lunes, 8 de agosto de 2011

32/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Trigésima segunda razón 
PARA QUE PUDIÉRAMOS MORIR AL
PECADO Y VIVIR A LA JUSTICIA

“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”.
1 Pedro 2:24

            En esta oportunidad encontramos alentadoras palabras en las Sagradas Escrituras que nos muestran otra razón más por la cual sufrió y murió Nuestro Señor Jesucristo. Al respecto dice el pastor Piper: «Por extraño que parezca, la muerte de Cristo en nuestro lugar y por nuestros pecados significa que nosotros morimos. Podríamos pensar que teniendo un sustituto que muere en nuestro lugar, escapamos a la muerte. Y claro que escapamos a la muerte, la muerte eterna de miseria interminable y separación de Dios. Jesús dijo: “Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás” (Jn. 10:28). “Todo aquel que vive y cree en mi, no morirá eternamente” (Jn. 11:26). La muerte de Jesús realmente significa que todo aquél que en él cree, no se pierde, sino que tiene vida eterna (Jn. 3:16).»[[1]]

Cuando leemos estas enseñanzas en la Palabra de Dios no tenemos más que henchirnos de gozo espiritual al saber todo lo que Dios nos ha provisto por la obra de la Cruz. No puede haber creyentes en este mundo que no se inclinen a la adoración de un Dios tan misericordioso, que no sirvan a tal Rey de Reyes y Señor de Señores.

La Palabra de Dios es poderosa para traer consuelo y bendición a los que hemos confesado a Cristo como Señor y Salvador. Sólo tenemos que profundizar en ella para darnos cuenta del cúmulo de enseñanzas que nos muestran las bendiciones que tenemos alrededor de los sufrimientos de Cristo y de su muerte sustitutiva. Emprendamos de inmediato, un estudio más, concerniente a las grandes promesas del Salvador.

     Este bosquejo de estudio nos llevará a analizar todo cuanto el apóstol Pedro quiso mostrar por la inspiración del Espíritu Santo:

I.    CRISTO LLEVÓ NUESTROS PECADOS EN SU CUERPO SOBRE LA CRUZ
II.  CRISTO NOS COLOCÓ EN LA POSICIÓN DE MUERTE AL PECADO
III. CRISTO DESEA QUE VIVAMOS A LA JUSTICIA

I. CRISTO LLEVÓ NUESTROS PECADOS EN SU CUERPO SOBRE LA CRUZ (1 P. 2:24)

A.      CRISTO LLEVÓ NUESTROS PECADOS

1.         El texto que nos ocupa declara: Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”. Es aquí donde queremos detenernos para analizar el significado que tiene en sí misma esta expresión. Expresión que apunta hacia la obra sacrificial de Cristo efectuada en la Cruz del Calvario.

2.         El pastor Samuel Pérez Millos declara lo siguiente acerca de la obra de Cristo: «Llevó nuestros pecados (gr. anëgken tas amartias hëmön) Una clara alusión a la profecía de (Is. 53:4-6) y en su pie de página declara: “El texto de la profecía se refiere principalmente al tiempo en que estaba experimentando el desamparo del Padre, a causa de llevar sobre sí, el pecado del mundo, cuando el Señor guardó silencio durante las horas de tinieblas (Lc. 23:44); pero, no hay duda de que alcanza a toda la extensa manifestación de sufrimientos y desprecios de la crucifixión.»[[2]]

3.         Lo que estamos observando aquí no es más que una finísima descripción de la doctrina de la sustitución, “…el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” 1 Pedro 3:18. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2 Corintios 5:21. Entendemos claramente que en la Cruz del Calvario fuimos sustituidos por Cristo Jesús, “…para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16b. 

B.           LOS LLEVÓ EN SU CUERPO


1.                  Cuando nos sumergimos en esta porción y vemos lo que nos dice el apóstol Pedro al respecto de lo que ocurrió en aquel preciso instante, entendemos de inmediato el peso de juicio que cayó sobre Jesús en aquel madero.

2.         Ya la misma Palabra de Dios en Deuteronomio 21:23 hablando de las diversas leyes de protección para su pueblo dice: “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”.

3.         El apóstol Pablo extrapola esta declaración para decirnos que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”. Indicándonos que Cristo, al llevar nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, efectúa la culminación de la obra sustitutiva, cargando la culpa sobre sí de todos nuestros pecados.




