domingo, 14 de agosto de 2011

34/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO


Trigésima cuarta razón 
PARA  QUE PODAMOS VIVIR PARA
CRISTO Y NO PARA NOSOTROS

“Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (v. 15).

2 Corintios 5:14-21

Para todo creyente tiene que estar claro su propósito de vida. Cristo Jesús vivió para un propósito y nos dejó establecido el propósito de nuestra vida, el cual se circunscribe a que no vivamos para nosotros mismos, sino para Él y para su Gloria.

            El pastor piper dice: «Confunde a muchas personas el que Cristo murió para exaltar a Cristo. Traducido a su verdadero significado, 2 Corintios 5:15 dice que Cristo murió por nosotros para que podamos vivir para Él. En otras palabras, murió por nosotros para que lo tengamos en alto. Dicho sin rodeos, Cristo murió por Cristo.

            Ahora eso es cierto. No es un juego de palabras. La misma esencia del pecado es que hemos dejado de glorificar a Dios, lo que incluye dejar de glorificar a su Hijo (Ro. 3:23). Pero Cristo murió para llevar ese pecado y para liberarnos del mismo. De modo que murió para llevar el deshonor que nosotros habíamos amontonado sobre Él por nuestro pecado. Él murió para cambiar esto. Cristo murió para la gloria de Cristo.

            La razón de que esto confunde a las personas es que suena a vanidad. No parece como algo que por amor se hace. Parece convertir el sufrimiento de Cristo en todo lo opuesto a lo que dice la Biblia que es: el supremo acto de amor. Pero en realidad es ambas cosas. El que Cristo murió por su propia gloria y que murió para mostrar amor no solamente son verdades, sino que son la misma cosa.»[[1]]

Dios es bueno y su misericordia es para siempre y por esta causa no hemos sido consumidos. La realidad de la muerte de Cristo nos libera de la culpa que tenemos de haber vivido una vida de espalda a Dios y satisfaciendo solamente nuestra carne. Ahora sabemos que Cristo ha muerto para que nosotros crucifiquemos nuestra carne con sus pasiones y deseos y vivamos para Él.

Veamos ahora este texto a la luz de esta verdad conforme a este bosquejo de estudio:

I.   LA MUERTE DE CRISTO
II.  EL VIVIR PARA CRISTO
III. EL MORIR A NOSOTROS

Consideremos
I. LA MUERTE DE CRISTO
(2 Co. 5:14)

A.      EL AMOR DE CRISTO EN SU MUERTE
     
1.         Dios en su gracia soberana nos ha mostrado lo que Cristo ha hecho, en su amor, por nuestro pecado. “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.  

2.         Está claro que el apóstol Pablo nos habla aquí de ese impulso irresistible que produce el saber que Cristo murió por todos, impulso que él describe con la palabra Constreñir que significa impeler o apremiar y que viene del verbo griego sunecho. Es traducido en (Lc. 8:45) como “apretar en cada lado”. En (Lc. 22:63) como “sostener firmemente”. En (Lc. 12:50 y Fil. 1:23) como “ser apretado”.

3.         El conocimiento de este acto de amor sustitutivo lleva al apóstol Pablo a sentir esa presión que le impulsa a declarar grandes verdades sobre su obra sustitutiva a favor del mundo perdido y pecador.

B.      EL AMOR DE CRISTO EN SU MUERTE SUSTITUTIVA

1.         La doctrina de la sustitución es una doctrina basada en la muerte de Cristo y explica su alcance universal; Cristo murió por todos como lo expresa (Jn. 3:16) cuando declara: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que a dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”.

2.         Está claro que si la muerte de Cristo es un sacrificio que tiene alcance universal hace a todos los hombres “salvables” de la condenación de su pecado. Isaías 53:6 declara al respecto: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”.

3.         Cuando se habla aquí de la muerte sustitutiva y de la realidad de que todos murieron por su pecado, puede referirse:
·         A todos los hombres, en el sentido general, es decir, que la obra de la Cruz es suficiente para salvar a todo pecador que proceda al arrepentimiento y a poner su fe en la obra salvadora de Cristo.
·         A quienes están unidos a Cristo por fe y murieron legalmente con Él (Gá. 2:20).
·         A quienes creen a lo largo de la historia, en el sentido de que Cristo, al morir, llevó sobre sí “los pecados” de ellos (Is. 53:5).
  
