martes, 19 de julio de 2011

27/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Vigésima séptima razón
PARA PONER FIN A LOS SACRIFICIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y PROVEERNOS UN SACRIFICIO ETERNO

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado…”
Hebreos 9:1-28

            Observando la segunda parte de la vigésima secta razón por lo cual Cristo sufrió y murió en la Cruz del Calvario se destacará la manera en que Dios quiere que veamos no sólo la SUPREMACÍA del sacerdocio de Cristo sino también la SUPREMACÍA del santuario en que este Sumo Sacerdote ministra a favor de los pecadores.
           
            En el principio del capítulo 8 se señala el significado real, pero limitado, del modelo que hizo Moisés en representación simbólica del tabernáculo verdadero, pero antes de detallar el concepto, el autor hizo un alto para notar la desaparición del antiguo pacto que ya había cumplido su propósito y cedía su lugar al Nuevo. Este Nuevo Pacto estaba basado sobre una incondicional obra de gracia de parte de Dios, y que resultaba en una obediencia interna y espiritual de aquel a quien le beneficiase.

            En el capítulo 8 quedó por señalar la “base” de esta nueva obra, por esto aquí se reanuda el tema del tabernáculo del desierto y sus servicios con el fin de subrayar luego la perfecta obra de Cristo. En este capítulo 9 se presenta un contraste detallado entre el santuario del Antiguo Pacto (el tabernáculo) y el santuario celestial del Nuevo Pacto donde Jesucristo ministra ahora. Este contraste pone en claro que el santuario del Nuevo Pacto es superior.

            Los creyentes hebreos tenían que aceptar por la fe a Jesucristo, viéndolo como sumo sacerdote en el ejercicio de sus funciones en la presencia de Dios, habiendo anulado el pecado por el gran sacrificio que ofreció en la consumación de los siglos. En vista de esto, los creyentes ya no temen a la muerte natural ni al juicio eterno que le sigue, sino que esperan a su Señor quien vendrá en toda su gloria a rescatar a los que ha redimido.


            Veamos este maravilloso desarrollo bajo el siguiente bosquejo:         
I.     LA INFERIORIDAD DEL SANTUARIO DEL ANTIGUO PACTO
II.    LA SUPREMACÍA DEL SANTUARIO CELESTIAL DEL NUEVO PACTO
III.   EL SANTUARIO CELESTIAL DE UN MINISTERIO PERFECTO, COMPLETO Y FINAL.

I. LA INFERIORIDAD DEL SANTUARIO DEL ANTIGUO PACTO (He. 9:1-10)

A.      ERA UN SANTUARIO TERRENAL

1.         Esto significa que fue hecho por el hombre, (9:11) y levantado por el hombre, (8:2). Los judíos trajeron generosamente sus ofrendas a Moisés, y de esos materiales hicieron el tabernáculo. Luego vemos a Bezaleel y a Aholiab a quienes Dios dio sabiduría espiritual y capacidad especial, haciendo el delicado trabajo de preparar y fabricar las diferentes partes del tabernáculo y su hermoso mobiliario (Éx. 35-36).

2.         Ya terminado, el santuario fue dedicado a Dios como nos dice Éxodo 40. Aunque la gloria de Dios llenó el santuario, éste seguía siendo un edificio terrenal construido por seres humanos y con materiales terrenales.

3.         Lo que queremos decir es que por ser un edificio terrenal, necesitaba de mantenimiento y de reparaciones, además de que estaba limitado geográficamente a un solo lugar. Por esto tenía que ser desmantelado y llevado de un lugar a otro. Este santuario pertenecía sólo a la nación de Israel y no a todos los creyentes en el mundo.

B.      ERA TIPO DE ALGO MAYOR

1.         El escritor menciona diferentes partes del tabernáculo y su mobiliario, porque cada una de estas piezas tenía un significado espiritual, como lo vemos en 9:2-8. Eran “figuras de las cosas celestiales” (He. 9:23).

2.         Las frases “la primera parte” (9:2) y “la segunda parte” (9:7) se refieren a la primera y segunda división del tabernáculo. La primera era llamada Lugar Santo y la segunda el Lugar Santísimo. Cada una de estas divisiones tenía su propio mobiliario, y cada mueble tenía un significado especial.

