martes, 14 de junio de 2011

15/52 RAZONES POR LAS CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Décima quinta Razón
PARA HACERNOS SANTOS,
INTACHABLES Y PERFECTOS.

 “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”.
Hebreos 10:14

“Ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”.
Colosenses  1:21-22

“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada  por nosotros”.
1 Corintios 5:7

Piper inicia esta décima quinta razón diciendo: «Una de las mayores angustias en la vida cristiana es la lentitud de nuestro cambio. Escuchamos el llamamiento de Dios para que lo amemos de todo corazón, alma, mente y fuerza (Mr. 12:30). Pero ¿alguna vez nos elevamos a esa totalidad de afecto y devoción? Exclamamos regularmente con el apóstol Pablo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro. 7:24). Gemimos aun cuando hacemos renovadas resoluciones: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Fil. 3:12).

Esa misma declaración es la clave de la paciencia y el gozo. “Cristo Jesús me ha hecho suyo”. Toda búsqueda, mi anhelo y mi esfuerzo no son para pertenecer a Cristo (lo que ya ocurrió) sino para completar lo que falta en mi semejanza a Él.»[[1]]

            Que glorioso es para los creyentes el saber que hay alguien que vela por nosotros, que Dios mismo, nuestro Padre Celestial nos asegura la permanencia en la fe, sellándonos con su Espíritu, el cual es las arras de nuestra herencia hasta la posesión adquirida para alabanza de su gloria (Ef. 1:13).

            En esta maravillosa oportunidad que nos da Dios para exponer esta décima quinta razón por lo cual Cristo Jesús, sufrió y murió por nuestros pecados, estudiemos el tema bajo el siguiente bosquejo:

I.        LA LABOR DE CRISTO
II.      LA LABOR DE DIOS
III.  LA LABOR DEL CREYENTE

I. LA LABOR DE CRISTO
(He. 10:14)

A.      LA ÚNICA Y SOLA OFRENDA

1.         La obra de Cristo fue suficiente y concluida. El escritor a los Hebreos nos atestigua en los (vv. 11-13) sobre la obra concluida por Jesús, testificando que esta ofrenda ha sido hecha con un solo sacrificio por los pecados, al tiempo que se ha sentado a la diestra de Dios.

2.         Este mismo hecho nos asegura que su obra no sólo le dio el triunfo, sino que le aseguró la victoria sobre el pecado a todos los que hemos confiado en él. Mientras que todavía los sacerdotes ministraban y ofrecían muchas veces sacrificios que no podían quitar los pecados.

3.         Este triunfo, como nos asegura el texto, es sobre todo principado y potestad. El pasaje declara: “…de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrados de sus pies”. Este triunfo es la garantía de nuestra salvación, es la base del cumplimiento de todas las promesas que hemos recibido del mismo Jesús de Nazaret.

B.      PERFECCIÓN ETERNA

1.         La obra de Cristo fue una obra determinante, perfecta y eterna. Esta obra provocó la perfección de los santos. Notemos lo que nos dice el v. 14: “…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. Esto es algo que debemos nosotros apreciar de manera extrema.

2.         Además de ser un pacto perfecto e incondicional, también Dios nos añadió la gracia de derramar su Santo Espíritu sobre nosotros para recordarnos continuamente su Ley. “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (vv. 15-17).

3.         Está claro que no basta el pensar que no tenemos pecados, sino que es necesario que sepamos que judicialmente la culpa por nuestro pecado ha sido cubierta de manera definitiva y total. Piper nos declara aquí: «Una de las mayores fuentes de gozo y constancia para el cristiano es saber que en la imperfección de nuestro progreso ya hemos sido perfeccionados, y que eso es debido al sufrimiento y la muerte de Cristo: “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (He. 10:14). ¡Esto es maravilloso! En la misma oración dice que “estamos santificados” y que estamos ya “perfeccionados”.»[[2]]

C.      LOS SANTIFICADOS

1.         La obra de Cristo es una obra de remisión completa para los santificados. Ahora dice Piper: «Estar santificado significa que somos imperfectos y estamos en proceso. Nos estamos volviendo santos, pero todavía no somos del todo santos. Y son precisamente éstos, y solo éstos, quienes están ya perfeccionados. El gozoso estímulo aquí es que la evidencia de nuestra perfección ante Dios no es la perfección experimentada, sino el progreso experimentado. Lo bueno de todo es que el hallarnos en el camino es prueba de que hemos llegado.»[[3]]

2.         El v.18 dice: “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”. La remisión significa transferir una deuda y ponerla en la cuenta de otro, en este caso en la cuenta de los santificados. Por esta causa, todos los que estamos en Cristo no necesitamos de más ofrenda por el pecado, porque la que Cristo hizo por nosotros en la cruz del calvario fue una obra de remisión perfecta, completa y eterna para colocarnos en el camino de la santificación.

