jueves, 27 de noviembre de 2014

"JESUCRISTO NOS RECONCILIA CON DIOS"


“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”.
Romanos 5:9-11
    
     La reconciliación que es necesario que ocurra entre el hombre pecador y Dios tiene dos vías.
·       Nuestra actitud hacia Dios debe cambiar de desafío a fe.
·       Y la actitud de Dios hacia nosotros debe cambiar de ira a misericordia.

      Pero las dos no son iguales. Yo necesito la ayuda de Dios para cambiar; pero Dios no necesita la mía.

      Mi cambio tendrá que venir desde afuera de mí, pero el cambio de Dios se origina en su propia naturaleza. Lo que significa, sobre todo, que no es un cambio de parte de Dios en lo absoluto. Es la propia acción de Dios planificada para dejar de estar contra mí y estar a mi favor.

      Las palabras sumamente importantes son “siendo enemigos”. Fue entonces cuando “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Ro.5:10). Mientras éramos enemigos. En otras palabras, el primer “cambio” fue de Dios, no de nosotros. Nosotros éramos aún enemigos. No que estábamos conscientemente en son de guerra.

     La mayoría de la gente no es hostil contra Dios conscientemente. La hostilidad se manifiesta más sutilmente en una quieta insubordinación e indiferencia. La Biblia lo describe así: “Los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Ro. 8:7).

     La porción que trataremos en este mensaje completa el pensamiento anterior, en el cual se presenta el inigualable amor de Dios manifestado por la muerte de su Hijo, frente a hombres que no merecíamos y que nos manteníamos en enemistad con Él.
    
Veamos esta verdad irrefutable por medio de este bosquejo:
I.   NOS SALVÓ DE LA IRA
II.  NOS SALVÓ POR SU VIDA
III. NOS RECONCILIÓ CON DIOS

I. NOS SALVÓ DE LA IRA
(Ro. 5:9)
    
A.      JUSTIFICADOS EN SU SANGRE

1.     Podemos decir que este versículo, inicia la sección habiendo conocido la cadena de bendiciones que recibimos por medio de la justificación, la que viene o recibimos por medio de la sangre de Cristo derramada en la cruz del Calvario.

2.     El apóstol Pablo no quiere dejar que se pierda la idea del medio justificante, “la sangre de Cristo”, sin la cual hubiese sido imposible la justificación, ya que como pudimos ver es la única que puede calmar la ira de Dios que está sobre el hombre pecador.

3.    La expresión usada en el texto, definitivamente viene relacionada a las bendiciones vistas anteriormente, notemos: “Pues mucho más, estando ya justificados por su sangre, por él seremos salvos de la ira”. Declarando con esta expresión que más allá de las bendiciones conocidas, tenemos otra gran y maravillosa bendición adicional.

B.      SALVOS

1.    Salvar implica proteger, guardar, etc. En Apocalipsis 3:10 se nos enseña sobre una promesa de salvación y se dice: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”.

2.    Asimismo en Apocalipsis 6:15-17 se nos declara que el gran día de la ira del Cordero llegará a esta tierra un día y solamente aquellos que sean parte de las promesas de salvación del Señor, los que hayan sido justificados por su sangre, tendrán la bendición de ser librados en aquel día de la ira venidera.

3.    El apóstol Pablo reitera que esto es para los que “están justificados en su sangre”, éstos son los que serán salvos de la ira de Dios. Lamentablemente los que no hayan gustado de esta gracia divina, tendrán que pasar por el fuego de la ira de Dios y tendrán que dar cuenta del por qué menospreciaron la sangre de Cristo.

C.      LA IRA DIVINA

1.    Cuando hablamos de la ira de Dios, tenemos que entender esta expresión, como una expresión antropomórfica que declara la reacción inevitable de la perfecta justicia de Dios frente al pecado y la maldad del hombre, la cual Dios contrasta con su amor insondable (Jn. 3:16 y 36).

