ADORACIÓN PÚBLICA





LA ADORACIÓN PÚBLICA HONRA MÁS A DIOS
“Ama Jehová las puertas de Sión, más que las todas las moradas de Jacob”
Salmo 87:2

Las Santas Escrituras definen al verdadero cristiano como aquel que de corazón sincero busca como agradar a Dios en todo. Entonces es el deber de todo Creyente averiguar la razón de nuestro versículo, ya que aquí se nos dice con meridiana claridad que Dios ama más la adoración pública de Su pueblo que las privadas. El Señor se agrada más al reunirnos públicamente como Iglesia local, que en los devocionales privados y familiares.

Nuestro texto dice claramente que Dios prefiere la adoración pública debida a Su Santo Nombre, que las privadas. Y siendo así con el Señor también debe serlo con Su pueblo, puesto que un cristiano es alguien que tiene la mente de Cristo. El Creador nos ha dotado con la facultad de siempre escoger las mejores cosas o lo que más nos conviene; siendo así, cada verdadero Creyente ha de escoger, no lo peor o de más baja calidad, sino lo mejor y más provechoso para el bien del alma.

Estudiaremos este verso así:
I.     EXPLICANDO EL SIGNIFICADO Y ALCANCE DEL TEXTO
II.   LA ADORACIÓN PÚBLICA EN EL CONTEXTO DEL N. T.
III.  VENTAJAS Y PRIVILEGIOS DE LA ADORACIÓN PÚBLICA

I. EXPLICANDO EL SIGNIFICADO Y ALCANCE DEL TEXTO

A.       LAS PUERTAS DE SIÓN

1.            El versículo dice: “Ama Jehová las puertas de Sión, más que las todas las moradas de Jacob”, de inmediato uno se pregunta: ¿Qué significa las puertas de Sión? Su significado es el lugar de adoración pública bajo el ceremonial levítico.

2.            Dios había ordenado un lugar especifico para adorarle: “Llevaréis al lugar que Jehová vuestro Dios haya escogido para hacer habitar allí su nombre todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, la ofrenda alzada de vuestras manos, y todas vuestras más selectas ofrendas votivas que hayáis hecho a Jehová” (Dt. 12:11). Años más tarde ese Sión fue el lugar indicado claramente por el designio divino: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte de Sion (Is. 8:18) “En aquel tiempo será traída ofrenda a Jehová de los ejércitos, del pueblo de elevada estatura y tez brillante, del pueblo temible desde su principio y después, gente fuerte y conquistadora, cuya tierra es surcada por ríos, al lugar del nombre de Jehová de los ejércitos, al monte de Sion” (Is. 18:7).

3.            Dios hizo habitar Su nombre en el Monte de Sión, entonces, las puertas deben ser entendidas como el lugar público donde se reunían los Creyentes adorarle, el lenguaje en el texto es metafórico. En su contexto histórico el Monte Sión designaba el Templo. Cuando dice que Dios ama más las puertas de Sión debe entenderse que los afectos divinos se deleitan más en la adoración pública que en la personal o privada.

B.        LAS MORADAS DE JACOB

1.            También vemos que el Señor era adorado no sólo en las puertas de Sión sino también en las moradas de Jacob. Nadie debe suponer que la posteridad de Israel despreciaba la adoración a Dios en la familia para adorar en el Templo.

2.            De ninguna manera ha de ser entendido así, puesto que Josué dice: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15). La adoración divina había de ser siempre encontrada en ambos lugares. En Sión era la pública y en las moradas o tiendas de Jacob las privadas; se infiere que el significado del verso es, que Dios se deleita más en la pública que en la personal o privada.

3.            Jehová se deleita en la adoración que personas y las familias le hacen, pero más en el culto público. Así fue en aquel entonces y así es ahora en el Evangelio; con la salvedad que en el NT no hay un lugar más santo que otro como hubo en el AT, y específicamente con el Monte de Sión.

C.      LA DEMANDA DE DIOS EN EL N. T.

1.            Surge la pregunta: ¿Por qué en el N.T. no hay tal lugar santo como antes? El templo del AT fue hecho por una ordenanza venida del cielo: “Ten cuidado de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas. Más bien, sólo en el lugar que Jehová haya escogido en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando” (Dt. 12:13-14).

2.            El Templo fue una sombra o tipo de Cristo, y cuando Cristo apareció, las sombras o tipos de El desaparecieron: “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19). Esto es, que en el NT no hay mandamientos que indiquen que tal o cual lugar sea más mejor para adorar a Dios que otro. El sitio es indiferente, y ha de ser escogido por la prudencia humana como aquel que sea más conveniente para todo.

3.            No hay regla obligatoria para el lugar, sino que la regla que se nos dio es general: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Co. 14:40). Entonces es superstición que alguien diga que una adoración es más santa que otra en razón del lugar donde sea realizada. La promesa de Cristo despeja cualquier duda al respecto: “Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20); el texto no dice cuando dos o tres estén reunidos en tal lugar, sino donde dos o tres estén reunidos. Al llegar aquí, se hace necesario distinguir entre la adoración privada y la pública.

II. LA ADORACIÓN PÚBLICA EN EL CONTEXTO DEL N. T.

Tres son los requisitos para llamar apropiadamente una adoración como pública:

A.       UNA ORDENANZA DIVINA

1.            La ordenanza divina por lo cual nos reunimos públicamente a adorar a Dios está implícita en 1 Corintios 16:1, 2 cuando expresa: En cuanto a la ofrenda para los santos, a haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”.

2.            Este texto confirma que hay una ordenanza apostólica para que los Creyentes se reúnan en un lugar apropiado para adorar a Dios y de hecho eso era lo que hacían los cristianos desde el mismo pentecostés cuando se reunían por las casas para adorar al Señor juntos.

3.            Hechos de los apóstoles es un testimonio fehaciente de lo que sería la práctica de los creyentes en cuanto a este tema cuando expresa en (2:46-47) lo que leemos a continuación: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

B.        UNA CONGREGACIÓN O ASAMBLEA

1.            Lo que estamos diciendo ahora es que para adorar a Dios de manera pública debe haber una asamblea de santos como así lo expresa el apóstol Pablo en 1 Corintios 11:18 al dar instrucciones de cómo tomar la cena del Señor diciendo: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia”...

2.            En tales reuniones efectuadas desde aquellos días, ha de haber alabanzas, oración, lectura de las Escrituras, exposición o predicación de la Palabra, y la administración de los santos mandamientos (sacramentos - Bautismo y cena del Señor).

3.            Debe estar claro que la adoración de dos o tres en un lugar no puede ser considerada como una adoración pública, en tal caso es también una adoración, pero privada.

C.      UN OFICIAL PRESIDIENDO

1.            La Palabra de Dios en el Nuevo Testamento nos habla de los oficiales que presiden la congregación para la adoración y vemos en 1 Tesalonicenses 5:12 cómo se habla de ellos al decir: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan”.

2.            Estos oficiales, refiriéndose primeramente a los apóstoles quienes en aquellos días de pentecostés presidían toda asamblea, ahora se refiere a los pastores maestros de cada congregación.

3.            En ninguna manera se pretende disminuir la adoración privada, sino más bien mostrar la soberanía de Dios con relación a la pública y la manera en que Él aprecia y desea que le adoremos en comunión con los demás creyentes que Él mismo agrega a su iglesia local y universal.

III. PRIVILEGIOS Y VENTAJAS DE LA ADORACIÓN PÚBLICA

A.       PRIVILEGIOS

1.            Es muy obvio para nuestra razón, que un reconocimiento público del honor y excelencia de alguno trae más gloria, a que si lo mismo se hiciese en secreto o privadamente. Eso lo vemos cuando el Rey David expresa lo siguiente en 1 Samuel 18:7 al decir: “Las mujeres cantaban y decían: "¡Saúl derrotó a sus miles! ¡Y David a sus diez miles!" Como podemos imaginar, la gloria es más grande cuando es más declarada, eso dice el salmista embargado por su gratitud al Señor al expresar en el Salmo 96:1, 3: “¡Cantad a Jehová, toda la tierra! Contad entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas”.

2.            Así también, será Cristo más glorificado en los que creen al verlo en las nubes: “cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)” (2 Tes. 1:10).

B.        VENTAJAS

1.            En público se hace más patente la Presencia de Dios que en privado: “En cualquier lugar donde yo haga recordar mi nombre vendré a ti y te bendeciré” (Ex. 20:24); Dios no vendrá con manos vacías, sino llena de bendiciones o que las promesas del Señor que más tienden a nuestra felicidad presente y por venir son más con la adoración pública que con la privada. Mire que dijo Cristo a los discípulos después de haber dado ordenes sobre la administración de las ordenanzas publicas: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28:20). Por eso, cuando la adoración pública es quitada de una Iglesia y los miembros se reúnen a entretener las personas en vez de adorar al Señor, entonces Dios les quita la Presencia de Su nombre. Consciente de eso y cuando se encontraba en el desierto huyendo de sus perseguidores, David exclama: “¡Oh Dios, tú eres mi Dios! Con diligencia te he buscado; mi alma tiene sed de ti. Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua. Te he contemplado en el santuario, para admirar tu poder y tu gloria” (Sal. 63:1-2); como si no hubiera otro sitio, donde mejor pudiera ver el poder y la gloria de Dios que en la adoración pública. Las obras extraordinarias fueron en los tiempos apostólicos, ya pasaron de época; ahora son obras ordinarias, entonces las cosas maravillosas de Dios serán de carácter espiritual y manifestadas en las ordenanzas públicas.

