miércoles, 21 de septiembre de 2011

41/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Cuadragésima primera razón
PARA LIBRARNOS DE LA ESCLAVITUD
DEL MIEDO A LA MUERTE

“Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos;  Todo lo sujetaste bajo sus pies.
Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”.
Hebreos 2:5-15
  
            Iniciando esta trigésima razón por lo cual Jesús sufrió y murió en la Cruz del calvario, citamos lo que dice el pastor Piper en su devocional: «Jesús llamó a Satanás homicida. “El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (Jn. 8:44b). Pero su principal interés no es matar. Es condenar. En realidad, prefiere que sus seguidores tengan vidas largas y felices para hacer mofa de los santos que sufren y esconder los horrores del infierno.

Su poder para condenar a seres humanos no reside en él, sino en los pecados que inspira y las mentiras que dice. La única cosa que condena a cualquiera es el pecado que no ha sido perdonado. Hechicerías, brujería, vudú, espiritismo, maldiciones, magia negra, apariciones, voces: nada de esto echa a una persona en el infierno. Estas son campanas y pitos del diablo. El arma letal que él tiene es el poder para engañarnos. Su principal mentira es que la exaltación propia es más de desear que la exaltación de Cristo, y el pecado, preferible a la justicia. Si esa arma pudiera quitársele de su mano, no tendría más el poder de la muerte eterna.

Eso es lo que Cristo vino a hacer: arrancar esa arma de la mano de Satanás. Para hacerlo, tomó sobre sí nuestros pecados y sufrió por ellos. Cuando esto ocurrió, el diablo no pudo seguir usándola para destruirnos. ¿Mofarse de nosotros? Sí, ¿Pero condenarnos? No. Cristo cargó con la maldición en lugar nuestro. Por mucho que lo intente, Satanás no puede destruirnos. La ira de Dios es quitada. Su misericordia es nuestro escudo. Y Satanás no puede tener éxito contra nosotros.»[[1]]

            Continuando con la serie de estudios sobre las razones por las cuales nuestro Señor Jesucristo sufrió y murió por nosotros, entramos en el capítulo 2 de la epístola a los Hebreos para ver nuestra trigésima novena razón, la cual nos indica que Cristo sufrió y murió para librarnos de la esclavitud del miedo a la muerte.

Dentro de esta porción bíblica aprenderemos cómo el más fiel exponente de la raza humana (DIOS-HOMBRE), EL HIJO DEL HOMBRE, tenía que ser entregado en manos de hombres pecadores, para que lo maltrataran y lo crucificaran, porque se había propuesto pagar por aquellos a quienes había de rescatar de las manos del diablo y de su servidumbre por temor a la muerte.

            Veamos esta enseñanza bajo el siguiente bosquejo de estudio:

I.   EL HIJO SOJUZGARÁ EL MUNDO
II.  EL HIJO LOGRA LA VICTORIA EN SU MUERTE
III. EL HIJO SE IDENTIFICA CON SU PUEBLO

I. EL HIJO SOJUZGARÁ EL MUNDO
(He. 2:5-9)

A.      LA CREACIÓN PERFECTA DE DIOS

1.         Dios declaró el sexto día de la creación, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:26a). Este decreto produjo un ser capaz de sujetar y de enseñorearse sobre toda especie de vida en la tierra, era un hombre perfecto que podía cumplir con el propósito divino.

2.         A este hombre Dios bendijo y le dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1:28). Dios no escogió a ángeles para sujetar el mundo en que hoy estamos, sino que lo entregó a Adán (su mejor creación) para que lo sujetara.

3.         Entendemos por tanto que ese hombre perfecto es el que se describe en el Salmo 8:4-6 cuando dice: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies”. Este hombre es el que se nombra en el Nuevo Testamento como “EL PRIMER ADÁN” (1 Co. 15:45).

B.      LA CAÍDA Y FRUSTRACIÓN POR EL PECADO

1.         Leamos ahora Romanos 5:12 cuando dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Por este pasaje sabemos que la entrada del pecado en el mundo fue por medio de ese primer Adán, el cual estropeó la “IMAGEN” conforme a la cual Dios lo había creado, y de igual manera trastornó el dominio del hombre sobre la tierra lo cual fue un hecho penoso y difícil.