C.      EL AMOR DE CRISTO EN LA UNIVERSALIDAD DE SU OBRA DE LA CRUZ

1.         Las sagradas Escrituras presentan cuatro aspectos con respecto a la universalidad de la obra de la Cruz.
·         Su rescate o redención por todos (2 P.2:1).
·         Expiación por todos (He. 1:3).
·         Propiciación por todo el mundo (1 Jn. 2:2b).
·         Reconciliación.

2.         Está claro que aquí se cumple lo que dice Lucas en Hechos 4:12 cuando declara que no hay otro en que podamos ser salvos: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Si la humanidad no tiene otra opción de salvación que no sea Cristo, entonces el alcance de su obra es universal.

3.         La realidad es que Cristo vino para morir por todos porque todos murieron y murió para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos, lo cual analizaremos en el siguiente punto de estudio. 

II. EL VIVIR PARA CRISTO
(2 Co. 5:15-16)

A.      LO QUE ESPERA CRISTO

 1.        Toda acción tiene una consecuencia y la consecuencia de que Cristo haya muerto por nuestros pecados, es que vivamos para Él, esto es lo que nos reclama el texto cuando dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. 

2.         Lo que se está diciendo aquí es que el que fue comprado debe vivir para el Señor y no para sí como nos dejan claramente establecido los siguientes textos (Ro. 14:7ss; 1 Co. 6:19, 20; 1 Ts. 5:10; Ap. 14:15).

3.         El apóstol Pablo presenta aquí un tremendo contraste respecto a la salvación y a lo que Cristo espera de nosotros los que vivimos en él.
·         Nos habla de la redención ilimitada: “por todos murió”.
·         Nos habla de sustitución virtual: “para que los que viven”.
·         Nos habla de que murió por todos, pero sólo algunos llegan a tener vida: “los que creen”.[[2]]

B.      EL VIVIR A CRISTO

1.         Todo creyente tiene que saber que debe vivir para Cristo y a Cristo. No es solamente importante creer en Cristo sino creerle a Cristo. Cuando decimos que creemos a Cristo estamos diciendo que vamos a seguir sus enseñanzas y a ponerlas en práctica tan pronto las entendamos.

2.         Es claro que hay una diferencia abismal entre los que dicen ser de Cristo y los que viven para Cristo. Al respecto dice el pastor Piper: «Los que lo han conocido mejor hablan de esta manera: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo (Fil. 3:7-8).»[[3]]

3.         También dice: «El que Cristo murió para “que pudiéramos vivir para él” no quiere decir “que pudiéramos ayudarlo” “(Dios no es) honrado por manos humanas, como si necesitara de algo” Hechos 17:25, (NVI). Tampoco lo es Cristo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Así que Cristo murió no para que pudiéramos ayudarlo, sino para que pudiéramos verlo y apreciarlo en su infinito valor. Murió para alejarnos de placeres mortales y hechizarnos con el deleite de su hermosura. En esta forma Él nos ama y recibe honra. Estas no son metas que rivalizan. Son la misma meta.»[[4]]

C.      LA TRANSFORMACIÓN EN CRISTO

1.         Cuando una persona vive a Cristo, de seguro experimentará una transformación consecuente con su andar en Cristo. El cambio operado es tal que no vive según las apariencias sino conforme al ejemplo de su Señor.

2.         Tenemos el ejemplo de Pablo, un tremendo ejemplo que nos inspira a vivir una vida consagrada al Señor. Pablo conoció antes de ser salvo a Cristo, es decir como los hombres sin Cristo lo conocen. Esto no quiere decir que Pablo en esa época lo conoció personalmente sino que lo tuvo simplemente como un hombre más y no como el Mesías salvador del mundo.

3.         Ahora bien, Pablo declara cual es su transformación y la transformación que experimenta todo aquel que establece una relación personal con el Señor, diciendo en los (v.16) lo siguiente: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. 

III. EL MORIR A NOSOTROS
(2 Co. 5:17-20)

A.      COMIENZA CON LA REGENERACIÓN

1.         Quien ha sido puesto en Cristo, es una nueva creación como declara Pablo en 1 Corintios 12:13 cuando expresa: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.

2.         Esto nos deja dicho que el mundo de la regeneración es un mundo nuevo y tiene que estar caracterizado por una vida nueva vivida por aquel por quien Cristo murió. En Romanos 6:4-13 se nos presenta esta verdad al decir: 6:4 “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
6:8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 6:9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
6:10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
6:12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 6:13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”.

