jueves, 1 de septiembre de 2011

38/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO


Trigésima octava razón
 
PARA CREAR UN PUEBLO CELOSO DE
BUENAS OBRAS

“(Cristo) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y
purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”.
Tito 2:14
  
            Entramos ahora en esta trigésima sexta razón apreciando el texto de Pablo a Tito donde evidentemente encontramos otra más de las contundentes razones por las cuales sufrió y murió nuestro Señor Jesucristo.

Es una verdadera bendición analizar textos con esta capacidad de proporcionarnos tantas bendiciones y ratificarnos tantos propósitos para lo cual estamos aquí en la tierra, sobre la base de vivir nuestra vida en el centro de la voluntad de Dios.

En esta oportunidad encontramos al apóstol Pablo dirigiéndose a Tito uno de sus más fervientes colaboradores quien por la Gracia de Dios recibe estas instrucciones con el fin de dar a entender el carácter necesario, objetivo, voluntario, expiatorio, propiciatorio, substitutivo, y eficaz del acto de Cristo por el cual se dio a sí por nosotros.

Está claro que esta obra sacrificial fue ejecutada nada menos que con el propósito de que nosotros vertiéramos y dedicáramos nuestra vida para dar gloria y honor a Cristo. Es maravilloso también darse cuenta, que por esa obra ejecutada por nuestro Señor para expiar nuestros pecados y redimirnos de toda iniquidad, obtuvo los méritos para que el Espíritu Santo obrara en nuestros corazones y nos ayudara a ser posible esta vida de dedicación.

Dios desea que nosotros entendamos esta verdad y la veremos bajo el bosquejo que sigue a continuación:

I.    CRISTO NOS REDIMIÓ DE TODA INIQUIDAD
II.   CRISTO PURIFICÓ PARA SÍ UN PUEBLO PROPIO
III.  CRISTO PURIFICÓ UN PUEBLO CELOSO DE BUENAS OBRAS
  
I. CRISTO NOS REDIMIÓ DE TODA INIQUIDAD
(Tito 2:14)

A.      SE DIO A SÍ MISMO     
1.         El texto declara: “(Cristo) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” Tito 2:14. Esta expresión indica por lo menos dos verdades:
a)    Negativamente: Se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos (rescatarnos de un poder maligno). El precio del rescate fue su sangre preciosa (1 P. 1:18-19).
b)    Positivamente: Se dio a sí mismo por nosotros “a fin de purificar para sí un pueblo”. Esto es purificarnos por medio de su sangre y su Espíritu (Ef. 5:26; He. 9:14; 1 Jn. 1:7, 9) para que en esa condición de purificados estemos en condición de ser un pueblo suyo propio dispuesto “con celo” a hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:8-10). [[1]]

2.         La expresión “se dio a sí mismo” expresa la forma voluntaria en que Él se dispuso a entregarse por nosotros y de hecho la forma en que Él también espera que nosotros correspondamos a esa obra de amor y redención.

                        3.         Es maravilloso entender que nosotros no teníamos nada que hacer para que Jesús tomara la decisión de darse en rescate por nuestros pecados, es más, por el contrario, conociendo que éramos pecadores y enemigos de Dios, Él se entregó por nosotros (Ro. 5:8).

B.      NOS REDIMIÓ

1.         Desde los días de Rut la Biblia nos habla de lo que implica el concepto de la redención. El tema más importante del libro de Rut es la enseñanza principal que se centra en el Pariente Redentor como un tipo del Mesías. El Goel es uno que redime. El debe ser un pariente de sangre, tiene la obligación de comprar, estar dispuesto a comprar la herencia y estar dispuesto a casarse con la viuda del pariente difunto.

2.         Dios ha proporcionado un redentor (Goel) pariente para Su pueblo (Lv. 25:23-25, 47-49). “Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel.” (Rt. 4:14). Booz es el pariente redentor de Noemí que se casa con Ruth y mantiene la familia viva e ilustra el trabajo de redención de Dios por medio de Jesucristo (Tito 2:14; 1 P. 1:18-19). En el libro de Ruth el pariente que es capaz y dispuesto es Booz. En el Nuevo Testamento, el pariente que es capaz y dispuesto es Jesucristo.

