sábado, 16 de julio de 2011

25/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Vigésima Quinta razón


PARA CONVERTIRSE
PARA NOSOTROS EN EL LUGAR DONDE
NOS REUNIMOS CON DIOS

“…y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.
Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho”.
Juan 2:12-22

            Ya hemos visto que luego que Jesús hizo el milagro en las bodas de Caná, se dirigió a Capernaum, acompañado de sus discípulos, su madre y sus hermanos (2:12). El tiempo que pasó allí no fue de muchos días, pues le era necesario asistir a la Pascua en Jerusalén; fiesta que todo judío celebraba y que Jesús comenzó a observarla desde la edad de 12 años (Lucas 2:41)

          Tenemos que notar que Juan narra tres Pascuas (2:13; 6:4 y 13:1), las cuales corresponden a los tres años de ministerio del Señor. De ahí que la purificación del templo que aquí se narra sea diferente a la que se refiere en (Mateo 21:12-14), la cual ocurre en la última semana del semestre de entrega.

          Esta primera purificación viene a ser como una preparación para entender la purificación del templo espiritual que nosotros ahora debemos tener presente, entendiendo que los creyentes como “piedras vivas” somos aquellos donde moraría el Espíritu del Señor (Jn. 4:21-24; 1 Co. 6:19; Ef. 4:12, 16 y 1 P. 2:5).

          Jesús sabía que los judíos tenían que aprender esta enseñanza y aprovechó esta fiesta de la Pascua, la cual significa (Paso por encima) (Éx. 12:11-12), lo que recordaba el paso del ángel exterminador que mató a todos los primogénitos de Egipto y por la que el pueblo de Israel salvó a los suyos mediante la señal de la sangre del cordero puesta en el dintel y los postes de sus puertas. Ahora Jesús es nuestra pascua la cual celebramos en nuestros corazones cada vez que recordamos su muerte en la Cena del Señor (1 Co. 5:7), la cual celebramos con panes sin levadura (sin pecado) para agradar a Dios.
            Dios es maravilloso y ha programado todo cuanto era necesario para que nosotros pudiésemos tener comunión con Él a través de su Hijo Jesucristo.

            Veamos esta vigésima quinta razón por la cual Cristo sufrió y murió por medio de este bosquejo:
         

I.    EL TEMPLO ACTUAL ESTÁ LLENO DE INMUNDICIA

II.  EL TEMPLO ES CASA DE DIOS

III. EL TEMPLO PURIFICADO ES SEÑAL DE SU OBRA REDENTORA


Veamos por qué Jesús tomó la decisión de actuar de esta manera:

I. EL TEMPLO ACTUAL ESTÁ LLENO DE INMUNDICIA (Jn. 2:14-16)


A.      JESÚS CONOCÍA EL PROPÓSITO DEL TEMPLO

1.         Es bueno recordar que Dios mismo ordenó a Salomón la construcción del primer templo donde reposaría el arca del pacto, la cual tenía sobre ella el propiciatorio, donde los israelitas sabían que tenían que hacer llegar la sangre de los sacrificios de los corderos y de las becerras, por medio del sumo sacerdote, para que sus pecados pudieran ser perdonados.

2.         Ellos sabían que el templo era para adorar a Dios y para ofrecer sacrificios por sus pecados, y no para comercializar como lo estaban haciendo deshonrando a Dios y siendo irreverentes ante su gloria. Por esto, era evidente la profanación de aquel lugar.

3          En este pasaje de (Jn. 2:14) se dice: “Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.” Jesús sabía que todo lo que allí se vendía iba a parar en las arcas de Anás y Caifás quienes eran los sumos sacerdotes de aquellos días y habían aprovechado su posición para lucrase de este negocio. 