2.      Es también más edificante que la privada. Sabemos que el conocimiento envanece, pero el amor edifica, que aplicado al caso que nos ocupa es, que hay más práctica del amor en la pública, puesto que en la privada se hace el bien a usted mismo y debe seguirlo haciendo, pero en la pública hace el bien a usted y a también a otros. El bien es mejor cuando es más difundido y comunicado a los demás: “Dad a Jehová, oh familias de pueblos, dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; traed ofrendas y venid a sus atrios” (Sal. 96:7-8); esto es, vengamos a la adoración pública. El calor de un fogón llega más lejos, cuando las brazas están juntas, que cuando están separadas unas de otras. Adicionalmente consideremos lo que dice Pablo sobre el particular, la razón por lo cual han sido dados los predicadores a la Iglesia: ...a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:12-13).

3.        Dan mayor seguridad contra la apostasía. Alguien ha dicho con bastante propiedad: Que quien carezca de la adoración pública, aun cuando tenga la privada, se encuentra en gran riesgo de apostatar de la fe, ya que las ordenanzas públicas fueron diseñadas por Dios para que, entre otras cosas, nos protejan de la apostasía. Una persona apostata cuando pensamientos o vientos extraños se introducen en su cabeza y le guía por camino errado. Alguien pregunta: ¿Cómo protegernos de ese mal? He aquí la respuesta: Hablando sobre el ministerio público el apóstol dice: “...para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error (Ef. 4:14). Este es el medio que Cristo ha prescrito para guardarnos de los hipócritas y mantenernos en compañía de los Creyentes.

4.            El ejemplo de los grandes santos. David fue un hombre conforme al corazón del Señor, o que ha sido de los hombres más entendido sobre la mente y voluntad del Salvador, su práctica y testimonio así lo confirma. David fue tentado cayo en la tentación y pudo recuperarse, no se perdió, y siempre prefirió la adoración pública que la privada: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los Ejércitos! Mi alma anhela y aun desea ardientemente los atrios de Jehová. Mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo. Porque mejor es un día en tus atrios, que mil fuera de ellos. Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios, que habitar en moradas de impiedad” (Sal. 84:1-2,10); para este tiempo era rey, pero prefiere estar en la Casa de Dios que en un palacio. Hay otros buenos ejemplos: Ezequías (2 Cr. 29:2-3); Josías (2 Cr. 34-35). El mismo Señor exhortó Sus discípulos a no ausentarse de la adoración pública, aun los fariseos estuviesen sentados en las sillas de la cátedra de Moisés: “Los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés. Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen” (Mt. 23:2-3); esto es, estén atentos a la instrucción y no al instrumento.

5.            Es el sitio para prevenirnos de grandes juicios. Dios mismo en Su Gracia y misericordia nos indica en Su Palabra el remedio de como sanarnos de grandes juicios y traer sobre el pueblo gran misericordia, nótese como lo dice el profeta: “¡Tocad la corneta en Sión; pregonad ayuno! ¡Convocad a la asamblea! ¡Reunid al pueblo; santificad la congregación; agrupad a los ancianos; reunid a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Salga el novio de su cámara nupcial y la novia de su dosel!” (Jl. 2:15-16).

6.            Es el medio que nos ha prescrito, mire ahora el éxito por haberlo usado: “Entonces Jehová tuvo celo por su tierra y se apiadó de su pueblo. Jehová respondió a su pueblo diciendo: "He aquí, yo os envío granos, vino nuevo y aceite; y seréis saciados. Nunca más os entregaré como afrenta en medio de las naciones” (vv. 18-19). Se ve lo mismo en el caso del rey Josafat: “Josafat tuvo temor, se propuso consultar a Jehová e hizo pregonar ayuno en todo Judá”. Se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová, y de todas las ciudades de Judá vinieron para buscar a Jehová. Si el mal viniese sobre nosotros (espada de juicio, peste o hambre), nos presentaremos delante de este templo y delante de ti, porque tu nombre está en este templo. “A ti clamaremos en nuestra tribulación, y tú nos escucharás y librarás” (2 Cr. 20:3-4). Ahora véase la respuesta divina por medio del profeta: “Oíd, todo Judá y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat, así os ha dicho Jehová: No temáis ni desmayéis delante de esta multitud tan grande, porque la batalla no será vuestra, sino de Dios. Descended mañana contra ellos” (vv. 15-16). Finalmente la manifestación de lo pedido: “Los hijos de Amón y de Moab se levantaron contra los de la región montañosa de Seír, para destruirlos por completo y aniquilarlos. Cuando habían acabado con los de la región montañosa de Seír, cada cual contribuyó a la destrucción de su compañero. Cuando los de Judá llegaron a cierta altura que domina el desierto, miraron hacia la multitud; y he aquí que ellos yacían muertos en tierra. Ninguno había escapado” (vv. 23-24).

Así que, podemos llegar a la conclusión de que la adoración pública es más edificante que la privada.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
1. De reproche a los que son indiferentes a la adoración pública.
Son muchos a los que Dios reprende por este menosprecio que hacen a Su adoración. Es de por si una falta preferir la privada a la publica; esto es, si usted se queda en la casa adorando cuando la Iglesia se reúne adorar, aun cuando este adorando en tu propia casa; pero es mucho peor despreciar la adoración publica por cosas que son bajas y pecaminosas. Esos son los que gustan más de su propia facilidad, codicias y recreaciones mundanas, antes que tomar ese tiempo para mostrar su gratitud al Creador.

Dios prefiere la adoración pública que la privada, pero estos prefieren el mundo y el pecado que a Dios; te ruego, pues, que considere la pecaminosidad de esta mala obra. Es bueno que sepas que algunos de los juicios más terrible que encontramos en la Biblia fueron por ofensas contra la adoración publica: “Nadab y Abiú… ofrecieron delante de Jehová fuego extraño que él no les había mandado. Entonces salió fuego de la presencia de Jehová y los consumió” (Lv. 10:2). Procuremos, pues, no profanar el Nombre de Dios, y sigamos la regla que nos da el apóstol: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Co. 14:40); esto es, adorar a Dios en el lugar y la ocasión donde se reúne la Iglesia.

2. Te exhortamos a que tú des a la adoración pública la gloria que le es debida.
El apóstol Pablo define sus hermanos en la fe con estas palabras: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (1Co.2:16); entonces ellos se esforzaran en amar lo que Dios ama y preferir lo que Dios prefiere. Entonces no deshonre a tu Dios y Redentor, y te pregunto ¿podrá haber un texto tan a la mano y que con tanta fuerza te ponga en la misma onda que tu Señor? Este es tu texto: “Ama Jehová las puertas de Sión, más que las todas las moradas de Jacob”.

Los que así hagan son como el Señor. Eso es parte notable de tener Su mente. Sea, pues, tu corazón como el de David: “Yo me alegré con los que me decían: ¡Vayamos a la casa de Jehová!” (Sal. 122:1). Y allí asegúrate de mirar la adoración con ojos espirituales no con los sentidos, no seas como Naamán, quien le pareció poco importante el medio que Dios le prescribió para su curación. Te exhorto a pensar que siempre habrá una especial bendición en las reuniones de tu Iglesia. Los incrédulos no pueden tener esa perspectiva y sólo pueden ver personas sentadas en medio de cuatro paredes, pero tú no eres así, anímate, pues.

FINALMENTE:                                                                                                           

1.   La Adoración en esencia consiste en llevar, postrarse, mostrar reverencia, hacer un homenaje reverente ante un Dios Santo, es tributarle Gloria a Dios, es el homenaje de la criatura al Creador, Salmo 29:1-2.
2.   Adorar no es sinónimo de cantar, Mateo 15:8.
3.   Podemos adorar a nuestro Dios sin alabanza y solo con el corazón, Éxodo 34:8.
4.   Nuestra adoración debe estar primeramente ligada al Intelecto y luego a la emoción, no al revés.
5.   Lo que se persigue con la Predicación de la Palabra se debe perseguir con el canto, o sea la Exaltación del Nombre de Dios y Edificación de los Santos, Colosenses 1:24-29; Colosenses 3:16; Efesios 5:19.
6.   La música debe ser sierva de la letra. En la Adoración la música no es un fin en si mismo, es un vehículo del mensaje que se proclama, pues la música en si misma no edifica.
7.   Solo la Verdad comprensiblemente articulada puede ser de Edificación al creyente, Juan 17:17.
8.   Es la palabra de Dios revelada (la Biblia) lo que Edifica y no los acordes.
9.   La música no debe opacar la letra y la música no debe entretener.  



LA ADORACIÓN A DIOS Y EL ADORADOR

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Juan 4:24

La adoración es y va más allá de la simple alabanza que hacemos reconociendo los atributos que Dios nos muestra y los dones y gracias que hace descender sobre nosotros cada día de nuestra vida.
Adorar a Dios va hasta el punto en que cada uno de aquellos que le adoran pone por obra su Palabra, esto es adorar a Dios. Adorar implica alabar, honrar y servir.