3.         Cristo Jesús es nuestro redentor perfecto, porque reúne toda la ley del pariente.
§  Él es nuestro más cercano pariente de acuerdo a la encarnación (Jn. 1:14; He. 2:10-18; Fil. 2:7; Ro. 8:3; Gal. 4:4-5).
§  Él es capaz y tiene el poder de redimir (He. 1:2-3; Col. 1:15-23; 2:9).
§  Él está dispuesto a redimirnos (Tito 2:14; Jn. 10:11, 15, 17-18; Mt. 20:28; He. 10:7).
§  Él es libre de redimirnos porque Él no necesitó ser redimido (1 P. 2:21-24; 2 Co. 5:21; 1 P. 3:18; 1:18-19). [[2]]

C.      NOS REDIMIÓ DE TODA INIQUIDAD

1.         El propósito de la redención que logró nuestro Señor Jesucristo a través de la obra de la Cruz no fue algo simple y superficial. El texto explica claramente la intención de esta liberación. En el caso de Rut, su redención implicaba que ella no quedase sin herencia y sin descendencia, pero la nuestra implica no solamente esto, sino también la liberación de la iniquidad.

2.         Iniquidad es sinónimo de maldad, injusticia grande, pecado. Del griego anomia = anomia que significa o se traduce como todo acto que lleva a transgresión de la ley, lo que es en contra la ley, etc. [[3]]

3.         Todo hombre es pecador y transgresor de la ley de Dios, 1 Juan declara: Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. Por esta declaración entendemos que Dios en su Gracia nos ha librado, nos ha redimido de la consecuencia de toda iniquidad que reina en nuestro cuerpo mortal, porque también la Palabra de Dios dice en Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
  
II. CRISTO PURIFICÓ PARA SÍ UN PUEBLO PROPIO
(Tito 2:14)

A.      LA PURIFICACIÓN HECHA POR CRISTO

1.         En el Antiguo Testamento Israel era el pueblo peculiar de Jehová, ahora es la iglesia. Y como Israel se caracterizaba por ser celoso en cuanto a la ley (Hch. 21:20, Gá. 1:14), así ahora Cristo purifica su pueblo con este mismo propósito en su mente, esto es, que sea un pueblo propio con “celo por las buenas obras”, obras que proceden de la fe, son hechas según la ley de Dios y para su Gloria (1 P. 3:13). [[4]]

2.         Esa purificación es hecha por Cristo de forma particular. Luego que se entregó a sí mismo en la Cruz para redimirnos de toda iniquidad, procede a la tarea de escogernos, llamarnos, separarnos, darnos fe, justificarnos, adoptarnos y santificarnos por el poder del Espíritu Santo que trae a morar en nosotros, para que tomemos el sendero de la santificación, apartándonos de la impiedad y de las pasiones mundanas.

3.         Ese Cristo que se entregó por nosotros para redimirnos de toda iniquidad pretende que cada miembro de su familia tenga una vida caracterizada por el dominio propio, la justicia, y la piedad, haciendo que Su Gracia penetre nuestras tinieblas morales y espirituales y traiga santidad a nuestras vidas.

B.      LA PURIFICACIÓN PARA POSESIÓN

 1.        La purificación que hace Cristo no es para otro, sino para sí mismo, para su pertenencia y posesión. Esto nos lleva a entender que no nos pertenecemos, que ahora que estamos en Cristo y hemos sido redimidos de toda iniquidad cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, fue con el propósito de pasar a la potestad de Cristo.

2.         Él ha hecho esta obra para hacerse para sí “un pueblo”. Un pueblo que le adore, un pueblo que se ame, un pueblo que le imite, un pueblo que le sirva, un pueblo que proclame y anuncie las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, como declara 1 Pedro 2:9b.

3.         El no admite competencia, ya él mismo declaró en Mateo 6:24 lo que a continuación vemos: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Está claro que sólo podemos tener un solo Señor y este Señor es Jesucristo.

III. CRISTO PURIFICÓ UN PUEBLO CELOSO DE BUENAS OBRAS
(Tito 2:14)

A.      UN PUEBLO CELOSO

1.         Ya hemos visto que Cristo redimió un pueblo para sí (la iglesia) pero ahora agrega, celoso de buenas obras. “(Cristo) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:14

2.         Aquí utilizamos entonces lo escrito por el pastor Piper cuando dice al respecto: «En la fibra misma del cristianismo está la verdad de que somos perdonados y aceptados por Dios, no porque hayamos hecho buenas obras, sino para hacernos capaces y celosos de hacerlas. La Biblia dice: “(Dios) nos salvó... no por nuestras propias obras” (2 Ti. 1:9, NVI). Las buenas obras no son el fundamento de nuestra aceptación, sino el fruto de ésta. Cristo sufrió y murió no porque le presentamos a Él buenas obras, sino “para purificar para él un pueblo... celoso de buenas obras” (Tit. 2:14).»[[5]]

