lunes, 11 de julio de 2011

24/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Vigésima Cuarta razón
 PARA DARNOS SEGURO ACCESO AL
LUGAR SANTÍSIMO

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo”.

Hebreos 10:19
           
            Para iniciar nuestra Vigésima Cuarta razón por lo cual Cristo sufrió y murió en la cruz del Calvario, debemos leer lo que apunta el pastor Piper en su devocional: «Uno de los grandes misterios en el Antiguo Testamento fue el significado de la tienda de campaña que Israel utilizaba para la adoración llamada “tabernáculo”. El misterio se insinuó pero no se hizo claro. Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y llegó al Monte Sinaí, Dios dio detalladas instrucciones a Moisés sobre cómo construir esta tienda de campaña de adoración con todas sus partes y mobiliario. La parte misteriosa acerca de esto fue el siguiente mandato: “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte” (Éx. 25:40).

            Cuando Cristo vino al mundo 1.400 años más tarde, se reveló en forma más completa que este “modelo”, porque el viejo tabernáculo era una “copia” o una “sombra” de las realidades en el cielo. El tabernáculo fue una figura terrenal de una realidad celestial. Así, pues, en el Nuevo Testamento leemos esto: “(Los sacerdotes) sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” (He. 8:5).»[[1]]

            Sobre esta base debemos entender que ningún ser humano por más que lo intentara y por más que lo deseara podía tener la oportunidad de acercarse a Dios teniendo acceso al lugar santísimo a menos que fuese a través de lo que Dios había establecido, un santuario y un sumo sacerdote único y perfecto a través del cual llegaríamos a Dios.

            En Hebreos 10 veremos que sólo el sacrificio perfecto de Jesucristo, en contraste con los sacrificios imperfectos que se ofrecieron bajo el Antiguo Pacto, es el único medio que Dios ahora ha establecido para que el hombre pueda tener acceso al tabernáculo celestial y poder obtener por la intercesión de Jesucristo libre acceso al trono de la Gracia y recibir perdón de pecado.

            Sobre esta verdad sigamos este bosquejo de estudio:

I.     LA OBRA DE CRISTO QUITA NUESTRO PECADO
II.    LA OBRA DE CRISTO FUE HECHA UNA VEZ Y PARA SIEMPRE
III.   LA OBRA DE CRISTO NOS DA UN SEGURO ACCESO AL LUGAR SANTÍSIMO

I. LA OBRA DE CRISTO QUITA NUESTRO PECADO (He. 10:1-10)

A.      LA NECESIDAD DE UN SACRIFICIO SUPERIOR

1.         Esta es la gran preocupación del ser humano, ¿cómo puede encontrar el perdón de sus pecados que le agobian y le torturan? En los vv. 1-4 veremos que el pecado es el mayor problema de la humanidad y por esto necesitamos un sacrificio superior a todos los sacrificios establecidos en la tierra. No importa qué clase de religión el hombre tenga, si la religión que practica no ofrece solución permanente al problema del pecado, entonces esta no tiene ningún valor.

2.         ¿Cuál fue el problema de los sacrificios antiguo-testamentarios, si fueron ordenados por Dios? Uno de los grandes problemas radicaba en que estos sacrificios llegaron a convertirse en rituales vacíos y sin sentido (Is. 1:11-15); aunque también sabemos que mucha gente sincera traía sacrificios y lo hacían de corazón, por tanto eran bendecidos por Dios.

3.         Pero la razón principal que hacía los sacrificios antiguo-testamentarios inferiores al de Cristo era la naturaleza misma de ellos. La ley era solo sombra de los bienes venideros, todo esto no era sino la imagen misma de las cosas que existen realmente en el cielo. Por esto, este sistema de sacrificios era tipo de la obra del Señor en la cruz.

B.      LA PROVISIÓN DE UN SACRIFICIO SUPERIOR

1.         Fue Dios quien proveyó el sacrificio, y no el hombre como leemos en el texto: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” Hebreos 10:5-7. Es aquí donde el escritor a los Hebreos nos cita el Salmo 40:6-8 que anuncia la encarnación de Cristo para venir a dar cumplimiento de esta profecía.

2.         Este texto nos enseña que todo aquello que los israelitas habían ofrecido para Dios hasta aquel momento, no había sido de su agrado, porque todos estos sacrificios antiguo-testamentarios no llenaban su medida de justicia.

3.         Por esto el Salmo señala a la obra mesiánica, al momento en que Dios prepara cuerpo o como indica el mismo Salmo en el (v. 6b) “Has abierto mis oídos”. Dando a entender cómo el Mesías vendría a hacer la voluntad de Dios. Esto nos recuerda al siervo que decidía por su propia voluntad quedar en la casa y aceptar que sus orejas fuesen horadadas (Éx. 21:1-6) o, por otro lado, la idea puede significar la disposición de oír y obedecer la voluntad de Dios (Is. 50:4-6).

