lunes, 6 de junio de 2011

14/52 RAZONES POR LAS CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Décima Cuarta Razón
PARA LLEVARNOS A LA FE
Y
MANTENERNOS FIELES

“Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada”.
Marcos 14:24

“Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí”.
Jeremías 32:40

Ahora vemos una razón muy particular por la cual nuestro Señor Jesucristo sufrió y murió por nuestros pecados. En esta razón se nos habla del nuevo pacto por el cual nos lleva a la fe y nos mantiene fieles. Al respecto dice Piper: «La Biblia habla de un “antiguo pacto” y un “nuevo pacto”. El término pacto se refiere a un acuerdo solemne y obligatorio entre dos partes con obligaciones para ambas partes y hecho firme mediante un juramento. En la Biblia los pactos que Dios hace con el hombre los inicia Él mismo. Él establece los términos. Sus obligaciones están determinadas por sus propios fines.

El “antiguo pacto” se refiere a los acuerdos que Dios estableció con Israel en la ley de Moisés. Su debilidad era que no estaba acompañado por una transformación espiritual. Por consiguiente no era obedecido y no vivificaba. Estaba escrito con letras en la piedra, no con el Espíritu en el corazón. Los profetas prometían un “nuevo pacto” que sería diferente. No sería “de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata pero el Espíritu vivifica” (2 Co. 3:6).

El nuevo pacto es radicalmente más efectivo que el antiguo. Está redactado sobre el fundamento del sufrimiento y muerte de Jesús. “Él es el mediador del nuevo pacto” (He. 9:15). Jesús dijo que su sangre era “sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (Mr. 14:24). Esto significa que la sangre de Jesús compró el poder y las promesas del nuevo pacto. Es supremamente efectivo porque Cristo murió para que fuera así.»[[1]]


PARTICULARIDADES DE AMBOS PACTOS
ANTIGUO PACTO
NUEVO PACTO
Sacrificios repetidos.
Un solo sacrificio.
Ofrece la sangre de otros.
Ofreció su propia sangre.
El pecado cubierto.
El pecado quitado.
Solo para Israel.
Para todos los pecadores.
Se entra al Lugar Santísimo.
Entró al cielo y allí permanece.
Vino a bendecir a su pueblo.
Vendrá a llevar a su pueblo al cielo.


Veamos algunos aspectos importantes relacionados a la obra redentora del Señor y el pacto que la ampara, por medio del cual podemos esperar en la promesa de la perseverancia de los santos.

Vayamos a Hebreos para ver las implicaciones del nuevo pacto cuando decimos que el sufrió y murió para llevarnos a la fe y mantenernos fieles:

I.     EL NUEVO PACTO ES MINISTRADO POR UN SUMO SACERDOTE PERFECTO
II.   EL NUEVO PACTO ES MINISTRADO EN UN LUGAR SUPERIOR
III. EL NUEVO PACTO ESTA BASADO SOBRE MEJORES PROMESAS

I. EL NUEVO PACTO ES MINISTRADO POR UN SUMO SACERDOTE PERFECTO (He. 8:1-2)

A.      SU MORALIDAD PERFECTA

1.         En Hebreos 7:26 se expone lo que sigue a continuación: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Esto nos habla acerca de que la calidad moral de nuestro Sumo Sacerdote que ha de ministrar en el nuevo pacto y por tanto en el nuevo santuario es indiscutible y fuera de toda comparación.

2.         Esta cualidad es una garantía para nuestra santidad y perfección ya que aquel a quien tenemos que imitar es perfecto en cuanto a la santidad y socorre a todo aquel que desea ser santo.  

3.         Además de toda esta garantía, sabemos que este sumo sacerdote se identifica con nosotros en nuestras necesidades y tentaciones, es precisamente esto lo que lo hace superior a todos.