C.      EL MADERO


1.         El madero o la Cruz aquí simboliza la humillación de Cristo. Ya el apóstol Pablo declaró en Filipenses 2:5-11 lo que fue la Kenosis de Cristo y su ejemplo de humildad al decirnos: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

2.         El madero es y seguirá siendo un símbolo cruel y terrible de la humillación y en este caso de la humillación de Nuestro Señor Jesucristo, el cual la sufrió para que aquellos que creyesen en Él no tuviesen que padecerla.

3.         Es aquí donde nuestro corazón y entendimiento tiene que transportarse a esa ignominiosa pieza de madera y pensar que ahí era donde teníamos que estar, era esta muerte la que teníamos que gustar por causa de nuestro pecado, más sin embargo, Él en su amor, la gustó por todos nosotros.

II. CRISTO NOS COLOCÓ EN LA POSICIÓN DE MUERTE AL PECADO (1 P. 2:24)

A.      CRISTO NOS ACREDITA SU VICTORIA

1.         El texto que estudiamos nos dice ahora: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”. Tremenda declaración que nos muestra hacía donde se dirige Nuestro Señor Jesucristo, en propósito, al morir en la Cruz del Calvario. Su propósito fue expresado aquí por el apóstol Pedro para que nosotros estando muertos a los pecados. Siendo esta la primera consideración a tomar en cuenta.

2.         Aquel que está ahora disfrutando de la obra sustitutiva de Nuestro Señor Jesucristo está en victoria, pero tiene que vivir acorde con lo que el apóstol Pedro nos dice aquí, para de esta manera poder decir que está en el centro de la divina y soberana voluntad de Dios. Los cristianos escapamos de la muerte eterna porque Cristo murió para que vivamos eternamente, pero también para que nos consideremos muertos al pecado. De esta manera Él nos acredita su victoria.

3.         Al respecto dice Piper: «Pero hay otro sentido en el cual morimos precisamente porque Cristo murió en nuestro lugar y por nuestros pecados. “Él mismo (llevó) nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos...” (1 P. 2:24). Él murió para que pudiéramos vivir; y Él murió para que pudiéramos morir. Cuando Cristo murió, yo, como creyente en Cristo, morí con Él. La Biblia es bien clara: “Fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte” (Ro. 6:5). “Uno murió por todos, luego todos murieron” (2 Co. 5:14).»[[3]] 

B.       ÉL NOS COLOCA EN LA POSICIÓN DE MUERTOS AL PECADO

1.         Para los escritores neo-testamentarios, la posición del creyente está claramente definida, el apóstol Pablo declara en Romanos 6:7-11 lo que se espera de un creyente justificado al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. 

2.         Si aplicamos esto de forma práctica en nuestras vidas podemos resumir esta posición de la manera siguiente:
·         Uno que se considera muerto al pecado no es esclavo de él (Ro. 6:2, 10).
·         Uno que se considera muerto al pecado no puede poner sus miembros al servicio de la inmundicia ni de la iniquidad (Ro. 6:19).
·         Uno que se considera muerto al pecado no lo practica (1 Jn. 3:9).

3.         Podemos buscar múltiples pasajes que nos muestran las características de nuestra posición como muertos al pecado, pero esta condición no solamente implica una actitud con respecto al pecado, sino también un deber acerca de la justicia divina.

4.         Piper dice acerca de esto: «La fe es la evidencia de estar unidos a Cristo de esta profunda manera. Los creyentes han sido crucificados con Cristo (Gá. 2:20). Reflexionamos sobre su muerte y sabemos que, en la mente de Dios, estábamos allí. Nuestros pecados estaban sobre Él, y la muerte que merecíamos estaba ocurriendo en Él. El bautismo significa esa muerte con Cristo. “Fuimos sepultados... con él para muerte por el bautismo” (Ro. 6:4). El agua es como una tumba. La inmersión simboliza la muerte. Salir del agua simboliza salir a una nueva vida. Y todo esto es una representación de lo que Dios está haciendo “por medio de la fe”. “(Hemos sido) sepultados con él en el bautismo, en el cual (fuimos) también resucitados con él mediante la fe en el poder de Dios” (Col. 2:12).
El hecho de que morimos con Cristo está vinculado directamente a su muerte por nuestro pecado. “Él mismo llevó nuestros pecados” Esto quiere decir que cuando abrazamos a Jesús como Salvador, abrazamos nuestra propia muerte como pecadores. Nuestro pecado llevó a Jesús a la tumba y nos llevó a nosotros allí con Él. La fe ve al pecado como un asesino. Mató a Jesús y nos mató a nosotros.
Por tanto, hacerse cristiano significa morir al pecado. El viejo ser que amaba el pecado murió con Jesús. El pecado es como una prostituta que ya no luce hermosa. Es la asesina de mi Rey y de nosotros. Por consiguiente, el creyente está muerto al pecado, nunca más dominado por sus atractivos. El pecado, la prostituta que mató a nuestro amigo, no tiene atractivo. Ella ha venido a ser una enemiga.»[[4]]