B.      JESÚS DECIDIÓ ACABAR CON ESA INMUNDICIA

1.         En (2:15a) se muestra la manera en Jesús hizo la guerra a aquellas personas que deshonraban la casa de Dios. “Y haciendo azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas, y los bueyes.” El apóstol Juan se refiere aquí a los traficantes o comerciantes que aprovechaban la necesidad del pueblo para hacerse ricos y hacer ricos a Anás y a Caifás.

2.         Jesús declararía en (4:24) que Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren, Dios deseaba que su pueblo le adorase, pero esta actitud impedía la relación personal del creyente con Dios y hacía inmundo lo que Dios llamó santo.

3.         Era necesario demostrar que el lugar donde se acercaran los hombres a Dios era santo y debía permanecer santo. Jesús enseñaba este ejemplo para establecer el principio de que el templo de Dios tenía que permanecer purificado, de la misma manera como nuestros corazones así deberían estar cuando en ellos morase el Espíritu Santo.

C.      JESÚS ACABÓ CON EL NEGOCIO EN LAS COSAS SANTAS                      
1.         En (2:15b-16) dice: “Y esparció las monedas de los cambistas y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.” Con esto, Jesús dejaba claro que Dios no estaba de acuerdo con lo que allí se hacía.

2.         Jesús siempre estaría en desacuerdo con que sus siervos fueran deseosos de ganancias deshonestas, más tarde el apóstol Pablo así lo diría en (1 Ti. 3:3 y 6:8-10) donde también dice que raíz de todos los males es el amor al dinero, lo cual también extravía de la fe y acarrea para sí, muchos dolores.

3.         Es una realidad que Jesús no soporta el desorden ni el engaño, y muestra de que esto es así es, que ninguno de estos engañadores le hizo resistencia a su acción intempestiva, sino que huyeron como decimos comúnmente, con el rabito entre las piernas; porque sabían que lo que hacían era indigno a los ojos de Dios.
  
Jesús también actuó así porque:

II. EL TEMPLO ES CASA DE DIOS (Jn. 2:16b-17)


A.      JESÚS PUSO TODO EN SU LUGAR


1.         Jesús sabía que el templo era casa de Dios, así como lo sabían estos quienes lo habían convertido en casa de mercado, ellos sabían que las ventas tenían que estar fuera del ambiente de lo sagrado. Su lugar era el mercado público, las plazas o las calles, pero de ninguna manera el templo o casa de Dios, además de que lo que Dios pedía era de lo que a cada israelita le pertenecía.

2.         Esto era un sacrilegio con el cual se le robaba a Dios su gloria y se hacía vil lo que hasta entonces era solemne. Jesús estaba aquí estableciendo un principio bíblico que estaba claro en la mente de todo el pueblo de Israel desde los días de Moisés, donde ellos sabían que no podían pecar en las cosas santas y que el templo de Dios era santo.

3.         Hacer lo que ellos hacían, era poner la religión de Dios al servicio de los intereses materiales de sus ministros con la apariencia de que era para ayudar al pueblo. Esto evidentemente distorsionaba el propósito divino y la bendición prometida por Dios al declararle a Israel que los animales del sacrificio tenía que venir de lo que a ellos le pertenecía.

B.      JESÚS, COMO HIJO, DEFENDÍA LA CASA DE SU PADRE


1.         En (2:16b) Jesús declara esto para conocimiento de todos, diciendo: “No hagáis la casa de mi Padre casa de mercado.” Estaba claro de que si alguno lo hacía sin conciencia, ya tenía la opinión del Hijo de Dios. Cristo es el hijo sobre su casa, y así tiene celo por el templo de Jerusalén.

2.         Recordemos que en (He. 3:56) se nos declara: “Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que iba a decir; pero Cristo, como Hijo sobre la casa, la cual somos nosotros, si retenemos firmes hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”

3.         Así como Jesús preservó la santidad en la casa de su Padre, preserva y cela la santidad en nuestros corazones, por lo tanto, nosotros debemos de entender aquí el celo que consume al Señor Jesucristo porque nuestros corazones permanezcan limpios en su presencia, más aún cuando entendemos que somos morada de su Espíritu como dice (1Corintios 6:19-20).