B.      SU OBRA CONSUMADA

1.         Como podemos notar en el (v. 1) dice: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”. La idea está clara, podemos decir que nuestro Señor nunca hubiese estado “SENTADO A LA DIESTRA DE LA MAJESTAD EN LOS CIELOS” si su obra no hubiese estado consumada.

2.         Es interesante recordar que en el tabernáculo antiguo testamentario no había asientos para los sacerdotes, y la razón era que su obra nunca terminaba.

3.         Cada sacrificio ofrecido era un recordatorio de que ninguno de los sacrificios de ellos jamás había provisto una salvación consumada, pues sabemos que la sangre de los animales sólo cubría la culpa hasta aquel día cuando Cristo moriría para quitar el pecado del mundo (Jn. 1:29).

C.      SU ENTRONIZACIÓN

1.         Nuestro Señor Jesucristo no sólo está sentado, sino que está sentado “…a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” y su posición nos revela la manera en que Dios el Padre ha aceptado la consumación de su obra; recordemos las palabras en la cruz (Jn. 19:30) cuando el Señor dijo: “consumado es”.

2.         Este principio fue declarado en (1:3) de esta epístola y lo volvemos a ver en (10:12 y 12:2) donde se presenta el cumplimiento de la promesa de exaltación del Hijo cuando el Padre dijo: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Sal. 110:1).

3.         Ningún sumo sacerdote de Israel se sentó sobre un trono, y mucho menos a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Sólo un sacerdote “según el orden de Melquisedec” podía sentarse en el trono, porque Él era tanto Rey como Sacerdote (7:1).
         
D.      SU EXALTACIÓN SUPREMA

1.         El lugar donde el Hijo está sentado indica el grado al que fue exaltado por el Padre, él está “en los cielos”. Esto recuerda lo que se nos dice en (4:14): “Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios”.

2.         Él ha sido exaltado como ningún otro. Esto es lo que el apóstol Pablo afirma en Efesios 1:20-23: “…la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándolo a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en ese siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”.

3.         Podemos decir que la presencia en el cielo de un Sumo Sacerdote superior demanda un pacto superior si tal pontífice ha de ministrar con eficacia a favor del pueblo de Dios. Es por esta causa que Él es ahora: “…ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (v. 2).

II. EL NUEVO PACTO ES MINISTRADO EN UN LUGAR SUPERIOR (He. 8:3-5)

A.      POR LÓGICA ES UN LUGAR SUPERIOR

1.         Aquí se amplía la verdad sobre el santuario celestial, donde Cristo ejerce la función como mediador de un mejor pacto. Los israelitas estaban acostumbrados a ver a los sacerdotes ofrecer sacrificios en el santuario terrenal, pero no estaban percibiendo que el Señor está ministrando en un santuario celestial.

2.         Por lógica podemos responder a esta inquietud ya que si los sacerdotes del A.T. eran ordenados precisamente para presentar ofrendas y sacrificios, era de entender que Jesucristo hiciese lo mismo (5:1 y 7:27). Y es también deducible pensar que siendo Él un Sacerdote Celestial, el lugar de su santuario estuviese en los cielos.

3.         Notemos el (v. 3): “Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer” y también un lugar donde ofrecerlo.

B.      ES UN LUGAR SUPERIOR POR LA ORDEN QUE LO AMPARA

1.         Es maravilloso pensar en esto, ya que si Jesucristo ministrara en la tierra tenía que haber venido de la tribu de Leví para poder ejercer como sacerdote y como Mesías tendría que ser de la tribu de Judá (8:4).

2.         Pero por cuanto era Mesías, descendía de Judá, de donde Dios lo había prometido, y por cuanto Él ministra en el cielo no tiene problemas con el orden de Aarón que regía en la tierra, pues el orden que lo ampara en el cielo es el de Melquisedec.       

3.         Por esto, su ministerio se desarrolla en el cielo, siendo un lugar superior porque es allí donde está el santuario celestial donde él sirve a favor nuestro y sin traer contradicción con lo que Dios había instaurado aquí en la tierra.