2.    El amor de Dios contrasta con su ira en el hecho de que Dios mismo nos ha provisto a Jesucristo, su Hijo, quien nos libra de la ira venidera por su obra hecha a nuestro favor y por su resurrección de entre los muertos. El apóstol Pablo dice en 1 Tesalonicenses 1:10 - “y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”.

3.    La ira de Dios es una realidad en el hombre pecador, así como es una realidad en el hombre salvado su amor inconmensurable, mostrado en la persona de Cristo Jesús, quien tomó de igual manera el acta de los decretos que era contra nosotros y la clavó en la cruz, para con esto librarnos del poder de Satanás (Col. 2:13-15). Hermanos, el Señor no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Tes. 5:1-11).

4.    Mientras estábamos aún en esa condición, Dios puso a Cristo por delante para sobrellevar nuestros pecados nacidos de la ira y hacer posible para él tratarnos sólo con misericordia. El primer acto de Dios al reconciliarnos con Él fue quitar el obstáculo que lo hacía irreconciliable, es decir, la culpabilidad por nuestro pecado tan ofensiva para Dios. “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Co. 5:19).

II. NOS SALVÓ POR SU VIDA
(Ro. 5:10)
    
A.      LOS ENEMIGOS DE DIOS

1.    El texto a continuación dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Es triste meditar en lo que dice este texto, al darnos cuenta de lo que éramos cuando estábamos en nuestros delitos y pecados.

2.     Al leer este texto, entendemos no solamente lo viles que somos, sino el gran amor que tuvo Dios para con nosotros al salvarnos, cuando no deseábamos nada con él. Sin embargo Dios buscó un medio de reconciliación, con el cual pudiésemos tener esa comunión que no existía antes de ser justificados.

3.    El apóstol Pablo está demostrando a todos sus opositores, que si siendo enemigos Dios nos reconcilió con él por la muerte de su Hijo, cuánto más, tendremos la seguridad de que seremos salvos por su vida, la cual fue entregada a nuestro favor en la cruz del Calvario.

B.      RECONCILIADOS CON DIOS  

1.   De acuerdo al texto, pasamos de ser, enemigos de Dios al estado de reconciliación, por medio de su Hijo Jesucristo, aquí se vuelve a hablar de la exclusiva obra del Hijo de Dios, indicando con esto que nadie, absolutamente nadie, podía hacer esta obra por nosotros.

2.  Solamente la sangre de su Hijo era apta para poder traer reconciliación entre Dios y el hombre pecador. En su amor, Dios lo hizo posible, aún pudiendo parecer imposible, él lo hizo realidad. Cuánto más no podrá hacer por nosotros ahora que estamos reconciliados.

3.    El poder de la sangre de Jesucristo, va más allá de donde nosotros, como seres humanos, caídos y pecadores, podemos imaginar. En el cielo es que nosotros podremos comprender toda la magnitud, la profundidad, la anchura y la altura del amor de Dios.

C.      SALVOS POR SU VIDA

1.    Por este amor, hemos sido salvos por su vida, como nos dice (1 P. 3:18): “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. Este y muchos otros textos nos certifican que si siendo enemigos, fuimos reconciliados, cuánto más seremos salvos por su vida.

2.    El cristiano no puede desconfiar del poder purificador y salvífico que tiene la sangre de Cristo y mucho menos puede dudar del alcance de esta obra, que ha sido hecha por Dios para nuestra justificación, salvación y reconciliación.

3.    La vida de Cristo en la tierra, entregada por nosotros pecadores, tenía estos grandes propósitos, que vemos y analizamos en esta epístola y el apóstol Pablo no ha perdido oportunidad para manifestarlo a todos aquellos que dudan del poder salvador de Jesús.