3.         Por esto podemos decir que en Cristo estamos completos, porque Él nos redimió de todo pecado y de toda maldad, y por un solo sacrificio nos purificó y ahora nos llama santificados. Los santificados somos los que hemos sido lavados por la sangre de Jesucristo por medio de la fe y hemos pasado por la experiencia del nuevo nacimiento y esperamos en las promesas de Dios durante el proceso de nuestra santificación.

II. LA LABOR DE DIOS
(Col. 1:21-22)

A.      LA RECONCILIACIÓN EN SU CUERPO DE CARNE

1.         El pasaje que ahora tomamos de referencia nos enseña que somos reconciliados por Dios en su cuerpo de carne. Notemos lo que nos dice Pablo en (Col. 1:21-22): “Ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”. Es claro que esta afirmación la hace Pablo a los gentiles de Colosas quienes como nosotros habían estado alejados de Dios y separados de las bendiciones espirituales de Israel. Los dioses que ellos adoraban antes eran falsos y sus rituales religiosos no podrían borrar ni su pecado ni su culpa. Esta lejanía no era sólo cuestión de su posición como gentiles sino también de prácticas y actitudes pecaminosas.

2.         La bendición y la gracia de Dios ahora nos comunica por la inspiración de las Sagradas Escrituras que Dios mismo iba a pagar “en su cuerpo de carne” nuestra reconciliación haciendo entender que Él era el que tomaba la iniciativa de reconciliarnos con Él aún cuando nosotros éramos sus enemigos y viles pecadores (Ro. 5:6; 5:8, 10).

3.         Que misterio más glorioso este que ha sido revelado en su Palabra, que el mismo Dios toma cuerpo, se hace hombre y en su condición de hombre se humilla yendo a la Cruz del Calvario para tomar el peso y las consecuencias del pecado del hombre y darle una oportunidad de salvación y de reconciliación (Jn. 1:1, 18).

B.      EL VEHÍCULO DE LA MUERTE

1.         El vehículo escogido por Dios, como nos dice el texto, fue la muerte. Pero no una muerte cualquiera, sino la más horrenda de las muertes. La muerte por crucifixión, para que se cumpliese lo dicho por el mismo Dios en (Dt. 22:23 y Gá. 3:13) cuando dice: “Maldito todo el que es colgado en un madero.”

2.         La muerte de aquel por el cual íbamos a ser reconciliados era necesaria e imprescindibles para cumplir con los planes redentores de Dios. La muerte es la paga del pecado y ese “cuerpo de carne” tenía que ir a la muerte sustitutiva para dar vida a todo aquel que creyese en su obra de redención.

3.         Está claro que sin muerte no hay nuevo nacimiento y sin nuevo nacimiento no hay entrada en el reino de los cielos. Por eso declaró el mismo Jesús en Juan 12:23-24: “Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muerte, lleva mucho fruto.” Con esto dio a entender la necesidad de su muerte.

C.      EL OBJETIVO DE LA RECONCILIACIÓN

1.         El texto mismo nos muestra el objetivo de la reconciliación que Dios mismo ha propiciado para tener comunión con el hombre diciendo: “…para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”.

2.         Tres palabras son las que utiliza el apóstol Pablo para describir a los creyentes de Colosas el objetivo de la reconciliación.
·         Santos.
·         Sin mancha.
·         Irreprensibles.

3.         -La palabra “Santos” está íntimamente ligada con la santidad. Ambas palabras nos quieren dejar claro el concepto de ser apartados y consagrados para Dios. Personas vivas y no muertas, a las cuales se les dirige esta epístola (Col. 1:2).
          -La expresión “Sin mancha” quiere expresar la misma característica que Dios exigía de los sacrificios antiguo-testamentarios, los cuales tenían que ser sin defecto. Dios quiere que seamos santos y sin mancha (Ef. 1:4).
-También se nos habla de la característica de ser “Irreprensibles” la cual no significa perfectos o sin pecado, sino que significa “sin reproche”. Lo que nos indica que una vez que hemos sido reconciliados con Dios, no hay cargos que puedan levantarse contra nosotros (Ro. 8:31-34; Ap. 12:1-12; Zac. 3).