La adoración al Creador está siempre expuesta a dos extremos peligrosos:
1.    Por un lado, al mal de la ignorancia.
2.    A la inventiva humana.
Y de ambos debemos cuidarnos

1.             El mal de la ignorancia: Este es el primero de esos peligros y es declarado en el pasaje siguiente por nuestro Salvador Jesús, cuando le dijo a la mujer samaritana: “Vosotros adoráis lo que no sabéis” (Jn. 4:22); ellos adoraban, pero no conocían el valor, ni mucho menos habían experimentado el poder y las bendiciones de la verdadera adoración a Dios. Esa deficiencia de los samaritanos no fue por causa de su lugar de origen, ni de su raza, sino por desconocimiento de las Escrituras.

2.             La inventiva humana: Es el otro extremo al cual nos hemos referido, y la Palabra nos habla del caso de los atenienses, quienes adoraban “al Dios no conocido” (Hch.17:23); esto es, que su guía en adoración era la superstición y el capricho humano.

Pero sea en un extremo o en otro, hay una verdad que está enraizada en el alma de todo hombre, que Dios debe ser adorado, o que hay un temor natural en toda criatura racional que lo mueve a pagar un tributo de adoración al Creador.

Ahora bien, el pasaje que estudiamos nos enseña el punto preciso donde se inicia la verdadera adoración, en el conocimiento correcto de Dios, y el Señor Jesús define a Dios aquí con sencillez y suma claridad: “Dios es Espíritu” (v. 24).

Muchas personas forman en sus mentes alguna semejanza o imagen de Dios, pero eso es incorrecto porque Él es invisible. De manera que si concebimos a Dios como una figura reverente y sentado en un trono en los cielos; debemos de inmediato corregir ese error. Alguien ha dicho que tal práctica debe ser llamada como una idolatría en la imaginación, y me inclino a pensar que eso quizás sea muy corriente, aún entre los evangélicos.

Así que, para empezar aproximarnos en adoración a la Deidad, debemos apartar de nuestras mentes toda cosa visible; esto es, que la idea sobre el Ser divino no puede ser percibida por nuestros sentidos, no puede ser visto, ni oído, ni saboreado, ni olido. Si todos nuestros sentidos empezasen a buscar a Dios en todos los rincones de la tierra o aún si fuésemos hasta los confines del Universo, no podremos hallarlo, porque Dios es invisible.

Es una tontería lo que hacen algunos, que para estar más cerca de Dios se van a las cordilleras del Himalaya, la cual es la más alta de todos los montes del planeta tierra para sentir que están en la presencia de Dios. Es cierto que para adorar a Dios hay que levantar el alma, pero levantarla no significa escalar alturas físicas, sino apartar la imaginación de los sentidos.

En nuestro texto de estudio se encierran dos ideas fundamentales:
I.    LA ADORACIÓN DIVINA
II.   LA CORRECTA ADORACIÓN A LA DIVINIDAD
III.  REGLAS GENERALES PARA LA VERDADERA ADORACIÓN

I. LA ADORACIÓN DIVINA

A.    SU NATURALEZA DIVINA

1.      Todo aquel que se acerque a Dios debe tener fijo en su mente lo que Dios es, Él es Espíritu. Debe saber que la adoración se fundamenta y se levanta de la espiritualidad de Dios, y por eso debemos estar sintonizados en eso para adorarlo.

2.      Es necesario estar conscientes que sobre todos hay un grande e infinito poder, el cual se sienta en las alturas, y es la causa de todas las cosas, y gobierna todo de acuerdo a su propio placer o voluntad.
3.      La palabra adoración (gr.proskunew) es la misma palabra que se emplea para significar cuando un perro se acerca a su amo y se echa a sus pies en fiel obediencia, y asimismo se espera que haga un creyente cuando se acerca al Creador, el creyente ve su propia indignidad y la excelencia del Creador; esto es, echarse sobre su estomago ante Dios, deseoso de que Dios haga con él lo que le agrade.

B.    LA ADORACIÓN Y EL CONOCIMIENTO DE LA NATURALEZA DIVINA

1.      El conocimiento natural de los hombres le dice que Dios es el Supremo Señor y Gobernador del universo, y la revelación evangélica le hace conocer la gloria de Sus atributos en la persona del Redentor, y esa luz lo dobla sobre sus rodillas para adorar, veamos esto con más detalle en Éxodo 33:18 cuando dice: “El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria”.
Y luego vemos en Éxodo 34:6-8 la respuesta de Dios a su petición: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró”.

2.      En el pasaje se pueden ver dos asuntos esenciales de la adoración:
·      Un conocimiento bíblico de los gloriosos atributos de Dios.
·      Una respuesta de humillación en el adorador. “Bajó la cabeza hacia el suelo y adoró” (v. 8). Aquí vemos que la beneficencia y la paciencia de Dios, y Su deleite en perdonar a los hombres, se convierte en la razón por la cual el adorador retorna Sus favores honrándole y adorándole.

3.    En el Salmo 130:4 el salmista lo dice aún más claro: “En ti hay perdón para que seas reverenciado”. Pero no sólo la grandeza y los favores de Dios son motivos para adorarle, sino también que Su justicia nos es propuesta como razón para adorarlo: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:28-29).

4.   De modo que el infinito poder de Dios, Su inefable sabiduría, la santidad de Su naturaleza, el gobierno estricto de Su providencia, lo inconmensurable de Su bondad, la generosidad de Su mano, etc. son los motivos para que los hombres le adoren; pero las reglas de Su adoración se fundamentan en Su espiritualidad; entiéndase que para adorarle se requieren todos los poderes de nuestras almas.

C.    LA NATURALEZA DE DIOS Y EL ALMA HUMANA

1.   Dios es Espíritu, por tanto el alma es el principal agente cuando hablamos de adoración, no el cuerpo o los miembros del cuerpo, sino nuestra parte inmaterial o invisible que ha sido creada a imagen y semejanza de Él. De modo que cuando nuestra almas está ausente de la adoración no podemos decir que estamos adorando a Dios, por el contrario podemos decir que estamos distraídos en las criaturas, porque si lo esencial a la adoración, que es el alma, no está consciente en la adoración, entonces podemos declarar que como el cuerpo sin el corazón está muerto, la adoración sin la participación consciente del alma es adoración muerta.

2.  De donde se puede decir: “Que la adoración es un acto del entendimiento, aplicando nuestro entendimiento al conocimiento de la excelencia de Dios y Su infinita majestad.” Cuando nos deleitamos en nuestro intelecto bajo la luz de la hermosura y la infinita grandeza de Dios, entonces estamos adorándole. Veamos un ejemplo: “¡Cantad a Dios, cantad! ¡Cantad a nuestro Rey, cantad! Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cantad con entendimiento” (Sal. 47:6-7).

3.   El salmista puso en su entendimiento el conocimiento que Dios controla todas y cada una de las cosas que ocurren sobre la tierra, se gozó en ello, y como consecuencia cantó, en conjunto adoró. Está claro que la esencia de la adoración es espiritual.

II. LA CORRECTA ADORACIÓN A LA DIVINIDAD

A.    DIOS CONDENA LA FALSA ADORACIÓN

1.      Las Escrituras nos revelan que de todas las cosas, lo único que Dios cela con celo santo es la adoración que es debida a Su Nombre, mire como Él mismo lo reveló: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen” (Éx. 20:4-5); el pasaje habla de la adoración a Dios, y dice la razón del precepto: “Porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso”.

2.      Se pueden ver varios casos bíblicos donde Dios se encendió en celo cuando la adoración fue profanada.
·      El caso de Uza: “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios y la sujetó, porque los bueyes tropezaron. Entonces el furor de Jehová se encendió contra Uza, y Dios lo hirió allí por el atrevimiento. Y murió allí, junto al arca de Dios” (2 S. 6:6-7).
·      El caso de los hijos de Aarón: “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, pusieron sobre él incienso y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño que él no les había mandado. Entonces salió fuego de la presencia de Jehová y los consumió. Y murieron delante de Jehová” (Lev.10:1-2).
·      El episodio del rey Uzías: “Estos se pusieron contra el rey Uzías y le dijeron: ¡No te corresponde a ti, oh Uzías, quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que han sido consagrados para ello! ¡Sal del santuario, porque has actuado mal! ¡Esto no te servirá de gloria delante de Jehová Dios! Pero Uzías, quien tenía en su mano un incensario para quemar incienso, se llenó de ira. Y al airarse contra los sacerdotes, brotó lepra en su frente, en presencia de los sacerdotes, en la casa de Jehová, junto al altar del incienso” (2 Cr. 26:18-19).

3.      Un texto adicional para resaltar esta importancia lo vemos en Jeremías 17:12-13: “Trono de gloria, sublime desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. Oh Jehová, esperanza de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti serán inscritos en el polvo; porque han abandonado a Jehová, la fuente de aguas vivas”; como si Dios dijera, cuan insensatos son los corazones de los hombres, que Yo les presento la adoración a mi Nombre como gloriosa, en cambio ellos se vuelven a sus viles invenciones y no me consideran debidamente. Viendo esto digamos a nosotros mismos: Esforcémonos en ver y adorar a Dios de manera gloriosa, como Él nos ha mandado.

B.    JESÚS PROMUEVE LA VERDADERA ADORACIÓN

1.    En su conversación con Jesús la mujer samaritana pensaba que la adoración a Dios era un asunto confinado a un lugar (Jn. 4:19-20, 24), pero el Señor Jesucristo le corrige y le hace saber que los que adoran a Dios de manera correcta deben hacerlo, no limitados a un lugar especifico, sino que su extensión es desde el mismo corazón humano hasta las manifestaciones de la vida, y según verdad.