3.         En el Lugar Santo estaba:
El candelero de oro
(Éx. 25:31-40; 27:20-21; 37:17-24). Este candelero servía para proporcionar luz para el alumbrado del ministerio de los sacerdotes, pues el tabernáculo no tenía ventanas. La luz era producida por aceite y no por velas. La nación de Israel tenía que ser luz para las otras naciones (Is. 42:6; 49:6). Es bueno recordar que Jesucristo es “la luz del mundo” (Jn. 8:12) y les dice a los creyentes que tienen que ser luminares en el mundo (Fil. 2:14-15).
La mesa de los panes de la proposición.
Esta tenía permanentemente 12 panes (Éx. 25:23-30; 37:10-16; Lv. 24:5-9). Cada sábado los sacerdotes cambiaban los panes, poniendo panes nuevos sobre la mesa. Solo los sacerdotes podían comerlos, y esto dentro del santuario. Estos panes recordaban a las doce tribus de Israel que la presencia de Dios les sustentaba. Hoy sabemos que Jesucristo es “El pan de vida” (Jn. 6:35). 
El incensario de oro
Es el tercer utensilio que se colocaba en el Lugar Santo, y se colocaba frente al velo que dividía las dos partes del tabernáculo. Este altar de oro aunque se hallaba en el Lugar Santo, su función servía para el Lugar Santísimo, pues el día anual de la expiación, el sumo sacerdote tomaba carbones de este altar para quemar incienso dentro del velo ante el propiciatorio (Lv. 16:12-14). Moisés relaciona el altar de oro del incienso con el arca del pacto, (Éx. 40:5). También se ratifica en 1 Reyes 6:22. David sugiere en el uso del incienso un cuadro de la oración que sube a Dios (Sal. 141:2). Hoy sabemos que Jesucristo por medio del Espíritu Santo intercede por nosotros en la oración según nos dice Romanos 8:33-34.

            El Lugar Santísimo solo contenía:
El arca del pacto
Era un cofre de madera de acacia de 112.5 cms. de largo; 67.5 cms. de ancho y 67.5 cms. de alto. Encima estaba el maravilloso propiciatorio labrado de oro con un querubín en cada extremo.
Este era el trono de Dios en el tabernáculo (Sal. 80:1; 99:1; Éx. 25:10-22). En el día de la expiación la sangre era rociada sobre el propiciatorio para cubrir las tablas de la ley que se encontraban dentro del arca. Dios no miraba la ley quebrantada, sino la sangre. Ahora Cristo es nuestra propiciación (1 Jn. 2:2; Ro. 3:25). Es necesario destacar aquí que la sangre de Cristo no cubre el pecado, sino que lo quita.
Sin duda alguna, la presencia de estos utensilios dentro del tabernáculo indica muchas verdades espirituales y todas de gran valor. Pero la verdad más importante es esta: “Todo esto era simbólico, y no la realidad espiritual. Por esto el tabernáculo del antiguo pacto era inferior” (v. 9).

C.      ERA INACCESIBLE PARA LA GENTE COMÚN

1.         No debemos pensar que los judíos se reunían en el tabernáculo para adorar, pues solamente a los sacerdotes y levitas se les permitía entrar. Éste estaba reservado para los sacerdotes, que día tras día ministraban en el Lugar Santo y para el Sumo Sacerdote que era el único que podía entrar una vez al año en el Lugar Santísimo.

2.         Es necesario destacar que el Sumo Sacerdote, previamente tenía que ofrecer un sacrificio por sus propios pecados, para luego ofrecer el sacrificio por los pecados del pueblo. En cambio el tabernáculo celestial está abierto para todo el pueblo de Dios, en todo tiempo (10:19-25).

D.        ERA TEMPORAL

1.         El hecho de que la primera parte del tabernáculo (el Lugar Santo) estuviera en pie era prueba de que todavía la salvación de Dios para el hombre no estaba completa. El Lugar Santo estaba como barrera entre el pueblo y el Lugar Santísimo.

2.         En este tiempo, los sacerdotes servían en el Lugar Santo, y el camino a la presencia de Dios no había sido abierto. Todos tenían que esperar la obra de la Cruz, cuando el velo se rompería de arriba a abajo para permitir la libre entrada a los pecadores arrepentidos.

