lo que dice el apóstol Pablo en (Fil. 2:9) cuando habla de la kenosis de Cristo diciendo: “Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre que es sobre todo nombre, para que el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.”.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
La conclusión de esta porción nos lleva a entender que nuestro Señor Jesucristo es el gran rey soberano del cielo y de la tierra, es por su obra todo digno de la adoración celestial y aún de los terrenales. Cuando ningún ser creado puede recibir adoración, él por que es Dios recibe toda la adoración por su victoria y por sus hechos portentosos. Adorémosle por los siglos de los siglos.            


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 108-109


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