3.         Agrega además Piper lo siguiente: «Este es el significado de la gracia. No podemos llegar a estar en buenas relaciones con Dios debido a nuestras obras. Estar a bien con Dios es un regalo. Solo podemos recibirlo por fe, atesorándolo como un gran tesoro. Por eso es que la Biblia dice: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Ef. 2:8-9). Cristo sufrió y murió para que las buenas obras sean el efecto, no la causa, de nuestra aceptación.»[[6]]
  
B.      EL CELO POR LAS BUENAS OBRAS

1.         La realidad es que cuando el pueblo de Dios aprecia y valora lo que Cristo ha hecho por sus pecados y por su salvación, traduce toda esta comprensión en un servicio santo y celoso, apasionado para Dios con el fin de evitar que la santidad de Dios sea empañada.

2.         El pastor Piper sigue diciendo al respecto: «No es de sorprendernos, pues, la siguiente oración que dice: “Porque somos... creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Ef. 2:10). Esto es. Somos salvos para buenas obras, no por buenas obras. Y el objetivo de Cristo no es la mera capacidad de hacerlas, sino el celo por hacerlas. Por eso la Biblia usa la palabra “celo”. Cristo murió para hacernos “celosos de buenas obras”. Celo significa pasión. Cristo no murió solo para hacer posibles las buenas obras ni para producir un entusiasmo a medias. Murió para producir en nosotros pasión por las buenas obras. La pureza cristiana no es la mera evitación del mal, sino la búsqueda del bien.

3.         Hay razones por las que Jesús pagó el infinito precio de producir en nosotros celo por las buenas obras. Él dio la razón principal en estas palabras: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:16). Dios recibe gloria por las buenas obras de los cristianos. Por esta gloria Cristo sufrió y murió.»[[7]]

C.      LAS BUENAS OBRAS COMO PRODUCTO DE LA PASIÓN POR CRISTO

1.         Un pueblo celoso, apasionado por su Señor va a producir esas buenas obras que Dios mismo preparó de antemano para anduviésemos en ellas (Ef. 2:10). Sobre esto concluye el pastor Piper diciendo: «Cuando el perdón y la aceptación de Dios nos han librado del temor, del orgullo y de la avaricia, estamos llenos con el celo de amar a otros del modo que Él nos ha amado. Arriesgamos nuestras posesiones y nuestras vidas puesto que estamos seguros en Cristo. Cuando amamos a otros en esta forma, nuestra conducta es contraria al encumbramiento y a la auto-preservación. La atención es, pues, enfocada en nuestro transformador Tesoro y Seguridad: Dios.

2.         ¿Y cuáles son estas “buenas obras”? Sin limitar su alcance, la Biblia quiere decir principalmente ayudar a las personas en urgente necesidad, especialmente aquellos que poseen menos y sufren más. Por ejemplo, la Biblia dice: “Aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad” (Tit. 3:14). Cristo murió para hacernos esta clase de personas, personas apasionadas en ayudar al pobre y al caído. Esta es la mejor vida, no importa cuánto nos cueste en este mundo. Ellos obtienen ayuda, nosotros obtenemos gozo y Dios recibe gloria.»[[8]]

3.         Aquí podemos declarar que esas buenas obras son el producto de una vida agradecida de la obra redentora del Señor y Salvador Nuestro. Obra que apreciamos, comprendemos y traducimos en actos que ennoblezcan su causa y su persona, que le honren y glorifiquen como el Dios grande que es. Sobre esto declaró el apóstol Pablo en 2 Corintios 9:12-13 diciendo: “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos”. 
  
CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Mis amados, fortalezcámonos en el poder de la fuerza del Señor y procuremos vivir una vida dando gracias y agradeciendo desde el fondo de nuestra alma a aquel que hizo tan inefable labor por todos nosotros, al tiempo que produzcamos esas obras que Dios ya tiene preparadas para ti y para mí. De esta manera, Él será Glorificado y nosotros seremos bendecidos.
                                                                                                                           

[1]1y 2 Timoteo - Tito, Comentario del Nuevo Testamento, Guillermo Hendriksen - Página 426-427.
[3]La nueva concordancia Greco-Española del Nuevo Testamento - Hugo M. Petter - Página 54.

[4]1y 2 Timoteo - Tito, Comentario del Nuevo Testamento, Guillermo Hendriksen - Página 427.
[5][5]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 90.
[6][6]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 90.
[7][7]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 91.
[8]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 91.


No hay comentarios:

Publicar un comentario