3.         Como vemos el vivir de una persona regenerada y transformada es un vivir caracterizado por cosas totalmente nuevas, por esto fue dicho en (5:17) por el mismo apóstol Pablo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

B.      CONTINÚA CON LA RECONCILIACIÓN

1.         En el verso 18 ahora declara el apóstol Pablo: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. Reconciliación viene del griego “katallagué”, que equivale a un cambio de posición, entendiendo que esta obra proviene de Dios y es hecha por Dios mismo quien tiene el poder para que ocurra en nosotros el querer como el hacer en su buena voluntad y podamos tener paz y comunión con Él.

2.         La reconciliación es un acto por medio del cual tenemos la oportunidad dada por Dios de volver a tener comunión, la misma palabra así lo expresa. Re-conciliar, volver a conciliar, volver a estar de acuerdo con Dios. La reconciliación sólo es posible mediante el pago de un precio y la cancelación de la deuda (Ro. 5:10) que dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. 

3.         Es maravilloso ver que un corazón rebelde, que ha vivido toda su vida de espalda a Dios, sin tener en cuenta en nada lo que a Dios le interesa, por la obra milagrosa de Dios es reconciliado con Él y por ende transformado en un instrumento de reconciliación entre Dios y los demás pecadores.       

C.      FINALIZA HACIENDO LA OBRA DE RECONCILIACIÓN

1.         Dijimos al iniciar este estudio citando las palabras del pastor Piper: Cristo murió para exaltar a Cristo”. Y ciertamente uno de los propósitos de la muerte de Cristo fue que Él tomase la gloria que tuvo antes de la fundación del mundo y como dice Filipenses 2:10-11 cuando expresa: “…para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

2.         Para finalizar dice Piper: «Jesús dijo a sus discípulos que tenía que irse para poder enviar al Espíritu Santo, el Consolador (Jn. 16:7). Entonces les dijo qué haría el Consolador cuando viniese: “Él me glorificará” (Jn. 16:14). Cristo murió y resucitó para que pudiésemos verlo y magnificarlo. Esta es la mayor ayuda en el mundo. Esto es amor. La oración más amorosa que Jesús jamás hizo fue esta: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo para que vean mi gloria” (Jn. 17:24). Por esto Cristo murió. Esto es amor: sufrir para darnos gozo eterno, o sea, a sí mismo.»[[5]]

3.         La obra de la reconciliación no termina cuando somos reconciliados sino cuando nosotros nos convertimos en instrumentos de reconciliación para la Gloria de Cristo. Aquí debemos ver algunas cosas importantes:
·         Dios reconcilia consigo al mundo, no es el mundo que se reconcilia con Dios.
·         Esta reconciliación tiene carácter universal: “El mundo” aquí dice Pablo: “…que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.
·         Dios no toma en cuenta nuestras transgresiones, sino que por medio de los apóstoles proclama la obra del Calvario y es a ellos que los nombra sus embajadores diciendo: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Amados hermanos, Dios nos ha reconciliado en Cristo, ahora nos envía a hacer la obra de proclamación dentro del ministerio de la reconciliación, su mensaje es claro y preciso y está dado en el (v. 21) cuando dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
Aquí Dios expresa una verdad doctrinal sin discusión:
·         Cargó sobre Cristo nuestros pecados (Is. 53:5, 6).
·         Condenó a Cristo a la muerte de un maldito (Gá. 3:13).
·         Descargó sobre Él su ira por los pecados (Is. 53:10).
Por esta obra:
·         El pecador llega a ser declarado justificado por Dios (Ro. 5:1).
·         Dios no “hace” justo al pecador, sino que lo “declara” justo.
·         La justificación constituye exento de deuda al pecador delante de Dios (Ro. 5:19).
·         Dios coloca al pecador que cree en condiciones de poder tener una plena comunión con Él.[[6]]

      A DIOS SEA LA GLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS,
                                                                                                                                   


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 82.
[2]La segunda epístola a los corintios, Samuel Pérez Millos - Páginas 100-101.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 82-83.
[4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 83.
[5]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 83.
[6]La segunda epístola a los corintios, Samuel Pérez Millos - Páginas 102-104.


No hay comentarios:

Publicar un comentario