2.         Está claro que Dios creó a su imagen y semejanza al primer Adán para hacer su obra y no a los ángeles, pero al permitir este hombre que el pecado entrase en él, todo se deterioró y cayó y los planes de Dios, fueron aparentemente frustrados.

3.         Es por esta causa que el mundo cayó bajo maldición y nunca más ha podido el hombre sin Dios, sujetar todas las cosas bajo su dominio como era el deseo y el propósito de Dios.

C.      EL APARENTE FRACASO DEL PROPÓSITO DIVINO

1.         Leamos el (v. 8) que dice: “Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”. Esto nos indica que ha habido un fracaso aparente dentro de todo lo que Dios ordenó y planteó para el hombre creado.

2.         En cierta manera esto es una realidad, en el sentido de que Dios creó todo, lo sujetó a Adán y lo puso todo bajo sus pies y no dejó nada que no estuviera sujeto a él.

3.         Ahora bien, es un hecho del cual todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas a ese hombre creado, pero todos sabemos que la causa única de ese aparente fracaso es el mismo hombre y su amor al pecado. Es por tanto una realidad que por causa del pecado el hombre está muy lejos de cumplir este alto destino.
  
II. EL HIJO LOGRA LA VICTORIA EN SU MUERTE
(He. 2:9)

A.      EL HIJO ES HECHO UN POCO MENOR QUE LOS ÁNGELES

1.                  Dijimos que el hombre fracasó en su intento de llevar a cabo los planes y propósitos divinos ya que permitió que el pecado entrara y lo corrompiera todo.

2.         Ahora Dios por medio del postrer Adán remediará los males causados por el fracaso del primero y sujetará a sí “el mundo venidero acerca del cual estamos hablando” (2:5). Hecho que no es ni será patrimonio de los ángeles.

3.         Por esta causa Dios se hizo en Cristo un poco menor que los ángeles para lograr su anhelado propósito, lo cual se nos enseña en Filipenses 2:6, 8 cuando dice: “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

B.      EL HIJO HONRA EL DESIGNIO DIVINO

1.         Dejamos establecido en el punto anterior que el hombre perfecto que Dios creó y a quien se le sujetaron todas las cosas por el decreto divino, no pudo cumplir su designio.

2.         Ahora podemos hacernos una pregunta ¿Quién podía honrar el designio inicial del Creador? Esta respuesta la hallamos en el v. 9 de este capítulo 2 de Hebreos, donde aprendemos que el plan divino solamente se puede cumplir en el “Redentor”.

3.         La respuesta es muy simple y la sacamos de 1 Corintios 15:45 cuando dice: “Así también está escrito: Fue hecho el primer Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”. Cristo quitó el pecado y la muerte por el sacrificio de sí mismo, y a quien contemplamos “Coronado de gloria y de honra” a la diestra de Dios.

C.      EL HIJO GUSTÓ LA MUERTE POR TODOS

1.         Esta frase “…para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” es una de las muchas que recalcan el sentido profundo y real de la muerte expiatoria y vicaria de Cristo, la que al mismo tiempo nos lleva a una adoración profunda al pie de la Cruz.

2.         Es maravilloso pensar que un ser tan excelso se dignó a humanarse para tal fin, “…anulando el acta de los decretos que había contra nosotros… y clavándola en la cruz” (Col. 2:14). Y todo esto por la excelsa gracia de Dios, lo que significa que nadie es merecedor de tan grande don por más esfuerzo que hiciese.

3.         De igual manera vemos como esta obra vicaria tiene un alcance “UNIVERSAL”, esto se advierte al decir: “GUSTÓ LA MUERTE POR TODOS”. Y el Apóstol Juan declara esta misma verdad cuando dice: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. (1 Jn. 2:2). Esta obra se convierte en la restauración de todo el propósito de Dios.

III. EL HIJO SE IDENTIFICÓ CON SU PUEBLO
(He. 2:10-15)

A.      PARA DESTRUÍR AL QUE TENÍA EL IMPERIO DE LA MUERTE      

1.         El texto por excelencia es el de Romanos 6:23 que dice: “La paga del pecado es muerte”. Este decreto divino tenía que cumplirse tanto en la raza pecadora como en la persona del Hijo, quien al encarnarse se sujetó a todas las características humanas, y aunque no pecó, cargó con nuestro pecado.