C.      LA EFICACIA DE UN SACRIFICIO SUPERIOR

1.         Los creyentes han sido apartados, “SANTIFICADOS” por medio de esa ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre. En este versículo notamos cómo se presenta la purificación del creyente a través de la obra expiatoria de JESÚS, EL CRISTO.

2.         Además podemos ver que esa ofrenda tuvo una eficacia total, ya que ningún sacrificio del Antiguo Pacto pudo hacer algo semejante. Solo este sacrificio pudo santificar a todos al mismo tiempo, recordando que todo adorador antiguo testamentario tenía que purificarse continuamente de contaminaciones ceremoniales.

3.         Es maravilloso saber que un solo sacrificio, hecho por el Hijo de Dios, nos ha apartado del pecado y de la muerte, y nos ha provisto una santificación completa y final. Nuestro texto concluye esta sección diciendo: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre”.

II. LA OBRA DE CRISTO FUE HECHA UNA VEZ Y PARA SIEMPRE (He. 10:11-18)

A.      LA OBRA DE CRISTO FUE CONCLUIDA

1.         El escritor a los Hebreos nos atestigua nuevamente en los (vv. 11-13) sobre la obra concluida por Jesús, testificando que esta ofrenda ha sido hecha con un solo sacrificio por los pecados, al tiempo que se ha sentado a la diestra de Dios.

2.         Este mismo hecho nos asegura que su obra no sólo le dio el triunfo, sino que le aseguró la victoria sobre el pecado a todos los que hemos confiado en él. Mientras que todavía los sacerdotes ministraban y ofrecían muchas veces sacrificios que no podían quitar los pecados.

3.         Este triunfo, como nos asegura el texto, es sobre todo principado y potestad. El pasaje declara: “…de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies”. Este triunfo es la garantía de nuestra salvación, es la base del cumplimiento de todas las promesas que hemos recibido del mismo Jesús de Nazaret.

B.      LA OBRA DE CRISTO FUE UNA OBRA DETERMINANTE

1.         Esta obra provocó la perfección de los santos.
            Notemos lo que nos dice el (v. 14): “…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. Esto es algo que debemos nosotros apreciar de manera extrema.

2.         Además de ser un pacto perfecto e incondicional, también Dios nos añadió la gracia de derramar su Santo Espíritu sobre nosotros para recordarnos continuamente su Ley. “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (vv. 15-17).

3.         Está claro que no basta el pensar que no tenemos pecados, sino que es necesario que sepamos que judicialmente la culpa por nuestro pecado ha sido cubierta de manera definitiva y total.

C.      LA OBRA DE CRISTO ES UNA OBRA DE REMISIÓN COMPLETA

1.         El (v. 18) dice: “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”. La remisión significa transferir una deuda y ponerla en la cuenta de otro.

2.         Por esta causa, todos los que estamos en Cristo no necesitamos de más ofrenda por el pecado, porque la que Cristo hizo por nosotros en la cruz del calvario fue una obra de remisión completa y eterna.

3.         Por esto podemos decir que en Cristo estamos completos, porque Él nos redimió de todo pecado y de toda maldad, y por un solo sacrificio purificó a los santificados.


III. LA OBRA DE CRISTO ABRE EL CAMINO HACIA DIOS (He. 10:19-25)

Sobre esta declaración sigue declarando el pastor Piper: «Pero, todas las prácticas del culto de Israel en el Antiguo Testamento señalan hacia algo más real. Así como había lugares santos en el tabernáculo, donde el sacerdote repetidamente manejaba la sangre del sacrificio de los animales y se reunía con Dios, así hay “lugares santos” infinitamente superiores a aquellos en el cielo, donde Cristo entró con su propia sangre, no repetidamente, sino una vez por todas.

 “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (He. 9:11-12).

La implicación de esto para nosotros es que la vía está ahora abierta para que podamos ir con Cristo a todos los lugares santísimos de la presencia de Dios. Antiguamente solo los sacerdotes judíos podían entrar en la “copia” y “sombra” de estos lugares. Solo el sumo sacerdote podía ir una vez al año dentro del Lugar Santísimo donde la gloria de Dios aparecía (He. 9:7). Había una cortina prohibitoria que protegía el lugar de la gloria. La Biblia nos dice que cuando Cristo expiró en la cruz, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y la tierra tembló y las rocas se partieron” (Mt. 27:51).