III. NOS RECONCILIÓ CON DIOS
(Ro. 5:11)

A.      ABUNDANTES BENDICIONES

1.    Dios, a causa de su justicia inmutable no puede ofrecer amnistía sobre la sola base de su misericordia, porque su justicia demanda el que se derrame sangre por medio de un sacrificio, para que se pudiera efectuar la redención del pecador.

2.    Sin embargo podemos ver la perfección con que Dios hizo todo, ya que habiendo justificado al pecador cuando era su enemigo, también derramó la sangre de su Hijo para reconciliarse con él, y además permitirle otras muchas bendiciones.

3.    Vimos cómo se manifiesta en nosotros la paz de Dios, su gracia, su amor abundante, asimismo todas las demás virtudes, fruto de su Espíritu que poseemos al ser justificados, las cuales nos permitirán ser cada día semejantes a su Hijo Jesucristo.   

B.      GLORIARSE EN DIOS

1.    El texto nos dice: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo”. El hombre impío se gloría en su necedad, pero el cristiano, que ha sido justificado, perdonado y que tiene la seguridad de ser salvo por la sangre de Cristo, puede tener el privilegio de gloriarse en la obra de su redentor.

2.    Esto indica la clase de felicidad que puede experimentar el corazón de un creyente al conocer esta gracia, al tiempo que puede gloriarse en Dios por el Señor Jesucristo de todo lo que está ocurriendo en su vida, por el simple hecho de haber recibido la fe para creer y ser reconciliado.

3.    El creyente que entiende lo que la palabra declara concerniente a su relación con Dios, podrá establecer conscientemente, una comunión más íntima con Dios, la cual le permitirá poder apreciar la grandeza de sus misericordias.

C.      RECEPTORES DE LA RECONCILIACIÓN

1.    En esta declaración final, es necesario abundar más sobre el nuevo término que se introduce en esta carta, término que se menciona en el (v. 10). Podemos concluir agregando a lo que hemos dicho, que reconciliar es: Restablecer la unión entre los desunidos.

2.    Ya vimos que entre Dios y el pecador, había enemistad por causa del pecado, y la razón es clara, Dios es Santo y no puede cohabitar con el pecado, por esto él tenía que proporcionar un medio por el cual pudiese tener comunión con el hombre, pero sin su pecado, para esto escogió embajadores que llevaran ese ministerio de la reconciliación.

3.   Cuando los embajadores de Cristo llevan este mensaje al mundo, dicen: “Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Co. 5:20). ¿Quieren solamente decir: Cambien de actitud respecto de Dios? No, también quieren decir: Reciban el previo trabajo de Dios en Cristo para reconciliarse Él con ustedes. Considérese esta analogía de reconciliación entre los hombres. Jesús dijo: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt. 5:23-24). Cuando dice, “Ve, reconcíliate con tu hermano”, nótese que es el hermano quien debe cancelar su juicio. El hermano es quien “tiene algo contra ti”, como Dios tiene algo contra nosotros. “Reconcíliate con tu hermano” quiere decir haz lo que debes para que el juicio de tu hermano contra ti sea cancelado.

CONCLUSIÓN Y APLICACIÓN:
     Cuando oímos el evangelio de Cristo, encontramos que Dios ha hecho eso ya: El Señor dio los pasos que nosotros no podemos dar para cancelar el castigo divino. Envió a Cristo para sufrir en nuestro lugar. La decisiva reconciliación tuvo lugar “mientras éramos enemigos”. La reconciliación de nuestra parte es simplemente recibir lo que Dios ya ha hecho, de la misma manera en que se recibe un regalo infinitamente valioso.
         
Los creyentes en Cristo tenemos que entender que la base de la reconciliación es la humillación y el arrepentimiento, por lo tanto debemos estar claros de que cuando el Espíritu de Dios nos dé convicción de pecado, nosotros no podemos hacer otra cosa que obedecer y humillarnos ante nuestro Gran Dios; buscando siempre la capacidad y deseo de vivir para él en SANTIDAD.

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