domingo, 1 de mayo de 2011

4/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Cuarta Razón

PARA LOGRAR
SU PROPIA RESURRECCIÓN
DE ENTRE LOS MUERTOS 
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Hebreos 13:20-21

Declara Piper, para iniciar esta 4ta. Razón del por qué del sufrimiento y muerte del Señor, que: «La muerte de Cristo no precede meramente a su resurrección: fue el precio que la obtuvo. Por eso Hebreos 13:20 dice que Dios lo resucito de los muertos “por la sangre del pacto eterno”».[[1]]

En esta ocasión veremos la manera en que la muerte de nuestro Señor Jesucristo se constituye en la garantía de nuestra salvación y futura resurrección, además de ser el precio que marcó la exigente e incorruptible justicia divina en pos de la salvación de nosotros pecadores.

Dios es Glorioso y Poderoso, en su Gracia nos ha provisto de grandes y hermosas promesas las cuales es digno que poner nuestra confianza para que en aquel día, en que él juzgará todas las cosas por ese varón que fue entregado a favor del pecador, podamos ser hallados irreprensibles y santos para bendición de nuestras almas.

Es hora de entender que Dios no hace las cosas por casualidad, Dios tiene todo planificado, por eso oramos fervientemente que cada uno de aquellos con quienes compartimos las Buenas Nuevas de Salvación entiendan los propósitos divinos y se apeguen a sus promesas para que puedan gloriarse de que en aquel día no han corrido en vano ni en vano han trabajado, sino que se gocen con el gozo eterno de Dios.

Veamos este propósito del sufrimiento y muerte de Jesucristo bajo el siguiente bosquejo de estudio.

I.     LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO
II.   LA SANGRE DEL PACTO
III.  LA GLORIA DE DIOS

Veamos entonces lo que se quiere dar a entender cuando hablamos de:
I. LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO
(He. 13:20-21)

A.      EL AUTOR DE LA RESURRECCIÓN

1.         El texto que nos ocupa dice: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo…” Sabemos que los sufrimientos y muerte de Cristo eran necesarios para cumplir con la justicia divina, pero al mismo tiempo el Señor tenía la garantía de su Padre en que él sería resucitado.

2.         Esto nos trae a la memoria lo que nos dice el autor a los Hebreos en (11:17-19) acerca del sacrificio que Dios le pidió a Abraham de sacrificar a su hijo Isaac. “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.

3.         Así como Abraham tenía la seguridad de que aún sacrificando a su hijo Isaac y viéndole morir Dios era poderoso para levantarlo de los muertos, Dios sabía que en su poder, su Unigénito Hijo volvería a vivir eternamente por el poder que él tenía en sí mismo de devolverle la vida al tercer día de su muerte.

B.       EL DESEO DE DIOS SATISFECHO

1.         Piper nos dice ahora:
·         «La ira de Dios se satisfizo con el sufrimiento y la muerte de Jesús.
·         La maldición santa contra el pecado quedo totalmente absorbida.
·         La obediencia de Cristo se completó en toda su medida.
·         El precio del perdón fue totalmente pagado.
·         La justicia de Dios fue totalmente vindicada.»[[2]]

2.         Ya no era necesario nada más, ya no sería necesario acudir a más sacrificios, su sufrimiento y muerte llenó la medida de la justicia divina lo que declara impotente a todo pecador e infructífero cualquier sacrificio para lograr su salvación por algún medio fuera de la muerte de Jesucristo.

3.         De igual manera su sufrimiento, muerte y resurrección garantiza el pago de nuestra deuda, como se dijo anteriormente, “La maldición santa contra el pecado quedó totalmente absorbida para todos los que ejerzan fe en su obra redentora porque el precio del perdón fue totalmente pagado y la justicia divina totalmente vindicada.

C.      EL TESTIMONIO DE DIOS EVIDENCIADO

1.         Para concluir este punto de estudio, Piper Dice: «Lo único que quedaba por lograr era la pública declaración de la aprobación de Dios. Esta la dio levantando a Jesús de entre los muertos.»[[3]]

2.         Dios mismo dio testimonio de su obra en su Hijo Jesucristo cuando a través del apóstol Pablo frente a los atenienses dijo de Cristo: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. (Hch. 17:28-31).

3.         El sufrimiento, muerte y resurrección de Cristo, son la base para el juicio venidero de aquellos que no han aceptado por fe el regalo de Dios e insisten en la búsqueda de otros medios de salvación.