3.         Es por esta causa que el escritor a los hebreos hace énfasis en que ni el Lugar Santo, ni el Lugar Santísimo continúan siendo necesarios, porque ya todos nosotros, pecadores que hemos creído podemos llegar libremente a la presencia de Dios por medio de un Sumo Sacerdote permanente. 

E.         ERA EXTERNO Y NO INTERNO

1.         En (9:9-10) vemos que los sacrificios ofrecidos, y la sangre aplicada al propiciatorio, nunca pudieron cambiar el corazón ni la conciencia de un adorador. Pues esta ofrenda solo cubría el pecado pero no traía un perdón total del mismo.

2.         Todas las ceremonias relacionadas con el tabernáculo tenían que ver con la pureza ceremonial, y no con la pureza moral, interna de cada individuo. Notemos el texto: “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica el culto”.

3.         Estas eran ordenanzas “…acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas”, cosas que pertenecían al hombre exterior, y no podían cambiar el hombre interior, el cual sería transformado por Jesucristo y su obra de propiciación por el pecado del mundo.
  
II. LA SUPREMACÍA DEL SANTUARIO CELESTIAL DEL NUEVO PACTO (He. 9:11-28)

A.      ES ESCENARIO DE UN SACRIFICIO CELESTIAL

1.         El escritor de la epístola había hecho énfasis en este tema en 8:2, porque quería que sus lectores concentraran su atención en las cosas celestiales y no en las terrenales, como eran entre otras cosas el hermoso templo judío que muy pronto sería destruido.

2.         Era importante que estos creyentes pusieran su vista en aquellas realidades eternas y no en las pasajeras que estaban pronto a desaparecer. El tabernáculo que había sido sustituido por el templo fue hecho por las manos del hombre y pertenecía a esta creación, a diferencia del santuario celestial.

3.         Como podemos ver el texto declara esta verdad y en el mismo se hace énfasis en las cualidades de este especial santuario. “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación” (9:11). Ya Cristo era una realidad y por tanto su santuario y su sacrificio también eran reales para los creyentes.

B.      ES ESCENARIO DE UN MINISTERIO EFICAZ PARA TRATAR CON EL PECADO DEL PUEBLO

Tenemos en los (vv. 12-15) una serie de contrastes que muestran otra vez la SUPREMACÍA del ministerio celestial ejercido en un santuario celestial.

1.         El sacrificio de animales y el sacrificio de Cristo (9:12). Aunque se trata en el capítulo 10, la inferioridad de los sacrificios de los animales con respecto al de Cristo como cordero, aquí se comienza a edificar el fundamento de esta doctrina.
·         Nunca, la sangre de un cordero del Antiguo Testamento fue derramada de forma voluntaria.
·         Ninguno de los corderos fue al sacrificio por si mismo.
·         Ninguno de los sacrificios sacerdotales compró eterna  redención.

2.         Limpieza ceremonial y limpieza de conciencia (9:13-14). Dijimos que los ritos del Antiguo Pacto no podían cambiar el corazón del hombre pecador. Esto no quiere decir que el adorador no haya tenido un cambio en su corazón al confiar en Dios, sino que el énfasis en el Antiguo Testamento era en las ceremonias de limpieza. Lo importante era la “purificación de la carne, y no la limpieza de la conciencia (Nm. 19). “Solo la  sangre  de  Cristo  por  el  Espíritu Eterno podrá limpiar nuestras conciencias de obras muertas para servir al Dios vivo”.

3.         Bendiciones temporales y bendiciones eternas (9:15). Este versículo aclara que no hubo redención completa y final bajo el Antiguo Pacto. Las transgresiones fueron cubiertas con la sangre de muchos sacrificios, pero no fueron limpiadas sino hasta el sacrificio de Cristo en la cruz al momento en que ofreció su sangre en el santuario celestial (Ro. 3:24-26).

C.      ES ESCENARIO DE UN MINISTERIO SACRIFICIAL DE MUY ALTO COSTO

1.         En esta sección 9:16-23, la palabra “PACTO” no solo significa convenio, sino que también encierra la idea de testamento. Si un hombre escribe su testamento, éste no tiene valor hasta que el hombre muera, por esto fue necesario que Jesucristo muriera para que los términos del Nuevo Pacto entraran en vigor.

2.         Jesús mismo declaró: “Esta copa es el Nuevo Pacto (convenio, testamento) en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lc. 22:20). Por esto nos dice el texto: “Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive” (9:16-17).