2.      La historia cuenta que los egipcios cuando adoraban a uno de sus dioses traían los frutos y las hojas de los melocotones, y hoy uno se pregunta el por qué de esta práctica. La razón es que ellos decían que los frutos eran el símbolo del corazón y las hojas de la lengua. Ellos dieron el corazón y la lengua a los ídolos, pero nosotros, como verdaderos adoradores  debemos darlo al Único Dios verdadero.

3.      El texto de estudio nos declara lo que el mismo Señor expresó acerca de la verdadera adoración: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”;
·      En verdad significa, que la adoración debe ser escritural; esto es, en conformidad con lo escrito en las sagradas escrituras y en oposición a la invención humana.
·      En Espíritu se entiende que nuestra adoración debe ser, sincera, y contrario al disimulo del corazón humano. Alguien dijo que: Así como cuando una mujer se perfuma y el agradable olor trasciende más allá de su propia piel y traspasa el tejido de su ropa, de la misma manera el perfume del conocimiento de Dios oloriza la lengua, el oído, los ojos y las manos con el grato perfume de la santidad y lleva el alma humana a adorarle con sinceridad.

·      Dios pide de nosotros lo mejor que podamos darle, y la parte más valiosa en el hombre es su espíritu regenerado, porque el espíritu puede seguir sirviendo a Dios aún después de la muerte y cuando el cuerpo ya esté desecho, el cual solo sirve como comida para los gusanos; en cambio el alma puede seguir amándole, alabándole y regocijándose en su Creador, aún cuando ya no tenga su cuerpo mortal: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios” (Fil. 3:3).

C.    LA VERDADERA ADORACIÓN PROVOCA QUE OTROS RECONOZCAN LA DIVINIDAD

1.      Acerca de esta enseñanza leamos el Salmo 29:2 y 2 Crónicas 7:3 que nos dicen al respecto: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de su santidad”. “Todos los hijos de Israel vieron descender el fuego y la gloria de Jehová sobre el templo, y se postraron con el rostro en tierra sobre el pavimento. Y adoraron y dieron gracias a Jehová diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”

2.    La adoración aquí es un llamado a glorificar el nombre de Dios; y así como un hombre es llamado por su nombre, así Dios es conocido en el mundo por medio de la adoración; y aquellos que lo adoran en su práctica o forma de vivir, lo están haciendo a los ojos del mundo y le están dando alabanzas al Señor, como dice Pablo: “Y glorificaban a Dios en mí” (Gá. 1:24); queriendo decir que lo glorificaran por medio de su buena conducta entre ellos.
  
3.     Cuando el texto dice que la adoración es espiritual, entiéndase que la misma nace de una naturaleza espiritual, o que brota y es guiada por un principio espiritual de Gracia en el alma. O como alguien ha dicho: “Que el corazón del hombre debe ser echado en el molde del evangelio, antes de que pueda producir una adoración evangélica”.

4.      El mismo Jesús lo enseña negativamente: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podréis vosotros, siendo malos, hablar cosas buenas? Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34); si los malos no pueden hablar lo bueno, tampoco los carnales pueden producir y mucho menos ofrecer un servicio espiritual. ¿Qué se necesita para adorar en Espíritu y en verdad? He aquí la respuesta: No que uno viva en Cristo, sino que Cristo viva en uno, como dice el apóstol: “Y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).

III. REGLAS GENERALES PARA LA VERDADERA ADORACIÓN

A. LA VERDADERA ADORACIÓN ES SINCERA

1.     espiritual es hecha con sinceridad, y esto sucede cuando adoramos con nuestro espíritu, como dice un verdadero adorador como fue el apóstol Pablo: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo” (Ro. 1:9); es claro que Pablo no se refiere al Espíritu Santo, porque si así hubiese sido él nunca le habría llamado su propio espíritu; su significado es, con la sinceridad de su corazón.

2.      Recordemos que esto es lo que Dios demanda cuando dice: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Pr. 23:26). Si la carne cocida está desabrida al llevarla a la boca, lo menos que sentimos es cierto rechazo o desagrado con el bocado, pero si está bien sazonada la aceptamos con agrado.

3.      De manera semejante son nuestros sacrificios de adoración a Dios, si no están sazonados con la sal de una voluntad dispuesta serán un sacrificio desabrido a Dios, porque la voluntad es lo que sazona el servicio de adoración al Señor, como dice el Rey David: “Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca” (Sal. 119:108); esto es, que sin un corazón sincero y gobernado por la verdad, no hay adoración aceptable al Creador. Y así como el grano de arroz sin la maza blanca es vano, el adorar sin la voluntad nada vale.

B.    LA VERDADERA ADORACÓN DEBE TENER UN PRECEPTO ESCRITURAL

1.      Otra regla general es esta: Que todas y cada una de las partes de la adoración debe tener un precepto escritural. Así como el primer Mandamiento nos manda adorar a Dios, el segundo nos enseña la manera como debe ser adorado así lo vemos en Deuteronomio 5:7-9 cuando expresa: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

2.      Se recordará que el Tabernáculo y todos sus utensilios fueron hechos de acuerdo al modelo que Moisés vio en el monte (Éx. 25:40; He. 8:5); tipificando así que todo los servicios de adoración hechos por la Iglesia de Cristo, sean estos hechos en doctrina o en disciplina deben ser de acuerdo a la Palabra Escrita, recordemos las Palabras del apóstol Pablo en Gálatas 1:8 al decirnos: “Pero aún si nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.

3.      Entiéndase que nuestra adoración no solo debe ser racional, sino también de acuerdo a las reglas dadas por Cristo a Su pueblo. Y es idolatría no solo adorar un falso dios, sino también adorar al Dios Verdadero de una falsa manera. Porque lo que debe regular la adoración, no son los inventos o imaginaciones de los hombres, sino lo que Cristo ha instituido en Su Palabra.
  
C.    LA VERDADERA ADORACIÓN NO DEPENDE DE UNA LEY PERSONAL

1.      Del planteamiento anterior se deriva otra regla general importante, y es, que nuestras obras no deben ser ley para nosotros mismos ni tampoco para otros. Entendemos que el guardar las leyes que nuestro Gran Profeta y Sumo sacerdote nos ha enseñado es lo único importante y necesario para ofrendar a Dios una verdadera adoración.

2.      La verdadera moneda que corre o vale en la adoración es aquella que tiene la estampa divina. Alguien pudiera preguntar: ¿Cómo reconocemos la moneda de adoración que tiene la estampa divina? La respuesta nos la da el profeta Isaías cuando dice: “¡A la ley y el testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Is. 8:20).

3.      Habrá quienes puedan adorar con más pompa que otros, pero también con menos provecho. Más aún, el medio por excelencia para preservar con vida la Iglesia de Cristo es ser celosos para adorarle; no hagamos cosas que Dios no ha mandado que hagamos, por eso vino la ruina de la Casa de adoración en Israel. Ezequiel 43:8 declara: “Poniendo su umbral junto a mi umbral y sus postes junto a mis postes. Pues habiendo tan sólo una pared entre yo y ellos, contaminaron mi santo nombre con las abominaciones que hicieron, por lo cual los consumí en mi furor”.

4.      En otro lugar dice lo mismo: “Pero si vosotros os volvéis y abandonáis mis estatutos y mis mandamientos que he puesto delante de vosotros, y os vais y servís a otros dioses y los adoráis, entonces os arrancaré de mi suelo que os he dado. Y esta casa que he santificado a mi nombre, la apartaré de mi presencia, y la convertiré en refrán y escarnio entre todos los pueblos” (2 Cr. 7:20). 

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN: 

1.        LA ADORACIÓN ES UN DEBER DEMANDADO POR DIOS A TODOS LOS HOMBRES
El hecho de que nuestro Salvador diga que Dios debe ser adorado en Espíritu y en verdad, implica que todos y cada uno debe adorarle; pero más aún que en esencia tal demanda no es de carácter exclusivamente pública, sino personal o privado: “¡Cantad alegres a Jehová, habitantes de toda la tierra! Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo” (Sal. 100:1-2).

Más aún, que el primer asunto en el cual deben ocuparse los hombres es en la adoración al Creador.
·         Adán en el Paraíso tuvo un día entre siete para ser santificado.
·         Noé cuando salió del arca lo primero que hizo, no fue construir una habitación para él mismo, sino un altar para adorar o reconocer al Autor de su preservación: “Y edificó Noé un altar a Jehová” (Gn. 8:20).
·         Abraham cuando llegaba a cualquier lugar, su primera ocupación era hacer un altar para pagar el tributo de su alma al Señor (Gn. 12:7; 13:4,8).

Es algo muy triste y trágico, que los hombres se nieguen pagar sus tributos de adoración al Creador, y lo malo de esta odiosa práctica es que sin ellos saberlo, al negarse adorar, están confirmando su malvada paternidad, la de Caín, porque con sus hechos dicen lo mismo que dijo Caín: “De tu presencia me esconderé” (Gn. 4:14). No te niegues, pues, adorar personal y privadamente a tu Creador.

2.        EXAMINA CON DILIGENCIA LA MANERA DE TU ADORACIÓN
Hay épocas donde el examen es más necesario que en otras; el examen médico es recomendado cuando oímos de plagas o tiempos donde abunden las enfermedades. Y en estos tiempos, donde vemos que cada día son más claras las señales de que se acerca el fin del mundo, más debemos empeñarnos en examinar nuestra devoción a Dios; mire como lo dice el apóstol Pablo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” (2 Ti. 3:1-5).