C.      JESÚS MANIFESTÓ A SUS DISCÍPULOS, SU AUTORIDAD


1.         Cuando Jesús inició la acción de echar del templo a los cambistas y comerciantes, los discípulos de inmediato recordaron las palabras dichas en el (Sal. 69:9), donde se declara: “Entonces se acordaron sus discípulos que esta escrito: El celo de tu casa me consume.”

2.         Así declaró el Salmista David en su angustia cuando escribió el (Sal. 69) y esta porción vino a la mente de los discípulos que con él andaban. Es bueno destacar aquí, que así como los discípulos recordaron esta porción de las Escrituras, los promotores de esto tenían que saberlo.

3.         En (Tito 2:14) el apóstol Pablo dice: “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Esto nos enseña el por qué Pedro y los demás apóstoles actuaron en sus vidas como lo hicieron y especialmente con Simón el Mago cuando pretendió obtener por dinero el don que provenía de Dios como nos dice (Hch. 8:20).

Por último, Jesús actuó así porque:
III. EL TEMPLO PURIFICADO ES SEÑAL DE SU OBRA REDENTORA (Jn. 2:18-22)

A.      JESÚS RECIBIÓ UNA DEMANDA DE PARTE DE LOS JUDÍOS

1.         Cuando los principales judíos ven lo que Jesús ha hecho no tardan en reaccionar ante tal situación. Notemos que no fueron las multitudes sino los líderes quienes hicieron a Jesús la demanda del por qué hacía esto. El (v.18) nos dice claramente: “Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

2.         Tamaño reto entendían los principales líderes que hacían a Jesús, el cual se autoproclamaba ante ellos como el purificador que vendría, según (Mal. 3:1-3). Es maravilloso ver como los judíos conocían estas profecías, pero lo más impactante es ver como cada una de ellas se cumplió en Jesús.

3.         Por esta causa los judíos demandaban señal, porque eran judíos y no les bastaba que alguien hiciera algo amparado por las Escrituras, las cuales dan autoridad a todo creyente para demandar un cambio de actitud en aquellos que no hacen la voluntad de Dios. Lo penoso de todo esto era la dureza y rebeldía de su corazón.

B.      JESÚS DA RESPUESTA A SU DEMANDA

1.         Jesús sabía como tratar a estos hombres que se caracterizaban por su dureza de corazón, en (2:19), el mismo les da la respuesta a su pregunta y a la demanda de señal que le habían hecho como para comprobar su autoridad, dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Dijimos que una señal es dada para advertir sobre algo que ha de venir después y cuyo cumplimiento probará la veracidad de quien propuso la señal. Sobre la base de esto, Jesús responde a estos incrédulos.

2.         La respuesta de Jesús, está relacionada con la gran señal de la resurrección, tras su pasión y muerte. La resurrección de Cristo es la prueba más contundente de su divinidad y de su obra salvadora, por la cual él, con su poder, purifica nuestros corazones (Ro. 4:25; 6:3-10; 1 Co. 15:4,12). No había otra respuesta más certera que esta que dio Jesús.

3.         Evidentemente Jesús toma el templo como un tipo de su cuerpo, y da esta profecía que se cumpliría tres años más tarde. Jesús les estaba presentando un contra reto, de forma tal que ellos, si quisieran podían evidenciar, obedeciendo lo que Jesús decía.

4.         Es sobre esta enseñanza que dice Piper: «Mátenme, y me convertiré en el centro mundial de reunión con Dios”. Esa es la manera en que yo haría la paráfrasis de Juan 2:19-21. Ellos pensaron que Jesús se refería al templo de Jerusalén. “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Pero se refería a su cuerpo.