3.        El tabernáculo celestial fue por tanto escenario de un gran ministerio sacrificial de muy alto costo, pues nunca Dios dejó de exigir la presencia de sangre, ni en el santuario terrenal, ni mucho menos en el celestial, pues como dicen los vv. 20 y 22b: “Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado… y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”.

4.         En el (v. 23) se destaca que la sangre derramada allí fue la sangre de Jesús cuando dice: “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos”.

III. EL SANTUARIO CELESTIAL DE UN MINISTERIO PERFECTO, COMPLETO Y FINAL (He. 9:24-28)

A.      SU MINISTERIO EN ESTE SANTUARIO IMPLICA CUMPLIMIENTO

1.         Es por esta causa que podemos decir que su ministerio en el santuario celestial fue perfecto, porque implica el cumplimiento estricto de las exigencias divinas, ya que no fue un sacerdote terrenal que visitaba anualmente el Lugar Santísimo el que entró en este santuario, sino el Sumo Sacerdote celestial que entró en este santuario celestial para presentarse por nosotros ante Dios.

2.         Este Sumo Sacerdote ejercía desde ese momento un ministerio perfecto, en el cielo mismo y ante Dios, para cumplir con todas sus demandas de justicia y poder así defender e interceder por el pecador arrepentido (9:24).

3.         Gracias tenemos que dar a Dios de que en su Hijo Jesucristo tenemos la seguridad de nuestra salvación basada en algo verdadero y no en algo temporal. Los judíos tuvieron como escenario para sus sacrificios, el tabernáculo de Moisés, el templo de Salomón, luego el de Zorobabel, más tarde remozado y ampliado por Herodes, pero que también fue destruido y por tanto perecedero. Pero hoy tenemos un santuario más hermoso que todos estos juntos, el cual es imperecedero y más aún, ministrado por un Sumo Sacerdote Eterno.

B.       SU MINISTERIO EN ESTE SANTUARIO IMPLICA ALGO COMPLETO

1.         No puede haber nada incompleto o temporal acerca del ministerio de Nuestro Señor en este santuario. Es por esto que el escritor ahora nos hace nuevos contrastes entre el ministerio del Antiguo Pacto y el ministerio del Nuevo Pacto, veámoslos en 9:25-26.

2.         Antiguo Pacto                                Nuevo Pacto
            Sacrificios repetidos.                     Un solo sacrificio.
            Se ofrece la sangre de otros.     Su propia sangre.
            El pecado cubierto.                      El pecado quitado.
            Solo para Israel.                             Para todos los pecadores.
            Se entra al Lugar Santísimo.       Entró al cielo y allí permanece.           
            Vino a bendecir a su pueblo.    Vendrá a llevar a su pueblo al                                                   cielo.

3.         Estamos claros por esta sección que el ministerio en este santuario fue un hecho completo con la base de un sacrifico completo y permanente.

C.      SU MINISTERIO EN ESTE SANTUARIO IMPLICA ALGO FINAL

1.         Los creyentes hebreos, después de haber leído este capítulo, seguramente entendieron que no había lugar para aquello que todavía se quería hacer perdurar, principalmente cuando meditaron en los (vv. 27-28).

2.         Su ministerio en este santuario había sido ejercido con el propósito de darle fin a todo lo que hasta ahora se había practicado según las enseñanzas antiguo-testamentarias.

3.         Ellos tuvieron que escoger entre lo terrenal y lo celestial, entre lo temporal y lo eterno, entre lo incompleto y lo completo. Tenían que saber que no existen términos medios y que no podían pretender estar practicando los rituales abolidos y al mismo tiempo permanecer en la fe cristiana.


CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
El santuario del creyente es el cielo. Nuestro Padre está allí, así como nuestro Salvador. Allá está nuestra ciudadanía y nuestros tesoros tienen que ser colocados allí, pues allí está nuestra esperanza y de donde vendrá la consumación de nuestra redención en el día de nuestra reunión con Él.

No importa lo que pueda pasar en la tierra, el creyente puede tener confianza porque todo está arreglado en el cielo. Por esto nuestra esperanza no depende de las promesas terrenales sino de las promesas celestiales, hechas por Dios a sus hijos mediante su Palabra inquebrantable e inerrante.                   
                                                                                                   

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