miércoles, 15 de junio de 2011

16/52 RAZÓN POR LA CUAL SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Décima sexta Razón
PARA DARNOS
UNA CLARA CONCIENCIA

“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
Hebreos 9:14

Entrando en el estudio de la décima sexta razón por la cual nuestro Señor Jesucristo sufrió y murió por nosotros dice Piper: «Algunas cosas nunca cambian. El problema de una conciencia sucia es tan antiguo como Adán y Eva. Tan pronto como estos pecaron, su conciencia se manchó. Su sentido de culpa fue ruinoso. Arruinó su relación con Dios: se escondieron de él. Arruinó sus relaciones entre ellos: se culparon mutuamente. Arruinó su paz consigo mismos: por primera vez se vieron a sí mismos y sintieron vergüenza.»[[1]]

            Desde ahí, los hombres tenemos una conciencia entenebrecida y cada día de nuestra vida nuestra conciencia se va cauterizando por causa del pecado y por ende se endurece y se resiste a continuar el camino de Dios como dice Tito 1:15 – “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”. (Véase también 2 Corintios 3:9-17; 4:3-4; Romanos 1:20-23; Efesios 4:17-19; 1 Timoteo 4:1-3).

Sin embargo la Palabra nos enseña que sólo Cristo puede alumbrar los ojos de nuestro entendimiento cuando dice en Efesios 1:18: “…alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Así también declara el texto que nos ocupa diciendo: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Hebreos 9:14

            La realidad es triste para aquellos que no han tenido un encuentro personal con Cristo y no han sido transformados en su entendimiento para sanar sus conciencias disponiéndose hacer la voluntad expresa y soberana de Dios. Esta es la gran tragedia de la humanidad por tanto entremos en materia y escudriñemos las Escrituras bajo el siguiente bosquejo de estudio:

I.        LA SANGRE DE CRISTO
II.      LA LIMPIEZA DE CONCIENCIA
III.  OBJETIVO DE LA LIMPIEZA

I. LA SANGRE DE CRISTO
(He. 9:14)

A.      LA SUPERIORIDAD DE LA SANGRE DE CRISTO

1.                  Ya hemos dicho que cuando se habla de la Sangre de Cristo, se está hablando de su muerte vicaria, muerte en la cual derramó hasta su última gota de sangre, sangre como de un cordero sin mancha y sin contaminación. «Asimismo cuando hablamos de conciencia estamos hablando del concepto de conciencia como voz interna, una facultad que permite al ser humano tener cierto discernimiento entre lo bueno y lo malo. Este concepto no es de los hebreos, para quienes lo importante era que el hombre rindiera cuenta a Dios, no a sí mismo.
La idea de conciencia surgió más bien entre los griegos, quizá entre los estoicos. Pero ya en el libro apócrifo de la Sabiduría (17:10) la encontramos introducida en el mundo judío, cuando se lee que “la maldad… así misma se condena; acosada por la conciencia imagina siempre lo peor”. El uso de conciencia en el Sal. 16:7, “aun en las noches me enseña mi conciencia” puede traducirse mejor como mente.
Pero ya en el Nuevo Testamento el concepto de consciencia se había afirmado en Israel. Se hace uso de él en el caso de la mujer adúltera, cuando todos se fueron “acusados por su conciencia” (Jn. 8:9).»[[2]]
  
2.                 El texto que nos ocupa declara: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Hebreos 9:14. Lo cual nos muestra en su primera parte la superioridad de la sangre de Cristo frente a la sangre de los corderos ofrecidos en el Antiguo Testamento.

3.                  Piper apunta sobre este hecho: «A través de todo el Antiguo Testamento, la conciencia fue un problema. Pero los sacrificios de animales en sí no podían limpiar la conciencia. “Se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste solo en comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (He. 9:9-10). Como una prefiguración de Cristo, Dios tuvo en cuenta la sangre de los animales como suficiente para limpiar la carne. Es decir, suficiente para limpiar la impureza ceremonial, más no la conciencia. Ninguna sangre de animal podría limpiar la conciencia. Ellos lo sabían (véase Is. 53 y Sal. 51). Y nosotros lo sabemos. De modo que un nuevo sumo sacerdote viene -Jesús, el Hijo de Dios- con un mejor sacrificio: Él mismo.»[[3]]

B.      LA SANGRE DE CRISTO Y LOS SACRIFICIOS ANTIGUOS

1.         Cuando el autor de esta epístola hace la pregunta “¿Cuánto más la sangre de Cristo...? entendemos que está haciendo un contraste con los elementos del culto y los sacrificios antiguo testamentarios, de los cuales ya hemos dicho que no podían quitar nuestros pecados. Los contrastes traídos por el autor de la epístola quieren demostrar que la sangre de Cristo es lo único efectivo para limpiar nuestras conciencias y llevarnos a Dios.