2.         Está claro el hecho de que Dios es inmortal en su misma naturaleza y por tanto el autor de la vida, por lo que si quería satisfacer su justicia era preciso que el Hijo se encarnara, participando de la carne y de la sangre de los “hijos” a quienes había de salvar.

3.         De esta manera podía “…destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de muerte, esto es, al diablo”. Así se dice en Hebreos 2:14, por tanto la humanidad del Hijo era necesaria para los efectos de la muerte vicaria y expiatoria y para lograr el rescate de nuestra alma de forma perfecta.

4.         El pastor Piper dice al respecto: «Para lograr este rescate, Cristo tenía que tomar una naturaleza humana, porque sin ella no podría experimentar la muerte. Solo la muerte del Hijo de Dios podría destruir al que tenía el poder de la muerte. De ahí que la Biblia dice: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, (=tenía una naturaleza humana), él también participó de lo mismo (=tomó una naturaleza humana), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” (He. 2:14). Cuando Cristo murió por los pecados, le quitó al diablo su única arma letal: el pecado irredento.»[[2]]

B.      PARA TRIUNFAR SOBRE EL DIABLO DESTRUYENDO SU IMPERIO

1.         Este (v. 14) nos dice que el diablo tenía el poder de la muerte, pero que el Hijo participó precisamente de la muerte para que por ella pudiera destruirlo.

2.         Es por esta causa que Jesús en el desierto rechazó todas las sutiles tentaciones del diablo, aunque sabemos que no fue allí que ganaría la victoria, sino que sería ganada en la cruz donde se libró la batalla por la salvación del hombre.

3.         Satisfecha la sentencia de la Ley y agotado el pecado por medio de la muerte de Cristo, se cumplió la paga de todos. Satanás se quedó sin imperio y sin armas. Ya no podía incitar al pecado, ni mantener la separación de los santificados, ni guardarles bajo el “temor de la muerte” Lucas 11:21-23. “SATANÁS YA NO TIENE DOMINIO SOBRE LOS CREYENTES”.

C.      PARA LIBRAR A SU PUEBLO DEL TEMOR DE LA MUERTE

1.         Esta liberación del temor de la muerte es la consecuencia lógica de lo expuesto anteriormente. Todo horizonte humano se limita y se cierra por el temor de la muerte, que pone fin a las pobres existencias humanas en esta tierra.

2.         Pero todavía la humanidad sin Cristo tiene un temor más terrible y es el temor a la condenación, o sea al estado eterno de separación de Dios, y que se halla en terrible contraste con la “vida eterna” que solo surge de nuestra unión con Dios.

3.         Este temor solo desaparece cuando las almas se integran en sumisión y fe al Vencedor, quien bondadosamente se identificó con nosotros, para librarnos de este espantoso temor y darnos el gozo y la seguridad al pasar por el valle de la sombra de la muerte (Sal. 23:4).

4.        El pastor Piper añade diciendo: «La libertad del temor fue el objetivo de Cristo al hacer esto. Mediante la muerte libertó “…y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (He. 2:15). El temor a la muerte esclaviza. Nos hace tímidos y torpes. Jesús murió por darnos libertad. Cuando el temor a la muerte es destruido por un acto de amor sacrificial, la servidumbre a la autopreservación fastidiosa y engreída es destruida. Somos liberados para amar como Cristo, aun al costo de nuestras vidas.»[[3]]
  
CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

El pastor Piper termina diciendo: «El diablo puede matar nuestro cuerpo, pero no puede ya más matar nuestra alma. Esta está segura en Cristo. Y aun nuestro cuerpo mortal resucitará algún día: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro. 8:11). Somos el más libre de todos los pueblos. Y la Biblia no se equivoca en cuanto al objetivo de esa libertad: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gá. 5:13).»[[4]]

Apreciemos cada día más lo que Jesús ha hecho por nosotros y convirtámonos en utensilios útiles para su Gloria.


[1][1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 96-97.
[2][2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 97.
[3][3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 97.
[4][4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 97.


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