¿Qué significaba eso? La interpretación nos es dada en estas palabras: “(Tenemos) libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (He. 10:19-20).  Sin Cristo, la santidad de Dios tenía que protegerse de nosotros. Él habría sido deshonrado, y nosotros habríamos sido consumidos a causa de nuestro pecado. Pero ahora, gracias a Cristo, podemos acercarnos y festejar nuestros corazones en la plenitud de la flamígera hermosura de la santidad de Dios. Él no será deshonrado. Nosotros no seremos consumidos. Porque por el todo protector Cristo, Dios será honrado, y nosotros permaneceremos en admiración reverente para siempre. Por consiguiente, no temamos ir a Él. Pero hagámoslo por medio de Cristo.»[[2]]

A.      EL CONSEJO DE DIOS

1.         Como podemos ver en los (vv. 19-25), el escritor a los Hebreos nos enseña tres imperativos, con actitud bondadosa, por medio de los cuales podemos alentar nuestra confianza para entrar en el Lugar Santísimo.

2.         El primer imperativo es “ACERQUÉMONOS con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados nuestros corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Es natural el sentimiento de temor que estaría en el corazón de los pecadores que sabían que no debían entrar en el Lugar Santísimo, pero que ahora podían prepararse espiritualmente para disfrutar de la comunión con Dios.

3.         El siguiente imperativo es “MANTENGAMOS FIRME, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”. Esto nos muestra la intención que tenían muchos hebreos de abandonar su profesión en Jesucristo para volver a la adoración bajo el Antiguo Pacto. Se les invita aquí a confiar plenamente en Cristo Jesús y su obra incondicional.

4.         El tercer y último mandato es “CONSIDERÉMONOS unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca”. Este último mandato nos lleva a entender que la comunión con Dios no puede ser egoísta, sino que tenemos que buscar el compañerismo dentro de la iglesia local, para estimularnos al amor y a las buenas obras; (1 Jn. 4:20).
            Aquí se denotan tres grandes virtudes cristianas:
·         FE (10:22)
·         ESPERANZA (10:23)
·         AMOR (10:24)
Las cuales son el fruto de nuestra comunión con Dios en el Santuario Celestial.

B.      LA ADVERTENCIA AL PECADOR DELIBERADO

1.         Esta es la cuarta de las cinco grandes exhortaciones que contiene esta epístola; las tres anteriores son:
·         El creyente que comienza a deslizarse de la Palabra dudará de la Palabra (2:1-4).
·         El creyente que no escucha la Palabra llegará a ser negligente en su vida espiritual (5:11-6:20).
·         El creyente que desprecia la Palabra, tendrá el juicio de Dios sobre él (10:26-31).

2.         Todos sabemos que en el Antiguo Pacto, todo aquel que violaba la ley de Moisés era castigado con la muerte, (Dt. 17:1-7). Por tanto tenemos que considerar que todo aquel que menosprecie la enseñanza de la Palabra es reo de un juicio inevitable de parte de Dios.

3.         Lo que estamos diciendo se aplica irremisiblemente a aquellos que siguen pecando voluntariamente luego de haber tenido conocimiento de la verdad. No estamos hablando de un hecho aislado de pecado, sino de la actitud que conduce a la desobediencia constante. A éstos Dios traerá un juicio total. Por esto concluye esta porción de los (vv. 26-31) con esta expresión: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”


C.      EL CONSUELO ALENTADOR PARA LOS VERDADEROS CREYENTES

1.         El escritor a los Hebreos ha dicho cosas duras, pero no deseaba que se mal interpretara su exhortación, por esto termina la sección con los (vv. 32-39) dándonos una voz de aliento y ánimo que confirmará a los lectores que habían dado evidencia de que eran verdaderos creyentes.

2.         Es bueno notar el cambio de los pronombres. Ahora el escritor no usa el pronombre para hablar de ELLOS, sino que ahora habla de NOSOTROS, dando a entender que a quienes quiere llegar ahora era a hermanos genuinos que estuvieron dispuestos a sufrir afrenta y persecución, y aún despojo de sus bienes por causa de Cristo.

3.         El secreto de la victoria se hallaba en su FE y PACIENCIA. Andar por fe significa obedecer la Palabra de Dios y vivir para Cristo. Es así como terminamos esta porción: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Debemos estar claros, todo aquel que está confiado en Cristo andará por fe, y éste, nuestro Gran Sumo Sacerdote lo guiará y lo perfeccionará para andar con Dios durante todos los días que estemos en esta tierra, dándole la esperanza gloriosa que sustenta a cada uno de sus hijos para aguardar aquel día en que él se manifestará al mundo para Gloria de Dios.
Ahora bien, oremos al Señor, de todo corazón, para que en el poder de Su Espíritu mantengamos firmes, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza; porque como dice Hebreos 10:23 “fiel es el que prometió.”
                                         

[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 66.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 66-67.


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