C.      ES UN LUGAR SUPERIOR POR EL TIPO AL QUE ES SEMEJANTE

1.         Un tipo es una semejanza o ejemplo en el A.T. de una verdad en el N.T. Cada tipo se identifica como tal en el Nuevo Testamento. Así que no debemos tratar de ver un tipo en cada persona o acontecimiento del Antiguo Testamento. La palabra “MODELO” en este versículo es “typos” de la cual proviene la palabra tipo.

2.         Por el principio de los tipos, es que podemos decir que el templo en que servían los sacerdotes era una copia o figura del santuario celestial. Notemos lo que dice el texto: “…los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”.

3.         Lo que esto nos dice es que, cuando a Moisés se le dio en el monte Sinaí la orden para que hiciese el santuario terrenal, le fue mostrado el santuario celestial, el cual le sirvió de modelo básico. El significado esencial del mismo, es por tanto que el terrenal es solo una imitación o copia del verdadero. Todo esto miraba a este mejor pacto y a su sumo sacerdote ministrando en el santuario original y por tanto superior.


III. EL NUEVO PACTO ESTA BASADO SOBRE MEJORES PROMESAS (He. 8:6-13)

Las mejores promesas son elementos propios del ministerio de Cristo, pues su ministerio como mediador es más excelente que el de los sacerdotes del Antiguo Testamento, porque está basado en un pacto superior y a su vez sobre mejores promesas.

Estas promesas consisten primeramente en:
A.      LA PROMESA DE LA GRACIA DE DIOS

1.         El énfasis del Nuevo Pacto se hace sobre lo que Dios habría de “HACER” para con su pueblo, en este caso con la casa de Israel y con la casa de Judá.

2.         Este Nuevo Pacto era una gracia que no dependería en esta ocasión de la fidelidad de los beneficiarios como el pacto anterior hecho en el Sinaí, sino de la fidelidad de Dios. Por lo tanto el cual daba garantía de cumplir las promesas hechas al hombre, independientemente de que el hombre fallase como falló el pueblo Israelita.

3.         Lo que queremos decir no es que el pacto anterior hubiese fallado, sino que los que fallaron fueron los beneficiarios del mismo. Como podemos darnos cuenta, este nuevo y mejor Pacto es dado a nosotros, completamente por la gracia de Dios. Y ningún pecador puede participar en este pacto sin poner su fe y confianza en la persona y obra de Jesucristo, por quien se nos hace la promesa de la gracia eterna.

B.      LA PROMESA DE UN CAMBIO INTERNO

1.         En el (v. 10) vemos como el escritor de Hebreos menciona varias promesas que Dios hace a los que confían en Jesucristo diciendo: “haré”, “pondré”, “escribiré”, y “seré”, dando a entender que por su gracia podríamos hacer valer este Nuevo Pacto a través de un cambio de corazón.

2.         Lo que queremos decir es que la Ley de Moisés nunca pudo proporcionar el poder necesario para obedecer. Ese corazón nuevo y esa disposición interna es lo que precisamente nos proporciona este Nuevo Pacto. Ezequiel 36:26, 27 profetiza cómo el beneficiario de este mejor pacto recibiría esa naturaleza divina que produciría a su vez un deseo de amar y obedecer a Dios.

3.         La ley era externa y las demandas de Dios fueron escritas en tablas de piedra. Pero el Nuevo Pacto hace posible que la Palabra de Dios sea escrita en la mente y en el corazón de los creyentes como también se dice en 2 Corintios 3:1-3. Por la gracia de Dios es posible una transformación interna que hace que el creyente rendido a Cristo procure ser más y más como Él como se declara en 2 Corintios 3:18.

C.      LA PROMESA DE PERDÓN PARA LOS CREYENTES

1.         Todos sabemos que no somos justificados bajo la ley porque la ley no fue dada con ese propósito. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; porque por medio de la ley es el conocimiento de pecado” Romanos 3:20. La ley no pudo prometerle perdón a Israel, mucho menos a toda la humanidad.

