miércoles, 6 de julio de 2011

22/52 RAZONES POR LA CUALES SUFRIÓ Y MURIÓ JESUCRISTO

Vigésima segunda razón
PARA LLEVARNOS A DIOS

“También Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”.
1 Pedro 3:18

“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos
Habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”.
Efesios 2:13
           
            Piper apunta al iniciar esta vigésima segunda razón expresándose así: «Al fin de cuentas, Dios es el evangelio. Evangelio significa “buenas noticias”. El cristianismo no es primero teología, sino noticias. Es como cuando los prisioneros de guerra oyeron por una radio escondida que los aliados habían desembarcado y el rescate era cuestión de tiempo. Los guardias se preguntaban por qué todos estaban regocijados.

Pero ¿cuál es el supremo bien en las buenas noticias? Todo termina en una cosa: Dios mismo. Todas las palabras del evangelio conducen a Él, o no son el evangelio. Por ejemplo, la salvación no es buena noticia si solo salva del infierno y no lleva a Dios. El perdón no es buena noticia si solo nos alivia de la culpa y no abre el camino. La justificación no es buena noticia si solo nos hace legalmente aceptables a Dios pero no trae amistad con Dios. La redención no es buena noticia si solo nos libera de la servidumbre pero no nos lleva a Dios. La adopción no es buena noticia si solo nos coloca en la familia del Padre pero no en sus brazos[[1]]

            Es maravilloso pensar cómo Dios en su Gracia Soberana nos estima y nos muestra su amor en haber diseñado un plan de redención con el único objetivo de que nosotros estuviésemos cerca de Él.

            Desde los días de Edén, Dios manifiesta su deseo de estar cerca de su mejor creación, la Palabra misma nos enseña que Dios, lejos de haber abandonado al hombre en el lugar donde le puso, por el contrario, dice Génesis 3:8ª: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día”. Manifestando su deseo de mantenerse en contacto permanente con él.

            Para lograr esto, aún cuando el hombre pecó, Dios extendió su mano misericordiosa y le brindó una oportunidad por medio de la cual pudiese llegar hacía él.
Veamos esta vigésima segunda razón por la cual Cristo sufrió y murió por medio de este bosquejo:

I.     JESUCRISTO PADECIÓ PARA LLEVARNOS A DIOS
II.    JESUCRISTO PADECIÓ PARA ACERCARNOS A DIOS

I. JESUCRISTO PADECIÓ PARA LLEVARNOS A DIOS (1 P. 3:18)

A.      PADECIÓ UNA SOLA VEZ POR LOS PECADOS - (3:18a)

1.         "Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados." Es de primerísima importancia resaltar el hecho de que Nuestro Señor Jesucristo padeció una sola vez por los pecados, lo cual indica que su sacrificio fue suficiente para llevar a cabo su objetivo.

2.         Hebreos 10:5-9 nos declara: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último”. Jesús obedeció porque esta era la voluntad de Dios, que sufriera injustamente para poder brindarnos la oportunidad de llevarnos a Él a través de su Hijo Jesucristo.

3.         El escritor a los Hebreos puntualiza en varios versículos esta verdad cuando dice en Hebreos 9:26, 28; 10:10, 12, 14 lo que sigue a continuación: “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”.
            “…así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”.
“…pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”.
“…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”.
El pecado era lo que nos separaba de Dios, pero Dios se propuso por medio de un solo acto de obediencia hacer posible la reconciliación y santificación de los creyentes.

B.      SIENDO JUSTO PADECIÓ POR LOS INJUSTOS - (3:18b)

1.         El texto que nos ocupa nos enseña ahora que Dios, no sólo hizo posible nuestra comunión con Él, con un solo sacrificio, sino que ofreció a su Hijo Jesucristo, siendo la perfección de la justicia, para que pagara toda justicia a favor del hombre pecador. Por esto dice el texto que fue entregado “El justo por los injustos.”

2.         ¡Qué maravilloso es saber que debido a que Jesús no pecó, nuestro redentor (salvador) pudo ponerse en el lugar de nosotros, quienes somos injustos! Se destaca aquí que él murió por nuestras transgresiones; llevó nuestro castigo sobre sus hombros así lo declara Isaías 53:4-5 cuando dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

3.         El Hijo obedeció al Padre, y por este acto de obediencia y sujeción a la voluntad de su Padre sufrió injustamente. Aceptó sus padecimientos con paciencia y dio un buen testimonio con sus hechos y palabras, para lograr por nosotros, la comunión que hoy tenemos con el Padre y la que Él siempre anheló que tuviésemos. Así lo expresó en Juan 17:20-21 cuando declaró en su oración intercesora: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”.

C.      PARA LLEVARNOS A DIOS - (3:18c)

1.         El objetivo primordial del Señor era este: Llevarnos a Dios. ¡Qué propósito más hermoso! además de ser alentador para todo aquel que cree. Como resultado de su obediencia, se levantó triunfante sobre la muerte y sus enemigos y declaró con toda autoridad que aquel que en él creyera sería salvo y tendría la vida eterna al lado de Dios.