III. LA LABOR DEL CREYENTE
(1 Cor. 5:7)

A.      LIMPIÉMOSNOS DE LA VIEJA LEVADURA
1.         Ahora agrega Piper: «La Biblia pinta esto otra vez en el antiguo lenguaje de masa y levadura (levadura). En el cuadro, la levadura es el mal. Somos el grumo de la masa. Dice: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Cor. 5:7). Los cristianos están “sin levadura”. No hay levadura: no hay mal. Estamos perfeccionados. Por esta razón debemos “limpiarnos de la vieja levadura”. Hemos quedado ácimo en Cristo. De modo que deberíamos llegar a ser ácimo en a práctica. En otras palabras, debemos llegar a ser lo que somos.»[[4]]
           
2.         El pasaje que citamos en esta sección viene relacionado con la disciplina recomendada por el apóstol pablo a la iglesia de Corinto cuando vivían sosteniendo dentro de la iglesia situaciones pecaminosas que dañaban el espíritu de santidad que debía reinar dentro del cuerpo de Cristo, la Iglesia.

3.         Esta iglesia se desarrollaba dentro de un ambiente contaminado por el pecado y lo peor de todo era que estaban envanecidos en su condición y no eran capaces de exterminar por vía de Dios el pecado que estaba en su seno. Esto no sólo se convertía en un testimonio desgarrador para el incrédulo que veía el andar de la iglesia, sino que al mismo tiempo contaminaba la propia Iglesia.

B.      OBJETIVO DE LA LIMPIEZA

1.         Cuando se habla de objetivo se habla de metas. Por esta causa lo que queremos decir es que si nuestro Señor Jesucristo por una ofrenda hizo perfectos a los santificados. Dios el Padre nos ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentarnos santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él, entonces, sin lugar a dudas espera que nosotros nos limpiemos de todo peso de pecado, que quitemos de nosotros esa vieja levadura, para que seamos nueva masa, sin levadura (pan ácimo), como el tomado por Jesús en la última cena y le glorifiquemos.

2.         Dios no tiene otro objetivo que no sea el que seamos lo que Él mismo nos hecho nueva masa, sin levadura como sois”. Nada más. Y cuando dice esto espera que nos apartemos del pecado, entendiendo que ya somos una nueva creación para Él, hecha con sus manos para que le glorifiquemos.

3.         Los creyentes no tenemos otro objetivo en esta tierra que no sea ser como lo que somos. Ser lo que Dios quiere que seamos y este estudio nos ha dado la suficiente información para que no nos apartemos de la meta que debemos alcanzar. Por esto declaró el Apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17 cuando dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

C.      RAZÓN DE LA LIMPIEZA

1.         La razón primordial por lo cual debemos quitar toda levadura de nosotros es porque debemos entender que nuestra pascua, que es Cristo Jesús, ya fue sacrificada por nosotros. Tenemos que entender que ya no hay otro sacrificio por nuestros pecados, lo que hizo el Señor es suficiente para limpiarnos, por tanto, sino vives como tal, entonces no hay salvación para ti.

2.         Mis amados, no hay otro medio por el cual podamos ser santificados que no sea la muerte de Cristo. Este sacrificio nos lleva a la máxima expresión de la santidad y nos asegura la perfección que Dios reclama cuando dice en Mateo 5:48 – “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

3.         Piper termina apuntando: «¿Cuál es la base de todo esto? “Cristo, nuestro Cordero de la Pascua, ha sido sacrificado”. El sufrimiento de Cristo nos asegura perfección tan firmemente que ya es una realidad. Por consiguiente, peleamos contra nuestro pecado no sencillamente para llegar a ser perfectos, sino porque lo somos. La muerte de Jesús es la clave para combatir nuestras imperfecciones sobre el firme fundamento de nuestra perfección.»[[5]]

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Mis amados hermanos y queridos amigos, hoy nos hemos edificado en la Palabra conociendo una razón más de la grandeza del sufrimiento y de la muerte de Cristo.                                                                                                                         
                                                                                                                                   


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 48.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 48-49.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 49.
[4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 49.
[5]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 49.


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