Tus preguntas deben ser así:
·         ¿Estoy yo entre esos que describe el texto?
·         ¿No está mi corazón dormido cuando Cristo me toca la puerta?
·         ¿No peleo yo contra las influencias del Espíritu de Dios en mi alma?
·         ¿Me esfuerzo yo en agradarle o en agradar más la carne?
·         ¿Soy yo un verdadero Creyente o un simple formalista religioso?
·         ¿Tengo yo el fruto del espíritu o tan solo me gusta oír verdades, sin estar dispuesto a pagar el fruto de amarlas?

Después que te hagas esas preguntas en lo intimo de tu corazón, entonces te invito aplicar el remedio divino: “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Sal. 27:8); esto es, que cuando oigas la voz de Dios, no cierres tus oídos ni te hagas el indiferente, sino que con diligencia te levantes a oírlo con el firme propósito de obedecerlo. Ahora bien, por el testimonio del rey David uno entiende, que para comprometerse alabar a Dios en adoración, él primero afirmaba su espíritu para eso: “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto” (Sal. 57:7).

3.        POR DÉBIL QUE SEA TU ADORACIÓN, SI NACE DE UN PRINCIPIO DE GRACIA, SERÁ ACEPTA DELANTE DE DIOS
Mire la ternura de Cristo con sus apóstoles: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc. 10:20); las palabras de nuestro salvador encierran cierto grado de reprensión o censura por la presencia de gozo carnal en el servicio a Dios, a pesar de eso, lo que ellos habían hecho en obediencia al mandato de Cristo no fue rechazado.

La debilidad en tu adoración viene de dos fuentes venenosas:
·         De la corrupción natural o tu pecado remanente, y
·         De la envidia de Satanás.
El diablo no puede ver que tú tengas comunión con Dios sin tener envidia de ti; por esa razón se esforzará en acusarte delante del Señor, y de traer sobre ti turbación para que no puedas adorar tranquilamente.

Desde el Edén él envidia los hijos de Dios; mira como la envidia lo llevó contra Job: “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?” Job 1.6-9. El diablo no quiere que Dios tenga el honor de la adoración, pero tampoco quiere que el hombre reciba los frutos de su Señor y Creador.

Por tanto, y aunque tu veas o sientas que tu adoración a Dios sea débil; anímate, consuélate con estas palabras, y no deje de cumplir de todo corazón con tu deber. Recuerda esto: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” Juan 4:24.



LA REVERENCIA A DIOS EN LA ADORACIÓN PÚBLICA

“Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él”.

Salmo 89:7

 Es importante que los creyentes entendamos la manera en que debemos adorar a Dios, ya que estamos viviendo una crisis en la adoración a Dios. Es lamentable ver lo que hoy día se observa en lo que se ha denominado un culto de adoración a Dios. Si analizamos las Sagradas Escrituras certificaremos que lo que se hace en algunos lugares está muy lejos de lo que Dios quiere que como creyentes hagamos para adorarle y de hecho se confunde lo que es la alabanza de un culto con lo que significa en todo sentido, la adoración.

Un pasaje que nos enseña sobre el carácter de aquel que debe ser el objeto de nuestra adoración es el Salmo 89:7 el cual nos dice enfáticamente: “Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él”.

En este versículo se nos habla que adorar a Dios debe ser el objeto único de nuestra adoración, y en el mismo se nos dicen dos asuntos:
1.      Los sujetos que adoran. Los sujetos están definidos en el pasaje por: “Los santos, y todos cuantos están alrededor de él”.
2.      La manera en que deben hacerlo. El pasaje también nos muestra que la manera de adorar a ese “Dios temible”; debe estar definida por una correcta compostura de espíritu que se caracteriza por lo que se conoce como reverencia o seriedad.

Sobre esta base, debemos entender que Dios no es cualquier cosa que adoramos. Él es el ser supremo, el todopoderoso, en quien hay una majestad terrible como dice Job 37:22-24 de manera precisa: “Viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una majestad terrible. Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá. Lo temerán por tanto los hombres; Él no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio”.

Entendiendo estas verdades planteadas en la introducción que hacemos, estudiemos el tema bajo el siguiente bosquejo de estudio:

I.  LAS PERSONAS QUE SE ACERCAN A DIOS EN ADORACIÓN
II. LA MANERA EN QUE LA ADORACIÓN A DIOS HA DE SER HECHA

I. LAS PERSONAS QUE SE ACERCAN A DIOS EN ADORACIÓN

A.    LOS SUJETOS QUE ADORAN

1.      El texto nos informa sobre las personas que están alrededor de Dios, los santos. El propio contexto parece referirse a los ángeles o espíritus hechos perfectos que están en los cielos: “Porque ¿quien en los cielos se igualará a Jehová?” (v. 6).

2.      Si estas criaturas superiores al hombre deben adorar así, cuanto más nosotros. El enseñanza de este pasaje puede ser extendida y aplicada a nuestra propia adoración como parte del pueblo de Dios sobre la tierra.

3.      Entendemos que todos los creyentes somos sujetos que adoramos a Dios y estamos a su alrededor cuando nos disponemos a adorarle como Él desea que lo adoremos porque  Él mismo promete estar en medio de los adoradores de su pueblo que le adoran en espíritu y verdad.

B.    LOS CREYENTES QUE ADORAN

1.      Los Creyentes también son Sus santos: “A los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2).

2.      Nosotros somos santos aunque en una clase de orden inferior que aquellos que están inmediatamente delante de la presencia de Dios en los cielos, pero sean unos como los otros, ambos están alrededor de Él para adorarle,

3.      Cuando se habla de los que adoran a Dios, sean los ángeles o los creyentes, ambos están alrededor de Él, porque esto aseguró Jesús cuando dijo: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt. 18:20). En el AT encontramos una expresión semejante: “La gloria del Líbano vendrá a ti: cipreses, olmos y abetos para embellecer el lugar de mi santuario. Yo haré glorioso el lugar de mis pies” (Is. 60:13); le adoramos en el sitio donde están Sus pies. Al adorarle estamos en Su presencia.

C.    EL ALMA DE LOS CREYENTES QUE ADORAN

1.      Se necesitan ojos de fe para verlo y actuar conforme a ese conocimiento, porque Dios es Espíritu. El alma es el principal agente en este asunto, no el cuerpo o los miembros del cuerpo, sino nuestra parte inmaterial o invisible como Él es. De modo que cuando nuestras almas están ausentes de la adoración allí no se está adorando a Dios, sino distraído en las criaturas, porque si lo esencial a la adoración no está presente, pues como el cuerpo sin el corazón está muerto, así la adoración sin conciencia o sin entendimiento es muerta.

2.      Sobre la base de este planteamiento se puede decir: "Que la adoración es un acto del entendimiento, aplicando nuestro entendimiento al conocimiento de la excelencia de Dios y Su infinita majestad”. Cuando nos deleitamos en nuestro intelecto bajo la luz de la hermosura y la infinita grandeza de Dios, entonces estamos adorándole en espíritu y en verdad como dijo Jesús a la Samaritana que se tenía que adorar a Dios (Jn. 4:24).

3.      El Salmo 67:6-7 nos da un ejemplo de esto y nos dice: "La tierra dará su fruto; nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Bendíganos Dios, y témanlo todos los términos de la tierra”. El salmista puso en su entendimiento el conocimiento de que Dios controla todas y cada una de las cosas que ocurren sobre la tierra, se gozó en ello, y como consecuencia cantó, en conjunto adoró. La esencia de la adoración es espiritual.

II. LA MANERA EN QUE LA ADORACIÓN A DIOS HA DE SER HECHA

A.    LA PALABRA DE DIOS Y LA ADORACIÓN

1.      La Biblia es el libro guía en todo asunto de fe y práctica Cristiana, y en cuanto la manera de adorar a Dios uno se pregunta ¿cómo debe Dios ser adorado? Con gran temor y reverencia, en palabras del Salmo 47:2 - “Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra”.

2.     Alguien pregunta: ¿Qué es reverencia? En ocasiones entendemos mejor cuando consideramos primero lo opuesto al concepto bajo estudio. Es opuesto a la reverencia: El descuido, la superficialidad, la vanidad de mente, la frivolidad, debilidades que a menudo son encontradas en el corazón y la postura de aquellos que se acercan adorarle. En sentido positivo es lo que dice nuestro texto, es adorar con gran temor y reverencia. Veamos esto en mayor detalle.

B.    LA ADORACIÓN NEGATIVA

1.      Es una triste realidad decir que sí existe eso de una adoración carnal, que obviamente no es del agrado de Dios y como consecuencia es perjudicial para el alma del adorador. La adoración carnal más peligrosa es aquella que se hace en medio del pueblo de Dios o la Iglesia y se limita a hechos externos, pero que el corazón no está envuelto y mucho menos dirigido por los principios bíblicos de adoración cristiana: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano” (Luc.18:10).

2.      Los dos hombres de este pasaje estaban adorando, pero la adoración del fariseo era carnal, y por tanto no le fue acepta ante Dios y salió perjudicado. Su corazón no había venido a adorar, no vio al Señor en la adoración sino al publicano. Hay personas que vienen a la adoración y sus corazones están más en las criaturas que en el Creador. Adoran por costumbre e instrucción, pero sus almas no ven el objeto de la adoración.