2.         En los vv. 12-15 de este capítulo 9 tenemos la serie de contrastes que muestran que la SUPREMACÍA del ministerio celestial de Cristo ejercido en un santuario celestial es superior a todo sacrificio hasta el momento ejercido por Israel. Aunque se trata en el capítulo 10, la inferioridad de los sacrificios de los animales con respecto al de Cristo como cordero, aquí se comienza a edificar el fundamento de esta doctrina.
            Nunca, la sangre de un cordero del Antiguo Testamento fue derramada de forma voluntaria.
            Ninguno de los corderos fue al sacrificio por si mismo.
            Ninguno de los sacrificios sacerdotales compró eterna  redención.

3.         “Limpieza ceremonial y limpieza de conciencia” (9:13-14). Dijimos que los ritos del Antiguo Pacto no podían cambiar el corazón del hombre pecador. Esto no quiere decir que el adorador no haya tenido un cambio en su corazón al confiar en Dios, sino que el énfasis en el Antiguo Testamento era en las ceremonias de limpieza. Lo importante era la “purificación de la carne”, y no la limpieza de la conciencia (Nm. 19). “Solo la  sangre  de  Cristo  por  el  Espíritu Eterno podrá limpiar nuestras conciencias de obras muertas para servir al Dios vivo”.

4.         “Bendiciones temporales y bendiciones eternas” (9:15). Este versículo aclara que no hubo redención completa y final bajo el Antiguo Pacto. Las transgresiones fueron cubiertas con la sangre de muchos sacrificios, pero no fueron limpiadas sino hasta el sacrificio de Cristo en la cruz al momento en que ofreció su sangre en el santuario celestial (Ro. 3:24-26).

C.      LA SANGRE DE CRISTO Y EL ESPÍRITU ETERNO

1.         El texto agrega: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Esta declaración dice mucho al hombre pecador y a todo creyente que aprecia el sacrificio hecho a nuestro favor.


2.         Como podemos leer en el pasaje, el Señor Jesucristo utiliza como fuente de poder al Espíritu eterno, refiriéndose al Espíritu Santo, para poder ofrecerse asimismo en sacrificio por nuestros pecados y derramar en la Cruz del Calvario su sangre a favor de hombres pecadores.

3.         Todos sabemos que la humanidad de Cristo meramente, no hubiese podido hacer la obra de salvación. Por esto Dios mismo testifica como de acuerdo a los postulados de su ser y su deidad, Cristo, con la potencia del Espíritu eterno efectuó esa entrega vicaria en su obra de redención, siendo una ofrenda sin mancha y sin contaminación.

II. LA LIMPIEZA DE CONCIENCIA
(He. 9:14)

A.      LA CORRUPCIÓN DE LA CONCIENCIA

1.         El texto que analizamos dice ahora: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Convirtiéndose esta declaración en una tremenda voz de aliento para aquellos que hemos pecado.

2.         Ya dijimos en la introducción como está la conciencia de todos nosotros antes de recibir a Cristo como Señor y Salvador. Allí citamos Tito 1:15 que nos dice: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”.

3.         Asimismo encontramos en el Nuevo Testamento algunos textos como que nos enseñan verdades incuestionables acerca del problema de la conciencia del hombre sin Dios. Estos textos citados en la introducción nos dicen:“Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente.  Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. 
Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 
Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” 2 Cor. 3:9-17.

B.      EL CAPITALIZADOR DE LA CONCIENCIA DEL INCRÉDULO

1.         El origen de la depravación de la conciencia en el hombre viene desde los días de Adán, de los cuales habla el apóstol Pablo en Romanos 1:20-23 cuando dice: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”.


2.         Asimismo declara en Efesios 4:17-19 la situación de la conciencia del hombre sin Dios: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,  teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; 
los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”.

3.         El apóstol Pablo nos enseña de manera certera y precisa quien ha capitalizado la conciencia de los hombres sin Dios, llevándolos cada día a vivir más y más en la oscuridad de su alma, cuando declara: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” 2 Cor. 4:3-4.

C.      EL RESULTADO DE UNA CONCIENCIA CAIDA

1.         Pablo mismo declara ahora en 1 Timoteo 4:1-3 lo que ocurre cuando la conciencia del hombre se cauteriza diciendo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad”

2.         Todo esto viene porque al desviarse de la visión de Dios, el mismo Dios trajo un triple juicio al hombre en su pecado.
·         El primer juicio lo vemos en Romanos 1:24-25: Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén”. 
·         El segundo juicio de Dios lo vemos en Romanos 1:26-27: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”.
·         El tercer juicio de Dios es tremendamente grande y afecta a todo pecador cuando dice en Romanos 1:28-32
·         “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”.