2.         Ahora es cuando podemos gozarnos en esta promesa, ya que el texto del (v. 12) dice: “Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Lo que nos indica que los sacrificios antiguo testamentarios solo traían a la memoria los pecados del hombre pecador (10:1-3 y 18) pero no podían hacer remisión de ellos.

3.         La frase que acabamos de citar significa que Dios no guardará nuestros pecados para traerlos en contra nuestra en el día del juicio. Dios perdona y olvida esto con respecto al juicio, aunque por ser Dios no lo dejará de saber o conocer y siempre habría consecuencias, pero de todos modos Él va a tratarnos como si nunca los hubiésemos cometido.


D.      LA PROMESA DE LA BENDICIÓN ETERNA.      

1.         Otra gran promesa que vemos en el texto de hoy es la del (v. 13) que dice: “Al decir Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”. Es bueno recordar que el antiguo pacto estaba gobernando la nación Israelita cuando fue escrita esta epístola, ya que todavía existía el templo, y los sacerdotes ofrecían los sacrificios indicados a Aarón.

2.         Pero el cumplimiento de la promesa de Dios, vendría a poner a los creyentes a descansar bajo la bendición eterna, pues aunque las prácticas de la religión no habían desaparecido todavía, era un hecho para Dios, que en el año 70 D.C. todo esto sería destruido como se profetizó en Oseas 3:4.

3.         Esto no había ocurrido, pero por fe ellos tenían que creerlo, pues este Nuevo Pacto traía bendiciones para siempre en Jesucristo, quien es el autor de eterna salvación (9:12). El Nuevo Pacto nunca iba, ni podía desaparecer, ni tampoco tendría necesidad de ser sustituido, pues fue establecido de forma perfecta, por Dios y no por hombre.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Piper termina diciendo: «¿Cuáles entonces son los términos del pacto que él infaliblemente aseguró con su sangre? El profeta Jeremías describió algunos de ellos: “Yo haré un nuevo pacto… Este es el pacto que yo haré… Pondré mi ley dentro de ellos y la escribiré en sus corazones… Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado” (Jer. 31:31-34). El  sufrimiento y la muerte de Cristo garantizan el cambio interior de su pueblo (la ley escrita en sus corazones) y el perdón de sus pecados.

Para garantizar que este pacto no fallara, Cristo toma la iniciativa de crear la fe y asegurar la fidelidad de su pueblo. Trae al pueblo un nuevo pacto escribiendo la ley, no sobre piedra, sino sobre el corazón. En contraste con la “letra” sobre piedra, dice que “el Espíritu da vida” (2 Co. 3:6). “Cuando aún estábamos muertos en pecado, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:5). Esta es la vida espiritual que nos capacita para ver y creer en la gloria de Cristo. Este milagro crea el pueblo del nuevo pacto. Esto es seguro y cierto porque Cristo lo compró con su propia sangre.

Y el milagro es no solo la creación de nuestra fe, sino la seguridad de nuestra fidelidad. “Yo haré con ellos un pacto eterno… y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí” (Jer. 32:40). Cuando Cristo murió aseguró para su pueblo no solo nuevos corazones sino nueva seguridad. No les dejará que se aparten de él. Los guardará. Ellos perseverarán. La sangre del pacto lo garantizará.»[[2]]

Sí, es una gran verdad el hecho de que nuestro Señor, el gran Sumo Sacerdote está ministrando en base a un pacto superior. Superior porque está ejercido en los lugares celestiales y en el “Santuario original”, amparado por las mejores promesas, llenas de la gracia de Dios, que provoca un cambio interno en cada adorador que procure acercarse confiadamente a Él, y sobre todo que tiene un valor eterno, no temporal. Por esta causa aseguramos que Cristo sufrió y murió para llevarnos a la fe y mantenernos fieles.

Gocémonos en sus bendiciones.

[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 46-47.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 47.



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