¿Por qué Jesús estableció la conexión entre el templo judío y su propio cuerpo? Porque Él vino a tomar el lugar del templo como sitio de reunión con Dios. Con la venida del Hijo de Dios en carne humana, el ritual y la adoración experimentarían profundo cambio. Cristo mismo llegaría a ser el final cordero de la Pascua, el sacerdote final, el templo final. Todos ellos pasarían, pero él permanecería.
Lo que quedó sería infinitamente mejor. Refiriéndose a Él mismo, Jesús dijo: “Os digo, uno mayor que el templo está aquí” (Mt. 12:6). El templo llegó a ser la morada de Dios en tiempos excepcionales, cuando la gloria de Dios llenó el santo lugar. Pero de Cristo la Biblia dice: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad! (Col. 2:9). La presencia de Dios no va y viene en Jesús. Él es Dios, y donde nos encontramos con Él encontramos a Dios.

Dios se reunió con las personas en el templo a través de muchos imperfectos mediadores humanos. Pero ahora se dice de Cristo: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5). Si queremos reunirnos con Dios en adoración, hay un solo lugar adonde debemos ir: a Jesucristo. El cristianismo no tiene centro geográfico como el islamismo y el judaísmo.

Una vez, cuando Cristo confrontó a una mujer con su adulterio, esta cambió el tema y dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Jesús la siguió en su digresión: “Mujer,... la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. La geografía no es lo importante. ¿Qué es lo importante? “La hora viene, y ahora es”, continuó Jesús, “cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:20-23).

Jesús cambia de categoría completamente. Ni en este monte ni en esta ciudad, sino en Espíritu y en verdad. Él vino al mundo para ampliar las limitaciones geográficas. No hay templo ahora. Jerusalén no es el centro. Cristo lo es. ¿Queremos ver a Dios? Jesús dice: “Cualquiera que me ha visto ha visto al Padre” (Jn. 14:9). ¿Queremos recibir a Dios? Jesús dice: “El que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt. 10:40). ¿Queremos tener la presencia de Dios en la adoración? La Biblia dice: “El que confiesa al Hijo tiene también al Padre (1 Jn. 2:23). ¿Queremos honrar al Padre? Jesús dice: “El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió” (Jn. 5:23).

Cuando Cristo murió y resucitó, el viejo templo fue reemplazado por el Cristo mundialmente accesible. Puedes ir a él sin mover un músculo. Él está tan cerca como la fe.»[[1]]

C.      LOS JUDIOS HACEN NUEVA RÉPLICA ANTE LA RESPUESTA DE JESÚS

1.         En (2:20) dice: “Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Con la aclaración que el apóstol Juan hace en (2:21, 22) se declara que el propósito del Señor no era hablar con respecto a un templo terrenal, sino que la señal a la que apuntaba era, la señal de su resurrección. Estos judíos reclamaban primeramente autoridad, ahora demandaban poder de aquel que le hacía esta declaración; pero, en el fondo, a ellos nos les interesaba creer, sino seguir lucrándose de su indigno negocio.

2.         Es triste en verdad, que los hombres tomen las cosas de Dios para aprovechar estas oportunidades para lucrarse económicamente. Esto es lo que vemos con respecto a lo que se hace en el tiempo donde se dice que Jesús nació o con la semana de pasión, mal llamada “semana santa” cuando para el mundo lo único que no tiene es santidad.
                       
3.         Ahora bien, Jesús habló en esta porción, para aquellos que querían verdaderamente oír, por esto aclaró el apóstol Juan diciendo: “Más él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Los judíos incrédulos no creyeron en Jesús, aún Jesús les habló del gran poder que había en Él y de la capacidad que tenía para hacer lo que prometía, pero sus discípulos, desde entonces, sabían que Él era el único que tiene capacidad para purificar a los que obedecen y permiten que sea Él el único que puede convertir nuestros corazones en morada suya para que de esta manera podamos tener comunión con el Padre y con Él.
Por esto decimos que Él sufrió y murió para convertirse para nosotros en el lugar donde nos reunimos con Dios

            Dios bendiga a cada alma obediente.


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 66-67.


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