3.      La costumbre tiene una gran influencia en muchas personas con relación al deber de adorar, veamos un caso: “y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa de Jehová de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años?” (Zac. 7:3). mientras duró el cautiverio ellos celebraban el aniversario en memorial del Templo en Jerusalén en el mes quinto, ahora ya habían vuelto del cautiverio y todavía les parece que deben guardarlo, así lo expresa 2 Reyes 25:8: “En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia”.

4.      Eso no es más que una adoración por costumbre, donde se ha perdido la esencia o naturaleza de la verdadera adoración. Algunos les parece que el asunto esencial es venir a la Iglesia, cuando eso sólo es un medio externo de manifestar nuestro amor a Cristo. La esencia o el espíritu de reunirnos es adorar a Dios de corazón, no simplemente asistir al culto. Si el fariseo hubiese estado adorando a Dios nunca habría concentrado su corazón en el publicano.

5.      La adoración farisaica o carnal se centra en actos externos, actos donde otros que lo ven pueden elogiarlos, pero sus corazones están apartados del temor a Dios. Sobre esto David dice: “A ti, oh Jehová, levantaré mi alma” (Sal. 25:1); la adoración a Dios en la Iglesia es como irnos a otro mundo, en cambio la adoración carnal se queda donde está el cuerpo, y aun cuando tengan a su lado un hermano que este adorando a Dios en espíritu o con el corazón en el cielo, ellos están sobre la tierra.

C.   LA ADORACIÓN POSITIVA Y LA REVERENCIA QUE LA CARACTERIZA

1.      Por otro lado veamos lo que es la verdadera adoración. De nuevo leamos el Salmo 47:2 - “Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra”. Conociendo esto debemos entender que Dios requiere la mayor compostura y seriedad de espíritu cuando nos acercamos adorarle. Se pide a los estudiantes tener una mente atenta y seria cuando proceden al momento de un examen en la Escuela, so pena de reprobarlo, imagínese lo que exigiría Dios cuando estemos en su presencia.

2.      Esta seriedad de espíritu es a lo que llamamos reverencia. Se requiere, pues, tener una mente atenta, el corazón envuelto, seriedad y una postura apropiada como adoradores. El autor a los hebreos lo dice explícitamente: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:28-29).

3.      Para adorar a Dios conforme a su voluntad; se requiere de tres cosas:
a.  Un acto del juicio.
b.  Un sentido de la excelencia divina.
c.   Una voluntad dispuesta del adorador hacia el objeto de su devoción.
Eso es lo que llamaríamos levantar el alma a Dios en adoración como dice Salmo 25:1, y para eso se ordena hacerlo con todo el ser.

4.      El individuo que adora con reverencia y temor ha de tener su mente poseída que se encuentra, no en un teatro o sala de diversiones, sino en la Casa de Dios: “Guardaréis mis sábados y tendréis en reverencia mi santuario. Yo, Jehová” (Lv. 19:30). Y si la ley en el AT demandaba tal reverencia, aun cuando se acercaban a la sangre de los toros y los machos cabríos, cuanto más ahora en el Evangelio donde nos acercamos a la Sangre del Cordero de Dios que fue inmolado por nuestros pecados. Ahora más que nunca hay que evitar el sacrificio de los necios: “Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, que no saben que hacen mal” (Ec. 5:1).

5.      Miremos este otro texto: “A éste miraré con aprobación: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra” (Is. 66:2); los montes tiemblan ante la presencia de Dios, y podemos preguntarnos: ¿Quedarán nuestro corazones fríos y muertos al adorar? ¿Acaso somos más insensibles que los montes? Cuéntase que un rey prometio una gran recompensa, aquel hombre que le trajera el mejor presente. Vinieron a él un medico, un filosofo, un poeta, un negociante y un mendigo. El medico trajo un remedio para rejuvenecer; el poeta se presentó con una cautivante poema; el filosofo vino con un libro de grandes misterios; el negociante con una joya de gran precio, y el mendigo se acercó al rey de rodillas y le dijo, no tengo nada digno que darte, me doy yo mismo a tu servicio. Bendito son, pues, los pobres en espíritu que se dan ellos mismos a Dios. Las bendiciones del cielo son para esos: “A los hambrientos sació de bienes y a los ricos los despidió vacíos” (Lc. 1:53). Un corazón reverente en la adoración a Dios se proporcionará a sí mismo muchos bienes.

6.      La reverencia es una cualidad de mucha importancia en la adoración. Un hijo de Dios no puede siempre tener el mismo fervor al orar, pues causas incidentales pueden cambiarle de tono; pero un Creyente puede ser siempre serio y reverente en la adoración. Si el corazón no está sintonizado con este estado del alma, no se puede adorar. Cuando nos encontramos en la presencia del Presidente nuestra reacción es ser circunspectos, de manera semejante el corazón Creyente reacciona con reverencia ante la presencia del Creador: “Entonces Moisés se apresuró a bajar la cabeza hacia el suelo, y adoró” (Ex. 34:8); la reverencia es a la adoración como el calor al fuego, inseparables.

D.    EL TEMOR A DIOS

1.      Sabemos que el hombre que teme a Dios es de corazón humilde, y la humildad, por necesidad, produce respeto y puntualidad. De manera, pues, que la puntualidad es parte obligada de la adoración a Dios. Su significado es el siguiente: Exactitud en hacer las cosas a su debido tiempo; es sinónimo de cuidado, diligencia. Debemos de tratar de ser puntuales con todos nuestros compromisos, y sobre todo con nuestro compromiso de reunirnos a la adoración pública.

2.      La impuntualidad es enemigo del buen orden de la sociedad, porque el hombre que no es puntual tiene como poca cosa el no cumplir sus compromisos e irritar a su prójimo. El que no es reverente roba la reverencia a Dios que tienen otros, como si no le importara cómo o cuánto son afectados los demás por su falta de consideración con sus compromisos, estaría socavando la humildad, y por tanto, el temor a Dios: "Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso que obra en la insolencia de su presunción" (Pr. 21:24).

3.      Un hombre o mujer impuntual ama poco. La impuntualidad es signo de desamor al prójimo, y los que practican este mal promueven el egoísmo, contrario al propósito divino en reunirnos como Iglesia propósito declarado en Hebreos 10:24 cuando dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. De aquí derivamos que la puntualidad enseña amor, respeto y consideración al prójimo, así como respeto, reverencia y temor a Dios.

4.      El hábito a ser impuntual es una deformidad del alma, es una especie de burla y este grado de burla se deriva de una causa carnal, no divina como establece 2 Pedro 3:14: "Vendrán burladores andando según sus propias concupiscencias"; el irrespeto es fruto de complacer los malos deseos. Cuando Dios desciende a nosotros nos honra y exhalta. Mira el tierno lenguaje del profeta Isaías cuando dice en (1:18): "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta". Llama al pecador como si fuera Su compañero; no obstante, haber una distancia infinita entre el Creador y la criatura. Entonces, temamos a Dios y honremos a nuestros hermanos que nos están esperando para que juntos adoremos a nuestro Redentor. Se requiere, pues, la mayor compostura y seriedad de espíritu cuando nos acercamos adorar a Dios. 

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN: 

1.      Esta enseñanza humilla al mejor de los corazones creyentes.
La razón de sentirnos así es porque estamos lejos de cumplir lo que nos pide el texto, hay mucha descompostura pecaminosa, vanidad y frialdad al acercarnos a los pies de nuestro Dios. Nos da mucho trabajo concentrarnos, sacrificar nuestros propios pensamientos e intereses en amor a Cristo. El hombre más santo sobre la tierra al oír esto tiene que poner su mano derecha sobre el pecho y decir: “Oh Señor, cuan incrédulo es mi corazón para verte como un Dios temible y formidable en los que se acercan a ti”.

Nuestro Señor ha mostrado Su fidelidad, es evidente para todos como su luz ha sido tan clara entre nosotros; cuidémonos, pues, para no ser culpables del mismo pecado que los israelitas narrado en el Salmo 106:7 que dice: “Se rebelaron junto al mar, el mar Rojo”; en el mismo lugar donde vieron los milagros. Que no sea así con nosotros, en el mismo lugar donde hemos sido salvados. Que esto te enseñe, que tu corazón natural no es tu amigo, sino tu enemigo.

2.      Este texto tiene una voz de alerta a los que se acercan a Dios en adoración.
Cuando estés en este lugar es altamente recomendable que tengas conciencia de donde estás y qué estás haciendo. Ten presente que el rey viene a ti en alta Majestad, y como tu invitado: “Todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón. Y os daré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras” (Ap. 2:23).

Hermanos, nuestro asunto no es cosa de hombre ni con hombres, sino con Dios. Debemos dedicarle nuestros mejores afectos y nuestros mejores pensamientos. Cuando un hombre no sabe como expresar su profundo amor a su amada, en lugar de decirle, te amo; le dice una expresión equivalente, te adoro. Y a ti te digo, que con Dios no se trata de un termino equivalente, sino el concepto completo que ello encierra: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás” (Mt. 4:10).