4.         John Piper dice al respecto: «Cuando la Biblia dice: “Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. (1 Cor. 15:17), el punto no es que la resurrección es el precio pagado por nuestros pecados. El punto es que la resurrección demuestra que la muerte de Jesús es un precio totalmente suficiente. Si Jesús no se hubiera levantado de entre los muertos, su muerte hubiera sido un fracaso, Dios no hubiera vindicado su logro de llevar nuestros pecados, y estaríamos aún en ellos. »[[4]] 

II. LA SANGRE DEL PACTO
(He. 13:20-21)

A.      LA SANGRE DEL PACTO ETERNO

1.         Nuestro texto base declara: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno…” haciendo énfasis en lo que dice Piper sobre esto: «La “sangre del pacto” es la sangre de Jesús. Como El dijo: “Esto es mi sangre del…pacto” (Mateo 26:28).»[[5]]

2.         Dice el autor: «Ahora, ¿qué relación existe entre este desangramiento de Jesús y la resurrección? La Biblia dice que resucitó no simplemente después del derramamiento de sangre, sino por ella. Esto quiere decir que lo que la muerte de Cristo logró fue tan pleno y tan perfecto que la resurrección fue el premio y la vindicación del logro de Cristo en la muerte.»[[6]]

3.         La sangre del pacto eterno derramada por Cristo no podía ser derramada en vano, tenía como objetivo que Dios exhibiera su obra sacrificial perfecta al derramar la sangre de su Unigénito Hijo y convertirla en la sangre del pacto eterno y agradarse con ese sacrificio para “por ella” resucitar a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos.

B.      LA SANGRE HASTA MORIR

1.         Está claro que hablar de la sangre de Cristo entre los creyentes no tiene sentido sino se habla dentro del verdadero contexto en que la Biblia la menciona. Son muchas las personas de las que oímos  hasta reprender demonios por la sangre de Cristo.

2.         Piper puntualiza algo importantísimo aquí al decir: «Cuando la Biblia habla de la sangre de Jesús, se refiere a su muerte. No se lograría la salvación por el mero desangramiento de Jesús. Su desangramiento hasta morir es lo que hace crucial su derramamiento de sangre.»[[7]]

3.         La muerte de Cristo es lo que le da valor a su sangre. Es importante entender que desde el Antiguo Testamento Dios había declarado que la sangre de los corderos perfectos fuese derramada en el propiciatorio, pero al declarar esto, la vista de Dios no estaba en la sangre como elemento, sino en el sacrificio hasta la muerte de la victima, muerte que daba vida a aquel que la ofrecía. 

III. LA GLORIA DE DIOS
(He. 13:20-21)
       
A.      LA GLORIA DEL PADRE

1.         Piper destaca lo siguiente al decir: «En realidad “Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre” (Ro. 6:4). El éxito de su sufrimiento y su muerte fue vindicado y si ponemos nuestra confianza en Cristo, no estamos aún en nuestros pecados. Porque “por la sangre del pacto eterno”, el Gran Pastor ha resucitado y vive para siempre.»[[8]]

2.         Dios ha sido maravilloso, nos ha provisto salvación y vida eterna por la obra redentora de su Hijo Unigénito Jesucristo, pero al mismo tiempo, lo que hizo nuestro Señor Jesucristo, lo hizo por y para la gloria de Dios.

                        3.         Que glorioso sería para Dios el Padre exhibir su Hijo ante todo principado y potestad y declararlo muerto para rescatar de la muerte a los que daría vida por ese sacrificio. El apóstol Pablo en Colosenses 2:13-15 lo describe así: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.

B.      EL PODER DE LA GLORIA DE DIOS

1.         Está claro entonces que la muerte de Cristo no sólo fue por la Gloria de Dios, sino para la Gloria de Dios. Lo que nos deja dicho que al decir: “Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre” (Ro. 6:4), estamos diciendo que en la Gloria de Dios hay poder.

2.         Leamos lo que dice el apóstol Pablo del Poder de la Gloria de Dios del cual estarán exentos los incrédulos y por el cual él resucitó a Cristo de los muertos: “Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”. (2 Ts. 1:5-12).

3.         Está claro que cuando se habla de la Gloria del Poder de Dios se está hablando de la Grandeza de su Poder y de la Omnipotencia de su Persona lo cual se expresa siempre en Su Palabra por medio de situaciones gloriosas que no pueden ser entendidas por los seres humanos.

C.      MANIFESTACIÓN DEL PODER DE LA GLORIA DE DIOS

1.         No hay otro texto más impactante para el creyente que nos hable del Poder de la Gloria de Dios que Isaías 6:1-5 cuando nos narra lo que vemos a continuación: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”.

2.         Que glorioso será recordar aquel día en que Dios se glorifique en sus santos y nos haga participantes de la presencia del Señor y de la gloria de su poder y podamos recordar que por los sufrimientos y muerte de si Unigénito Hijo y por el hecho de que por la sangre del pacto (su muerte) Él logró su propia resurrección de entre los muertos y nuestra gloriosa resurrección.

3.         De esta manera entendemos por qué Apocalipsis 4:8b-11 nos declara que los seres celestiales no se cansarán de dar la Gloria al Cordero de Dios cuando dice el texto que se pasarán por los siglos de los siglos diciendo: “… Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

4.         Y también se declara en Apocalipsis 4:9-14 que se oirá otro nuevo cántico que dice: “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. 

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

            Mis amados hermanos y amigos que nos acompañan en el estudio de este mensaje, no tenemos más que caer de rodillas y decir, GLORIA AL PODER DE DIOS en quien nos regocijamos porque nos ha tenido por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis y al que nos llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.                                                                                                                                     


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26-27.
[4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 27.
[5]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26.
[6]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26.
[7]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 26.
[8]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 27.



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