3.         Es por esta causa que para acercarnos a Dios, tenemos que ser limpiados en nuestras conciencias y alumbrados en los ojos de nuestro entendimiento por Cristo, que es el único, que por su sangre, nos limpia de todo pecado e inmundicia. Por esto dice Efesios 1:15-18: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. 

III. OBJETIVO DE LA LIMPIEZA
(He. 9:14)

A.      EL ESPÍRITU SANTO Y LA LIMPIEZA

1.         El texto termina diciendo: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Está claro, el objetivo de Dios cuando dice anteriormente Pablo que fuimos alumbrados en nuestros ojos “…para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado”.

2.         El objetivo del Señor está expresado ahora aquí en el texto clave de este estudio, “…para que sirváis al Dios vivo”. Por lo cual entendemos que nacimos de nuevo para servir a Dios, para dar fruto en abundancia y para ser siervos de la justicia.

3.         Cuando el Espíritu Santo nos da convencimiento de pecado, justicia y juicio, todo aquel en quien el Espíritu Santo ha obrado, experimenta inmediatamente un sentimiento de suciedad al darse cuenta de que es pecador y que su pecado lo mantiene alejado de Dios, ahí mismo anhela ser limpiado por Dios.

B.      LA PALABRA DE DIOS Y LA LIMPIEZA

1.         Como nos enseña la Palabra de Dios, ella misma es el instrumento de Dios para limpiarnos de toda inmundicia y toda maldad. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12).

2.         Es maravilloso ver como Dios se ocupa de hacer esa limpieza que todo creyente necesita. Aquí podemos recordar las palabras del Señor Jesús cuando dice en Juan 15:1-3: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”.

3.         Procuremos pues, ser limpiados por Dios y disponernos a convertirnos en aquello para lo cual fuimos llamados. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” Romanos 6:17-18.

C.      CONCLUSIÓN ANTE TAL LIMPIEZA

1.         Piper concluye su devocional diciendo: «“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (He. 9:14). Los sacrificios de animales prefiguraban el final sacrificio del Hijo de Dios, y la muerte del Hijo se retrotrae para cubrir todos los pecados del pueblo de Dios en antiguos tiempos, y se proyecta hacia delante para cubrir todos los pecados del pueblo de Dios en los nuevos tiempos.

Así, pues, estamos en a edad moderna, la edad de la ciencia, el Internet, el trasplante de órganos, el mensaje instantáneo, el teléfono celular, y nuestro problema es fundamentalmente el mismo de siempre: Nuestra conciencia nos condena. No nos sentimos suficientemente buenos para acercarnos a Dios. Y no importa lo distorsionadas que nuestras conciencias están, esto es muy cierto: No somos suficientemente buenos para acercarnos a Él.

Podemos mutilarnos, o tirar a nuestros hijos en el río sagrado, o dar un millón de dólares a United Way, o servir en una cocina popular el Día de Acción de Gracias, o practicar cien formas de penitencia y masoquismo, y el resultado será el mismo: La mancha queda y la muerte aterroriza. Sabemos que nuestra conciencia está mancillada no con cosas externas como tocar un cadáver o comer un pedazo de cerdo. Jesús dijo que lo que sale de la persona es lo que contamina, no lo que entra (Mr. 7:15-23). Estamos contaminados por el orgullo y la lástima propia y la amargura y la lujuria y la envidia y los celos y la codicia y la apatía y el temor, y las acciones que alimentan. Estas son todas “obras muertas”. No tienen vida espiritual en ellas. No proceden de una vida nueva: proceden de la muerte y conducen a la muerte. Por eso es que nos hacen sentir sin esperanza en nuestra conciencia.

La única respuesta en estos tiempos modernos, como en todas las otras épocas, es la sangre de Cristo. Cuando nuestra conciencia se levante y nos condene, ¿hacia dónde nos volveremos? Nos volveremos a Cristo. Volveremos al sufrimiento y a la muerte de Cristo, a la sangre de Cristo. Este es el único agente limpiador en el universo que puede dar descanso a la conciencia en la vida, y paz en la muerte.»[[4]]

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

El Señor nos constriñe ante tal revelación al tiempo que nos enseña el propósito para el cual hemos sido llamados.
Vivir sin servir a Dios es estar irremediablemente en pecado. Cristo Jesús se ha ofrecido a sí mismo sin mancha a Dios, para limpiar nuestras conciencias de obras muertas y vivir una vida abundante, sumergidos en la labor del servicio cristiano.
Y recordemos lo que alguien dijo acerca del servicio y el vivir: “Si no vivimos para servir, no servimos para vivir”.                                                                                                 
                                                                                                                                   


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 50.
[2]Nuevo Diccionario de la Biblia, A. Lockward, Editorial UNILIT - Página 239.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 50.
[4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 51.


No hay comentarios:

Publicar un comentario