3.      En tiempo de peligro nuestros corazones deben ser más solícitos en adorar a Dios.
Las Escrituras nos advierten que cada día será que pasa el vivir la fe se hace mucho más difícil, y que hay que redoblar los esfuerzos: “No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca” (He. 10:25). Aun los incrédulos actúan así, porque llaman al Señor sólo cuando suenan los truenos. Tú has visto como el pecado se multiplica, nuestro amor se enfría, por eso procura ser puntual a los servicios de adoración pública, tener un corazón reverente, temeroso de Dios en ti y los tuyos. Que tan pronto como empiece el servicio no tengas que levantarte, tú ni tus niños haciendo alguna irreverencia delante del Dios temible, recuerda lo que dice el Salmo 89:7: “Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él”.


LA MANERA BÍBLICA DE ORAR
EN PÚBLICO
“Quiero pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.”
1 Timoteo 2:8

Esta primera carta del Apóstol Pablo a Timoteo es parte de lo que se conoce como las epístolas pastorales, entiéndase dirigida a los pastores con el contenido y orden que debe gobernar la vida de la Iglesia. Y aquí en nuestro versículo el contexto corresponde a las instrucciones concernientes a la oración pública dentro de la congregación, nótese que más adelante se le dice a Timoteo: “Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios Viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15). La verdad de Dios será conocida de acuerdo a la manera en que la Iglesia viva esa verdad.

La primera instrucción apostólica es una advertencia con las falsas doctrinas y la segunda, a su vez la primera de carácter positivo, lo concerniente a la oración, el cual es resumido en el (v. 8), nótese la conjunción causal “pues”; concluye así el asunto de la oración, con una exhortación particular a este deber.

Estudiaremos este tema Así:
                     I.    EXPLICANDO EL CONTENIDO DEL TEXTO
                   II.    LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA ORACIÓN PÚBLICA
                  III.    DIRECCIONES DE COMO MEJORAR ESTE SANTO DEBER

I. EXPLICANDO EL CONTENIDO DEL TEXTO

A.    LA EXHORTACIÓN AL DEBER

1.      “Quiero, pues, que los hombres oren”; todos los hombres de la Iglesia son mandados por el Espíritu Santo a participar de las oraciones congregacionales. Es responsabilidad de todos los Creyentes el orar en público, ellos están mandados a dirigir el culto de oración. En una ocasión Moisés estuvo orando por Israel (Éx. 17:11), y mientras lo hacia ellos prevalecían contra el enemigo, o que tomó sobre sus hombros el progreso del pueblo; de manera semejante los varones de la Iglesia debe tomar sobre sus hombros el peso de la Congregación, y esto participando de las oraciones cuando nos reunimos como Iglesia.


2.      El énfasis es sobre los miembros varones, el apóstol contrapone el sentido con las mujeres, para establecer diferencia con los varones u hombres. La alusión no es a hombre en el sentido genérico, sino a hombre varón (Gr=andras). De manera que Dios da mucho valor al orden de la oración dentro de la Iglesia. Nótese que el asunto es traído a nuestras mentes, antes de considerar el tema del gobierno de la Iglesia.

3.      Esto no significa que debemos escoger uno y dejar el otro, sino que por el contrario, todos los pasos deben ser dados para edificar una Iglesia bíblica; el primer paso es desechar el error y el segundo orar bíblicamente.

B.    LA OCASIÓN AL DEBER

1.      “En todo lugar”. Al mencionar la ocasión en relación a la ofrenda de orar, el apóstol no lo limita con algún lugar geográfico, tal como el templo, la sinagoga u otro lugar de adoración, sino que más bien está dando una expresión que da carácter universal a la oración, así que la referencia es que en cualquier tiempo o lugar donde la Iglesia se reúna, donde hayan adoradores, la oración no debe faltar.

C.    LA MANERA DE ORAR

1.      “Levantando manos santas, sin ira ni contiendas”. La manera y el espíritu para orar no trae ningún añadido que lo explique, lo que nos indica que se trata de una expresión muy familiar y conocida en aquel tiempo, así que lo importante aquí no son en sí las palabras, sino el concepto detrás de las palabras. Entiéndase que deben ser manos cuyas sendas no es ir tras la iniquidad, sino de hombres amantes de lo que es puro y bueno.

2.      “La oración sin iras ni contiendas”, es simplemente orar animado por un espíritu manso, generoso, misericordioso hacia aquellos por los cuales se ora; unido a un espíritu de fe y confianza hacia quién él ruega. Así que: Los miembros varones de la Iglesia deben estar envueltos en dirigir la oración pública con un espíritu de pureza y bondad.

II. ELEMENTOS QUE COMPONEN LA ORACIÓN PÚBLICA


Ahora iremos en pos considerar las características de una buena oración pública, y en esto haremos uso de las enseñanzas del ministro Samuel Miller. Pasemos, pues, a considerar esos detalles.

A.    UN ABUNDANTE LENGUAJE DE LA PALABRA DE DIOS

1.      Son varias las razones para que esta cualidad esté presente en toda oración. A manera de ilustración se dirá, que cuando un inferior se va a dirigir a  un superior, este debe hacerlo en el lenguaje del superior, cuánto más por la Majestad de Dios hacerlo con su lenguaje revelado en las Santas Escrituras. El Señor Jesús cambió el nombre de Simón por el de Pedro, pero el apóstol siempre guardó la debida distancia, continuó llamándole Señor.

2.      El lenguaje escritural es siempre correcto, siempre seguro y siempre edificante. En otro lenguaje podría ser causa de aumentar las dudas o cavilaciones, pero con este se eliminan. Calla toda objeción y termina toda disputa. El lenguaje bíblico también es suave, tierno; posee una elocuencia sencilla y perfectamente adecuado para impresionar el corazón. De todo lo que se ha escrito y se ha hablado entre los hombres, no hay nada tan bien adecuado para ganar la mente humana con pensamientos reverentes, solemnes y eternos que los escritos de las Santas Escrituras.

3.      Aun los hombres mundanos, como los políticos, citan porciones de la Biblia en sus discursos con el fin de ganar aprecio entre los que le escuchan, pues no hay nada tan  pertinente para tocar con eficacia la mente y estimular los mejores sentimientos del alma humana que la Palabra de Dios; la mejor voz para las criaturas es la del Creador y Dios se deleita en oír Su voz en las oraciones de sus hijos.

4.      Una precaución ha observar en esto es que el lenguaje bíblico puede no ser enteramente adecuado al uso moderno, por causa de ciertos hebraísmos propios de aquellas épocas, pero no entendible para la actual. No debe olvidarse que una cosa son las palabras y otras el concepto detrás de las palabras. Los judíos oraban con el rostro hacia Jerusalén donde estaba el Templo, lugar que Dios había hecho habitar Su Nombre, pero ahora en Cristo ya no es así, y nadie aplicará literalmente ciertas expresiones encontradas en las Escrituras. Un caso: “Alzaré mis ojos a los montes” (Sal. 121:1); el salmista se refiere a los Montes de Jerusalén, y ya no se ora así.

B.    QUE LA ORACIÓN SEA ORDENADA

1.      Esto es, que tenga un orden, que el adorador posea un bosquejo mental de lo que va a decir. No que sea siempre en el mismo orden, sino que las varias partes de la oración como la adoración, la confesión, la acción de gracias, la intersección, etc. no deben estar mal mezcladas, sino que una parte le siga a la otra y no que estén revueltas o en desorden.

 2.     Quien ora en público debe llevar sobre sus hombros a todo el grupo y a él mismo, pero si él pasa de una parte a otra sin tener a nadie en consideración, sino lo que se le ocurra o de lo que se acuerde, entonces no podrá presentar toda la congregación como un sólo cuerpo, sino que pudiera provocar una fragmentación o distracción en las mentes de los demás quienes oran con él. El orar supone levantar el alma a Dios, se requiere de gran esfuerzo anímico, y sin quererlo quien dirige en lugar de llevarlos al Cielo los cansa hasta dormirlos.

3.      Otro peligro a evitar es si la persona quien ora se amarra a un orden invariable e inflexible en su oración. Hay veces que los demás en lugar de ser dirigidos ya saben lo que el individuo va a decir y estarán adivinado en lugar de orando con uno. En cambio, será de mucho provecho e interés para quienes deben seguirlo con una sola mente, si el adorador enriquece sus plegarias si de vez en cuando varia el orden sucesivo de las partes que componen su oración.

C.    EN LA ORACIÓN PÚBLICA DEBE SER EVITADA AL MÁXIMO LA VERBOSIDAD INDEBIDA

1.      El alargar la oración de forma indebida tiene dos causas a saber: Multiplicar los tópicos o partes de manera indebida y excesiva, y el alargar las partes de la misma al entrar imprudentemente en particular o detalles. Como está escrito: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabras delante de tu Dios” (Ec. 5:2).

2.      En cuanto a los detalles o particulares, es observable en las Escrituras de hombres piadosos gastar la noche entera pidiéndole a Dios lo mismo. Pero debemos darnos cuenta que se trataba de una oración personal, no de una oración pública. Entonces es preferible ser breve y conciso en este deber piadoso y que toda la congregación sea de un sólo corazón, y no ser largo en el orar, pues pudiera hacer vagar las mentes de nuestros hermanos por diferentes lugares de la tierra y no en el cielo.

D.     QUE LA ORACIÓN PÚBLICA SEA ADECUADA Y APROPIADA A LA OCASIÓN SOBRE LA CUAL ES DICHA

1.      Las oraciones que encontramos en las Escrituras tienen este carácter singular de versar sobre el asunto para lo cual fue hecha. Suele darse con cierta frecuencia que la persona quien está guiando en la oración trae una introducción larga y extraña al propósito presente con que la Iglesia está orando.