2.         Notemos las palabras de Pedro: “...para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. Mis amados hermanos, aunque los enemigos se multipliquen y nos ataquen con todas sus fuerzas, no pueden hacernos daño porque pertenecemos a Dios por toda la eternidad. Aún Satanás está vencido porque Cristo lo derrotó en la Cruz del Calvario y ahora estamos en las manos de Dios.

3.         Está claro que los que estamos en Cristo hemos recibido ahora la protección del Dios de los cielos, el mismo que se le reveló al Rey David cuando compuso el Salmo 23, el cual dice: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Estas son las buenas nuevas de salvación.

4.         Al respecto dice Piper: «Esto es crucial. Muchas personas parecen aceptar las buenas noticias sin aceptar a Dios. No existe prueba segura de que tenemos un nuevo corazón solo porque deseemos escapar del infierno. Ese es un deseo perfectamente natural. No es sobrenatural. No se necesita un nuevo corazón para desear el alivio psicológico del perdón, o la suspensión de la ira de Dios, o la herencia del mundo de Dios. Son deseos lógicos que no implican cambio espiritual alguno. Uno no necesita nacer otra vez para desear estas cosas. El diablo las desea.
No hay nada malo en desearlas. Realmente es una insensatez no quererlas. Pero la evidencia de que hemos sido cambiados es que deseamos estas cosas porque nos traen el gozo de Dios. Esto es lo más importante en cuanto a los motivos de la muerte de Cristo. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18).»[[2]]

II. JESUCRISTO PADECIÓ PARA ACERCARNOS A DIOS (Ef. 2:13)

       A.      CRISTO JESÚS NOS ACERCA A DIOS 

1.         El texto que citamos a continuación nos dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. En el contexto anterior se nos declara que antes de estar cerca de Dios estábamos en un estado de enemistad, lo que nos indica que no solo estábamos lejos, sino que lejos éramos enemigos de Dios.


2.         Veamos lo que dice (Ef. 2:12): “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. La realidad del alma del hombre sin Dios es esta, la cual Dios declara de forma clara y evidente para que no haya lugar a dudas ni a confusión. 

3.         Está claro que su obra de redención fue perfecta, su amor logró el objetivo que el Padre en su sola potestad se trazó. Dios es y será la fuente inspiradora que necesitamos para entender lo que implica ese deseo de estar al lado de su mejor creación. 

B.      CRISTO JESÚS NOS ACERCA A DIOS POR SU SANGRE 

1.         Ya hemos dicho varias veces que cuando la Biblia habla de la Sangre de Cristo como el medio por el cual nosotros somos salvos, se refiere exclusivamente al hecho de que su sangre fue derramada hasta la muerte, entregando su vida por el rescate del hombre pecador. 

2.         El valor de su sangre está en que al ser derramada hasta la muerte, dio al hombre pecador la oportunidad de tener lo que Dios exigía para poder pagar por su vida. Nosotros estamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Dios entregó a su Hijo, sin pecado, para que pagara por nuestro pecado y así dar salvación y vida eterna a todo el que aceptara su regalo de redención. 

3.         La sangre de Cristo es el único antídoto contra el pecado, ella es lo que necesitamos para poder tener vida eterna. Cuando el pecador arrepentido confía en lo que ella ha logrado, entonces viene a nosotros paz y perdón, la sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario es la esencia de las buenas nuevas. Al respecto dice Piper: «¿Por qué es ésta la esencia de las buenas nuevas? Porque fuimos hechos para experimentar la plena y duradera felicidad de contemplar y saborear la gloria de Dios. Si nuestro gozo mejor viene de algo menor, somos idólatras y Dios es deshonrado. Él nos creó de tal manera que su gloria se manifieste a través de nuestro gozo en ella. El evangelio de Cristo es la buena noticia de que al costo de la vida de su Hijo, Dios ha hecho todo lo necesario para cautivarnos con lo que nos hará felices eternamente y en forma creciente: Él mismo. 
Mucho antes de venir Cristo, Dios se reveló a sí mismo como la fuente de pleno y duradero placer. “Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias en tu diestra para siempre” (Sal. 16:11). Entonces Él envió a Cristo a sufrir “para que pudiera llevarnos a Dios”. Esto quiere decir que envió a Cristo para llevarnos al gozo más profundo y prolongado que un humano puede tener. Oigamos entonces la invitación: Vuélvanse de “los deleites temporales del pecado” (He. 11:25) y busquemos “placeres eternos”. Busquemos a Cristo.»[[3]] 

C.      CRISTO JESÚS NOS DIO ESTOS BENEFICIOS AL ACERCARNOS A DIOS

1.    Él es nuestra paz: La palabra paz significa “juntar lo separado”. En este caso judíos y gentiles; ahora son juntados. “Nuestra paz”: La paz de ambos, pues unificó ambos pueblos (Is. 9:6; Jn. 14:27).