III. CRISTO DESEA QUE VIVAMOS A LA JUSTICIA
(1 P. 2:24)

A.      SOMOS DEUDORES DE LA JUSTICIA

1.         El texto que nos ocupa declara: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”. Tremendo privilegio que tenemos los que estamos en Cristo y tenemos la capacidad dada por Él de estar muertos a los pecados. Ahora recibimos la capacidad de vivir al servicio de la justicia divina. Múltiples pasajes de la Palabra apuntan a esta dirección.

2.         El pastor Piper concluye su meditación diciendo: «Nuestra nueva vida está ahora movida por la justicia. Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros “...vivamos a la justicia” (1 P. 2:24). La hermosura de Cristo, quien me amó y se dio a sí mismo por mí, es el deseo de mi alma. Y su hermosura es perfecta justicia. El mandamiento que ahora me encanta obedecer es éste (y yo te invito a seguirme). “Presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Ro. 6:13).»[[5]]

3.         En el estudio anterior dimos un ejemplo extremadamente crudo y simple al respecto de la declaración del apóstol Pablo en Romanos 6:13 citada por Piper. De la misma manera en que presentaste tu lengua para chismear, en esa misma forma preséntala ahora a la justicia para cumplir con la gran comisión y predicar el evangelio a toda criatura. 

B.      EL VIVIR A LA JUSTICIA

1.         Los pasajes citados anteriormente apuntan de forma clara que lo importante no sólo es morir al pecado, sino también volcar nuestra vida hacía la justicia. Dios no quiere que tu mueras al pecado y te quedes estático y sin razón de vivir, Él demanda que así como hemos muerto al pecado debemos vivir a la justicia.

2.         Vivir a la justicia implica un testimonio de vida santa y piadosa que busca identificación permanente con la causa de Cristo. Volviendo a los pasajes citados con respecto a nuestra muerte al pecado en el punto II - B - 2.
·         Uno que vive a la justicia no vive esclavizado al pecado sino vivo para Dios (Ro. 6:2, 10).
·         Uno que vive a la justicia presenta sus miembros para servir a la justicia (Ro. 6:19).
·         Uno que vive a la justicia no practica el pecado porque la simiente de Dios permanece en él (1 Jn. 3:9).
·         Uno que vive a la justicia no vive para sí, sino para aquel que murió y resucitó por él (2 Co. 5:15). 

3.         Vivir a la justicia es más que morir al pecado. No hacemos nada cumpliendo dejando de pecar por comisión y seguir pecando por omisión. Dios no sólo desea que dejemos atrás el pecado sino que vivamos a su servicio como instrumentos de justicia (Ro. 6:13).

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
Está claro que Dios envió a su Hijo Unigénito a sufrir y a morir por nuestros pecados, poniendo sobre Él el peso de nuestras culpas, para que nosotros tomemos una decisión como dice el himno “PARA QUE PECAR”.
·         Para que pecar si soy salvo si ya tengo tanta luz,
·         Para que pecar si la vida Dios me ha dado en Jesús,
·         Para que pecar si el infierno sólo espera al pecador,
·         Para que pecar, para que pecar, para que pecar contra Dios.

¡Muramos al pecado y vivamos a la Justicia!                                                                                                                                                                                                         


[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 78.
[2]Curso de exégesis bíblica y bosquejos para predicadores, Volumen 22 - 1ª Pedro, Samuel Pérez Millos - Página 91.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 78.
[4]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 78-79.
[5]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 79.


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