2.      Esto es poco sabio y hasta ser desconsiderado con el intelecto de nuestros hermanos, pues trae una subestima ofensiva al otro y en lugar de ganar su alma para que se nos una en oración, lo que se hace es perderlo en tierras extrañas al asunto en cuestión.

E.     QUE INCLUYA SIEMPRE UNA MARCADA REFERENCIA A LA EXPANSIÓN DEL EVANGELIO

1.      Es el deber de la Iglesia difundir el conocimiento del camino de salvación a todos los que están alrededor de ella y esforzarse con todo su poder para alcanzar a los perdidos, de modo que ella debe suplicar la Gracia y bendición de Dios por los medios empleados para evangelizar.

2.      Esta petición debe estar muy presente en la mente de los pastores y de todo el pueblo del Señor. David en uno de sus Salmos de acción de gracias, no deja fuera este sentido evangelístico: “¡Alégrense los cielos, y gócese la tierra! Que digan entre las naciones: “¡Jehová reina!” (1 Cr. 16:31); pensó en las naciones, no sólo en su propio pueblo.

F.     LA MANERA EN QUE NOS DIRIGIMOS AL ALTÍSIMO EN LAS DIFERENTES PARTES DE LA ORACIÓN PÚBLICA

1.      Es frecuente en quienes realizan este oficio de orar en público, adoptar un título de Dios a lo largo de todas las partes de la oración, sea este Padre, Señor, Todopoderoso, Padre Celestial, etc. y lo repiten de manera indiscriminada una y otra vez en sus peticiones o bendiciones. Eso es una repetición vana, que estropea que ofende a Dios y estropea el alma ajena. Es, pues, muy apropiado el variar consciente y santamente este título a lo largo de la oración, como si pasásemos de una parte a otra, y haciendo notar la diversidad, y la gloria de Sus atributos. 

2.      El nombre o título de Dios empleado tiene relación directa con el carácter Suyo que esperamos recibir o encontrar de El. Dice la Escritura que cuando Daniel miró que se habían cumplido los setenta años de las desolaciones de Jerusalén, invocó a Dios de esta manera: “Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos” (Dn. 9:4).

3.      El invocó el poder y la fidelidad de Jehová sobre lo que Dios mismo había prometido. Otro caso, Ezequías: “Oh Jehová, acuérdate, por favor, de que he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y de que he hecho lo bueno ante tus ojos” (Is. 38:3); El rey hizo uso de que Dios honra a los que le honran, pues al caer enfermo de muerte rogó el favor de Dios sobre estos términos: “He andado delante de ti con íntegro corazón”, por eso, acuérdate de mi.

G.   DEBE ESTAR FUERTEMENTE IMPREGNADA CON EL ESPÍRITU Y EL LENGUAJE DE LA CONFIANZA Y ESPERANZA EN DIOS

1.      Esto significa que se debe orar de manera directa con El y persuadidos que Dios no sólo tiene el poder de salvar, sino que está más dispuesto a concedernos los dones de su Gracia, que los padres terrenales para dar buenas cosas a sus hijos.

2.      Jesús así lo enseña cuando nos motiva a ser frecuentes y confiados en la oración: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?” (Mt. 7:11).

3.      Tal es el concepto de la oración de fe, no pedir según nuestra debilidad, sino según la abundancia de su infinita generosidad. “¿Qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos.” (Dt. 4:7).

H.    UN ESPÍRITU HUMILDE, FILIAL, SENTIDO Y REVERENTE DEBE CARACTERIZAR CADA ORACIÓN
 
1.      Hay hombres que cuando están rogando a Dios no parece que se estén dirigiendo al Creador, sino a alguien igual que ellos, pues al pedir, suenan más bien como exigiendo que rogando. Es bíblico hacer exigencias a Dios, pero estas deben ser hechas con espíritu de reverencia y conforme a Su fidelidad a las promesas: “Acuérdate de la promesa dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar” (Sal. 119:49).
  
2.      Oraciones con los ojos abiertos no son ilícitas, pero tenerlos cerrados está más acorde con el ambiente espiritual del orar, que es despegarnos de todo terrenal y levantar nuestras almas a la altura de los cielos: Cerrar los ojos del cuerpo y alzar la mente al cielo. La voz del orador debe ser adaptada de una manera acorde con el solemne ejercicio en el cual es empleada, un hablar suave, de tono serio y grave como se espera que hable un pecador penitente, pero favorecido con la Gracia del perdón de Dios en Jesucristo. Es imposible que un hombre haya conocido el gozo del Señor y al mismo tiempo ore como si no tuviera sentimientos. Todo el ser debe estar bajo consciente y diligente atención.

3.      Recuerde esto: Quien ora no es el hombre natural, sino una criatura regenerada, no con la espontaneidad de la carne, sino con la guía del Espíritu, que casi siempre es una segunda voz.

I.      FINALIZAR CON UNA ACENTUADA DOXOLOGÍA Y UN CLARO Y ENFÁTICO AMÉN

1.      Doxología es una breve forma de alabanza a la Deidad, por ejemplo, en la oración modelo del Padre Nuestro Cristo nos enseña a cerrarla con una Doxología: “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén” (Mt. 6:13). Hay otras doxologías. Mire estos casos: (Ro. 11:36; 16:27, 2 Co. 13:14, Ef. 3:20-21, 1 Ti. 1:17): “Por tanto, al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, sean la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.  También es posible decirlas en lenguaje propio como: “Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo sea la gloria para siempre. Amén”. Véase además el Salmos 72:18-19, 41:13, etc.

2.      En cuanto al Amén en la oración es mandatario y necesario pronunciar el amén de manera clara, audible y reverente, sobre todo al final de la oración, es esta pequeña palabra una de las más significativas para conocer cuánto de conciencia hay en la oración. Para la gloria de Dios y la ayuda espiritual de tu propia alma, procura, pues, que tus oraciones sean conscientes y racionales hasta el último amén.

3.      En la oración modelo del Padre Nuestro, el Señor Jesucristo no dejó el amén a la decisión del adorador, sino que lo escribió para que fuese claramente pronunciado. Lo mismo puede ser notado en algunos salmos y siempre presente al final de las cartas que dejaron los apóstoles, de manera que nunca fue dejado a que si usted quiere añadirlo o no. Sí, hay que decirlo.

III. DIRECCIONES EN ORDEN DE MEJORAR NUESTRAS ORACIONES


A.    ESFUÉRZATE EN MEJORAR Y MULTIPLICAR TUS ORACIONES PRIVADAS

1.      Nadie podrá mejorar las cualidades de sus oraciones y el don de hacerlo en público a menos que abunde en sus súplicas privadas. Es cierto que no todos los hombres tienen el talento o don de dirigir las oraciones en público, pues es obvio que alguien tartamudo, media lengua o con  dificultades de dicción no tiene el don de orar en público. Pero los que tienen el don no podrán mejorarlo a menos que en sus oraciones privadas abunden en ellas.

2.      El inspirado hombre sabio nos dice: “El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade Gracia a sus labios” (Pr. 16:23). Nunca fueron estas palabras más adecuadas que en el tema de la oración, pues “del corazón habla la boca”.  Comentando sobre esto el ministro Miller dice: “Nadie fue nunca tan verdaderamente elocuente, que quien real y profundamente no ha sentido lo que dice”.

3.      No es verdad que al hombre carnal le puedan salir palabras espirituales por su boca.  Por tanto practica estas cualidades de la oración en las tuyas privadas y Dios te bendecirá en público. 

B.    APRENDER DE MEMORIA TEXTOS DE LAS SANTAS ESCRITURAS

1.      “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros” (Col. 3:16). Y si se examina la Biblia con este propósito encontraremos copioso material para dirigirnos en un lenguaje santo a nuestro Señor y Creador en oración.

2.      Componer devocionales, esto es el escribir formas breves para orar, tanto personal como en público. También puedes y se te recomienda tomar las Santas Escrituras como inspiración para escribir tus oraciones o estudiar las de otro.

C.    ES ALTAMENTE RECOMENDABLE, NO SÓLO LEER LIBROS DE ORACIONES, SINO ESTUDIAR ALGUNOS LIBROS SOBRE EL TEMA

1.      Se debe leer libros de oraciones y de igual manera estudiarlos para que nuestras oraciones públicas sean de edificación para la iglesia que nos acompaña.

2.      De esta manera podremos de forma bíblica y segura elevar nuestras oraciones al Señor sabiendo que estamos haciéndolo de manera como a Dios le agrada.

D.    RECORDAR LAS OBRAS DE LA PROVIDENCIA

1.      Estas obras de la providencia debemos prepararlas en nuestras mentes para usar en la próxima oportunidad de oración pública, pues así el mismo adorador está componiendo su propio espíritu para adorar al Creador y Señor de la providencia con la oración.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:      
  • Debemos estar dispuestos a participar de este medio de gracia considerándolo como un tremendo privilegio que Dios nos da de interceder ante Dios por toda la congregación.
  • Este santo deber debe ser considerado como algo importante para los hombres de la congregación.
  • Debemos entender que nuestro corazón debe permanecer en Santidad para incursionar en la oración pública pues estamos poniendo sobre nuestros hombros la carga de toda una congregación y si no estamos a cuenta con Dios, nuestra oración no será oída.
  • Agradezcamos a Dios que nos tuvo por dignos, por medio de la Sangre de Jesucristo para colocarnos en este santo ministerio.