2.    Derribó la pared de separación: El “vallado”, o sea, la economía mosaica que separaba a judío y gentil.

3.    Abolió la enemistad de ambos pueblos: “La enemistad, por medio de su carne, la ley de mandamientos en ordenanzas, rindió inoperable.” (griego). “Abolió”: Anuló; causa que algo no sirva; que sea inoperable. Su muerte en la cruz abolió la ley en su capacidad obligatoria (Col. 1:20-22), y quitó la enemistad que existía entre judío y gentil.

4.      Creó de ambos un nuevo hombre: Una nueva clase de hombre, el cristiano. El judío sigue siendo judío y el gentil, gentil. Es algo nuevo donde las distinciones judías y gentiles se pierden en este nuevo orden. Nuevo, no en tiempo, sino en cualidad. “Hombre”, no masculino (ανήρ), sino (άνθρωπος), “hombre racial, genérico, individual”; compuesto de hombres y mujeres nuevos en el cuerpo de Cristo. Esta nueva creación y unión tienen su cimiento y principio en Cristo. Pablo enseñó esto en otras epístolas (Col. 3:9-11; 1 Co. 12:12,13).

5.      Reconcilió a ambos con Dios por medio de Su cruz: La reconciliación no es solo entre judío y griego, sino entre hombre y Dios, y favorece la idea de restauración a una condición que existía previamente. από”, de nuevo; καταλλάσω”, reconciliar a aquellos que diferían (hombre y Dios) por causa del pecado. En Cristo el pecador es reconciliado con Dios voluntariamente (2 Cor. 5:18,19), judío y gentil, en un cuerpo a Dios. (1 Co. 10:17; Ef. 4:4; Col. 3:15).

6.      Mató la enemistad: La enemistad aquí se refiere a la del pecador con Dios (2:16). En (2:15) se refiere a judío y gentil. No así en (2:16), pues el objeto aquí es mostrarnos la reconciliación entre Dios y el hombre (Ro. 5:1; 8:1).

7.      Trajo la paz: Una vez que las enemistades son matadas, no queda más que hacer la paz. Esto lo vemos a continuación en (2:17), “y habiendo venido” (en su primera venida) ευηγγελίσατο”, anunció buenas nuevas (Lc. 4:18). Cada vez que el evangelio es anunciado son buenas nuevas para todos los gentiles que estaban lejos y a los judíos que estaban cerca. No hay diferencia (Hch. 15:9,11; Ro. 3:22, 23; 10:9-13). Cristo en Su poder, después de la resurrección, anunció las buenas nuevas a los apóstoles y mandó que las anunciaran por todo el mundo. ¿Por qué esta paz? Porque la maldición de la ley ha sido quitada junto con la culpa del pecado y la salvación lograda. Ahora todos son llamados al arrepentimiento y la salvación, sin distinción de nacionalidad o raza (Mt. 28:18-20; Jn. 1:29; 3:16). Judíos y gentiles, todos son llamados.

8.      Abrió una vía de acceso:προσάγω Esta palabra se utilizaba cuando uno procuraba una audiencia con un soberano. Los santos de Dios tenemos la audiencia con el Padre asegurada por medio del Espíritu Santo (Jn. 14:6; 1 P. 3:18; Ef. 3:12). Notemos la Trinidad en este versículo: Dios Hijo provee el camino a la presencia del Padre por medio del Espíritu Santo. Dios Espíritu Santo conduce al santo dentro y lo presenta. Dios Padre es aquel ante cuya presencia el creyente es traído. El velo ha sido rasgado (He. 10:14-25). La única manera de llegar al Padre; ya no importan las religiones ni las opiniones de nadie. Es por medio del derramamiento de Su sangre (2:13), por medio del sacrificio de Su carne (2:15), y la maldición que Él soportó sobre esa cruz (2:16). No hay otro camino (Jn. 3:16-18; 10:9; 14:6; Hch. 4:12; etc.) Esta entrada al Padre es más que una oración, es una condición del alma, al saber que descansamos en las manos del Señor.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:

Para concluir tenemos que decir que Jesucristo, el Hijo de Dios es la única alternativa que tiene el hombre para poder acercarse a Dios. La Palabra misma nos declara que debemos buscar a Dios mientras pueda ser hallado y muchos en este mundo se olvidan de que Dios está ahí, de que ha declarado y dado al hombre las Buenas Nuevas de Salvación para que podamos reconciliarnos con Él y el hombre en su necedad sigue apartado de su creador.


     Debemos entender que Dios desea estar en plena comunión con nosotros, pero su santidad no le permite lograr esto sin que antes procedamos a un verdadero arrepentimiento y experimentemos una verdadera conversión, por medio de la cual nosotros aceptemos que somos pecadores y aceptemos que solo la sangre de Cristo, su muerte en la Cruz, es el medio único que Dios provee para que podamos estar junto a Él por la eternidad.

            Busquemos estar en el propósito de Dios y vivamos en su voluntad.
                                                                                               
                     

[1]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 62.
[2]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 62-63.
[3]La pasión de Jesucristo, John Piper - Página 63.


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